AFP
Paulina ABRAMOVICH
El mandatario derechista Sebastián Piñera no logra aplacar las masivas y violentas protestas en Chile que estallaron hace 11 días y se saldan con 20 muertos pese a que hizo concesiones impensables hasta hace pocas semanas, de acuerdo con analistas.
Piñera ha intentado contener la crisis con una serie de medidas sociales -que incluyeron un aumento a la pensión básica y congelamiento de tarifas a servicios públicos- anunciadas en el clímax del estallido social la semana pasada.
Nada de eso era parte de su programa de gobierno y tampoco ha podido frenar los reclamos en pos de profundas reformas al sistema económico chileno que se mantienen como herencia de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Mala evaluación inicial
Las protestas estallaron hace dos semanas con un masivo llamado de estudiantes secundarios a evadir el pasaje del metro en rechazo al alza de su valor. El gobierno decidió mantener el incremento y los amenazó con aplicar una severa ley de seguridad interior del Estado. “Se hizo una inadecuada lectura de lo que efectivamente pasaba en Chile y se confundió, primero, este estallido social con un estallido generacional. Es decir, acá solamente se estaba manifestando una generación que no había vivido el golpe de Estado”, dice a la AFP el politólogo de la Universidad de Talca, Mauricio Morales.
Detrás de esa mala evaluación está el hecho de que Piñera se empecinó en cumplir el programa de gobierno que lo llevó a ganar la elección -con un 54% de los votos pero con una altísima abstención (del 60%)-, sin escuchar las demandas sociales, dice por su parte Claudio Fuentes, académico de la Universidad Diego Portales.
“El gobierno venía desde hace bastante tiempo planteando que ellos estaban ahí para cumplir con su programa y no se movían de esa posición en temas estratégicos”, dice Fuentes.
Escalar el conflicto
Cuando la situación comenzó a desbordarse, con ataques incendiarios a decenas de estaciones de metro y extendidos saqueos, Piñera afirmó que el país enfrentaba “una guerra”.
Decreta entonces el estado de emergencia, lo que implicó la salida de miles de militares a las calles, en un país todavía traumatizado por la experiencia de la dictadura de 17 años de Augusto Pinochet.
“El estado de excepción lo que hizo fue escalar el conflicto rápidamente, generando un problema mayor porque ya no es solo la demanda social sino que también eventuales violaciones a los derechos humanos”, agrega Fuentes.
Medidas acotadas
Luego, Piñera pide disculpas y dice haber escuchado el “mensaje” del pueblo, presentando un paquete de medidas, que incluyó entre otras cosas un aumento de las pensiones básicas y una rebaja en las tarifas públicas.
“Esas propuestas no le hicieron ni cosquillas al movimiento ciudadano”, dice Mauricio Morales.
“Son totalmente insuficientes, porque son muy acotadas ni apuntan al fondo del asunto”, afirma de su lado, Claudio Fuentes, frente a los reclamos de profundas reformas a los sistemas de pensiones, de salud y de educación.
Cambio de gabinete tardío
Después de 10 días de protestas, Piñera cambió a ocho de sus 24 ministros, entre ellos su cercano y cuestionado jefe de gabinete Andrés Chadwick, apostando por una nueva generación de políticos más jóvenes y de una derecha más social. Pero mantuvo a otros ministros fuertemente criticados por la ciudadanía.
“La decisión estuvo a la altura: el mandatario movió el eje de administración hacia el centro”, plantea el politólogo Max Colodro en un columna en el diario La Tercera.
Aunque tardío, “ha sido hasta ahora su único acierto, porque representa un cambio generacional”, plantea Mauricio Morales, mientras que para Claudio Fuentes el nuevo equipo de ministros es “un cambio de tono”.
Acorralado por las masivas protestas y con la menor popularidad que registra un mandatario en democracia (14%), Piñera debería “llamar a un gran pacto tributario”, que permita subir el sueldo mínimo -hoy de 301.000 pesos (418 dólares) y aumentar nuevamente las pensiones, plantea Mauricio Morales.