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¿Por qué las izquierdas guatemaltecas son «empáticas» con los EEUU?

Por Ollantay Itzamná*

Tomado de Rebelión

Cuando uno revisa las inconclusas historias de Guatemala, en especial el siglo que corre de 1923 a 2023 (vigencia de la Doctrina Monroe), el común denominador es el intervencionismo norteamericano. No sólo abortando la Revolución Nacional en 1954 para evitar el “comunismo”, o empujando a la firma de los Acuerdos de Paz (1996) para implantar el sistema neoliberal, sino también configurando el “sentido común” de la colectividad para instalar la “creencia” de: Bernardo Arévalo/Semilla es la única opción esperanzadora en un país que en doscientos años no pudo ser.

Tres verdades “infalibles” que constituyen la certeza ideológica de las izquierdas en relación con los EEUU

Lo que es bueno para los EEUU es bueno para Guatemala. Por esta verdad compartida en el subconsciente colectivo (producto de la condición de colonialidad) se aplaude con gratitud todas las políticas humillantes del gobierno norteamericano para con Guatemala.

Empresas norteamericanas se apropiaron de los suelos fértiles,  del negocio de la electricidad. El mercado interno es un mercado cautivo norteamericano. Guatemala se ha convertido en el basurero de automotores de segundo uso gringo… Pero, nadie cuestiona el sistema imperial norteamericano, tampoco el neoliberalismo. Aquí, se celebra con gratitud que el yanki ponga o deponga gobernantes.

La cooperación financiera norteamericana es tan benigna para el país como lo fueron las “obras franciscanas” durante la cristiandad colonial. De todas las ONG que actualmente apoyan a Bernardo Arévalo, y a lo que fue el partido Semilla, todas o casi todas alardearon públicamente el logotipo de la USAID como su financista. En los informes financieros de la USAID constantemente aparecen mencionadas organizaciones indígenas como 48 Cantones.

En el imaginario revolucionario de estos lares, el acceder a una beca, financiamiento o trabajo con la USAID es un vehículo de ascenso social o de estatus revolucionario. Quizá esto explique por qué la suspensión de la visa norteamericana sea asumida en Guatemala como el peor castigo sociopolítico.

De esta manera, la disminuida cooperación financiera de la USAID es asumida casi como la bendita caridad franciscana que se distribuía al pobrerío durante la Colonia española… Quién se atreva a cuestionar a la USAID es censurado como “anatema sit”.

Los actores o sujetos legitimados por Washington son tan buenos/santos como los ungidos por el Emperador cristiano. Actor político, social, cultural, económico o religioso que tenga el respaldo norteamericano es asumido como actor bueno y legítimo para Guatemala.

Si Washington respalda a un actor, los delitos que se le impute en Guatemala al mismo vienen sobrando. El partido Semilla que llevó a la presidencia a Bernardo Arévalo fue denunciado y sentenciado por la falsificación de 5 mil firmas, dinero no declarado, entre otros. Pero, todo eso ingresa con signo positivo en el imaginario colectivo de las izquierdas que creen que el “Salvador chapín proviene de Washington hablando inglés fluído”

Situación similar ocurre con los actuales actores indígenas que “luchan” por salvar la democracia patronal o por reoxigenar al racista Estado nación criollo. Si estos tienen la venia de la OEA, de la Embajada gringa o de la USAID son asumidos y aplaudidos como “héroes” por las izquierdas racistas.

Esta configuración cultural patológica se escamotea incluso en movimientos anti imperialistas como el Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP). “No tenemos que ser tan elementales y atacar a los EEUU” “No debemos publicar los delitos o la sentencia judicial contra Semilla” “No debemos difundir la relación pública de los dirigentes de los 48 Cantones con la USAID”, son algunas jaculatorias que se escuchan sin mayor eco.

Lo cierto es que en la Guatemala actual el ser anti imperialistas o anti USAID ya no es cuestión ideológica, sino asunto de dignidad y claridad política existencial. La socialdemocracia jamás fue capaz de resolver las postergadas deudas históricas de las sociedades, mucho menos para los pueblos subalternos. Así, tampoco el progresismo norteamericano en Guatemala será capaz de dar trabajo a toda la izquierda pro norteamericana, mucho menos a las y los indígenas que, ahora, duermen en las calles cuidando la letal democracia patronal.

 

*Ollantay Itzamná. Defensor de Derechos de la Madre Tierra y Derechos Humanos desde Abya Yala.

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