Parece mentira, pero las autoridades de la Universidad de El Salvador (UES), la única universidad pública del país, hasta finales de la semana pasada se pronunció por la suspensión-despido de más de una treintena de estudiantes de los últimos años de la carrera de medicina. Es decir, los suspendidos-despedidos ya pasaron entre siete y ocho años en las aulas universitarias.
Decimos suspensión-despidos, porque en la práctica es un despido de los aspirantes a profesionales de la medicina, pues la suspensión no puede ser de forma permanente como ha ocurrido en el caso de la treintena de galenos en formación afectados por el “manodurismo” de este gobierno, que replica el Ministerio de Educación y el Instituto Salvadoreño del Seguro Social.
Tal parece que al Gobierno del Presidente Bukele, que prefiere policías y soldados a profesionales de la salud o de otra índole, no valora lo que el Estado ha invertido en esos siete y ocho años en los 30 estudiantes de medicina suspendidos-despedidos.
Y aunque no se acepte el desprecio del gobierno en lo que significa la formación de los médicos en el país, se entiende, porque su proyección son los soldados, los fusiles, el armamentismo, pues eso garantiza su continuidad permanente en la presidencia. Y es que el Gobierno del presidente Bukele prefiere a mil soldados que un médico, si les damos valores comparativos sin estudio previo. Lo que no se acepta es que la Universidad de El Salvador no vele por la seguridad y estabilidad de sus “hijos e hijas”, es decir de sus educandos, sobre todo de los futuros médicos que son los que se encargarán de la salud del pueblo, independientemente que estos se desempeñen en los hospitales públicos o en el área privada.
Desde el primer momento que se conoció la medida arbitraria de las autoridades de Salud y del ISSS, las autoridades universitarias y la comunidad universitaria en general debieron dar la lucha por la reinstalación de los cesados. Entre los despedidos también hay estudiantes de universidades privadas, como la Evangélica, pero el silencio de ésta y otras instituciones privadas se entiende, pues el “manudirismo” y el capricho del Gobierno puede silenciarlas, castigarlas, algo que no puede hacer con la UES, por ser, como hemos dicho antes, la única universidad pública.
Así lo establece el primer considerando de la Ley Orgánica de la UES cuando detalla: “Que es obligación y finalidad primordial del Estado la conservación, fomento y difusión de la cultura; y que, para el mejor cumplimiento de este objetivo en cuanto a la educación superior se refiere, se ha confiado a la Universidad de El Salvador la prestación de dicho servicio, para que, como corporación de derecho público, asuma las atribuciones y deberes necesarios, encaminados a la consecución de tal propósito”.
Por cierto, el Art. 22, dice “Además de las funciones que le competen como máximo funcionario ejecutivo, el Rector tendrá las siguientes atribuciones y deberes: a) Defender los intereses de la Universidad…”. Pero el rector, quien es claramente un incondicional de la figura del presidente, también ha demostrado incompetencia en la conducción del máximo órgano de la UES, es el que menos vela por los intereses de los estudiantes.
Cuando apresaron a los primeros estudiantes en el marco del régimen de excepción, porque al soldado y al policía les parecieron “sospechosos”, justificó la medida.
Y hoy que afecta a la Universidad con los suspendidos-despedidos también guarda silencio, olvidando su papel y a sabiendas de la enorme pérdida para el país que 30 de estudiantes con una carrera de medicina, por culminar, se queden sin ese valioso servicio de salud.
Al rector no le importa lo que significa formar un médico en un país que tanto requiere de esos profesionales.
Al rector se le ha olvidado que la Escuela de Medicina de la UES “es la más importante y especializada del país”, en la cual se han graduado los más prominentes médicos del país, como el Dr. Fabio Castillo, la Dra. María Isabel Rodriguez y el Dr. Salvador Moncada (científico radicado en Inglaterra), entre otros hombres y mujeres al servicio de la nación y la ciencia.
La sociedad salvadoreña debería, ante la ausencia o falta de firmeza de la UES, salir a las calles a defender a los futuros profesionales de la salud.