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Por eso estamos como estamos

Renán Alcides Orellana

…Digan que somos lo que somos:/ un pueblo doloroso/ un pueblo analfabeto/desnutrido y sin embargo fuerte/ porque otro pueblo ya se habría muerto…”, clinic cuando el poeta Oswaldo Escobar Velado escribió estos versos (Fragmento de su excepcional poema “Patria Exacta”, sales finales de la década de 1950), El Salvador ya padecía diferencias sociales, marginación, corrupción, pobreza, represión, abuso de poder…, ocasionados por el sistema autoritario de siempre.

   Más de medio siglo después, sobre todo a partir de los gobiernos posteriores a los Acuerdos de Paz (16 de enero de 1992), aquel amargo esquema social ha subsistido -subsiste- y, lo que es peor, subsiste ampliado con creces, especialmente en los niveles de corrupción, pobreza, marginación, desempleo, violencia… hasta generar una real incertidumbre, que sigue creciendo -avalada y para gozo de unos pocos políticos- como germen nefasto de la inestabilidad político-social que el poeta parecía premonizar, y que hoy crece tan campante como presagiando el caos. Un caos apetecido por los pocos, afectando a los muchos…

Hoy, aquella “Patria Exacta” del poeta Escobar Velado, sigue siendo una cruda realidad, pero elevada al cubo. Un vistazo hacia el pasado reciente,  aunque sea somero, deja muy claro que tales sistemas de gobierno -con las apreciables, por mínimas, excepciones- antepusieron el interés personal y de grupo, a los sagrados intereses y necesidades de la honrada y laboriosa población salvadoreña. Nuestra historia política es vivo ejemplo del amargo destino, de sometimiento y miseria, que padecen los pueblos que merecen ser libres, cuando han sido regidos por gobiernos autoritarios y excluyentes. Por eso estamos como estamos…     

Esta realidad, sin embargo, no es privativa de El Salvador. Se da en los esquemas socio-políticos en diferentes países del mundo, lo cual no significa que deba servir como consuelo. Lo ideal sería que no ocurriera, ni aquí ni allá. En el caso de El Salvador, cuánto bien haría que no se repitieran, por ejemplo: a). Los robos y malos manejos de la cosa pública, como los del MOP (Diego de Holguín), ANDA, ISSS, Credisa, MSPAS, BFA, Flores/Taiwán… y tantos más, que ahora, como queriendo ocultar el pasado y como en el Evangelio de la paja en el ojo ajeno, los hechores tratan de distraer con cortinas de humo, como si las heridas hubieran sido cerradas; b). Las acciones de exclusión contra la población más necesitada, que han sido caldo de cultivo, para promover la discriminación y, consecuentemente, la violencia que ahora nos agita el cuerpo y nos sacude el alma; c). Los fraudes electorales, que han hecho perder la fe a los electores conscientes y honestos; d). Los tantos desaguisados e irrespeto a las normativa jurídica de parte de los políticos, especialmente los del área legislativa; e). La impunidad galopante, por evidente favoritismo a los delitos de cuello blanco, cometidos por funcionarios o por ex funcionarios, protegidos por la fuerza del poder político y económico; f). Los privilegios y prebendas que se auto recetan los políticos con votaciones “por unanimidad”, mientras, por el nefasto revanchismo político, niegan sus votos a proyectos que beneficiarían a la sociedad… Y así, miles de casos de maldad y corrupción en los sectores políticos (los tres Órganos del Estado), que gozan de total impunidad, en perjuicio de la población más necesitada.

Es urgente la rectificación que sea necesaria, de quienes tienen bajo su responsabilidad la promulgación/ejecución de las leyes, la emisión/promoción de las políticas públicas, ordenanzas y otras disposiciones, a fin de que, sin perder el esquema de pesos y contrapesos que demanda el sistema democrático y ajenos a todo revanchismo político, unifiquen ideas y acciones, hacia el mejoramiento de esta amarga situación nacional (violencia, crisis del transporte colectivo, desempleo, alto costo de la vida, emigración forzada…), que, como arma letal, corroe las entrañas del país.

En todo caso, como desafiando a esa dura realidad, el espíritu  luchador de los salvadoreños -con las excepciones lamentables de siempre- se erigirá desafiante, con valentía y estoicismo, para contrarrestar los efectos de las malas actuaciones de quienes -por ignorancia o malicia- hacen mofa de la dignidad e inteligencia de los salvadoreños, anteponiendo sus propios intereses a los sagrados intereses de la Patria.

Y como sentenciara, en “Patria Exacta”, el poeta Oswaldo Escobar Velado: “Esta es la realidad. ¡Yo no la callo aunque me cueste el alma!”.

    

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