Rafael Lara-Martínez
New Mexico Tech,
Desde Comala siempre…
II. Etno-Grafía del Mall
En tercer lugar, al otorgarles significados precisos, las estructuras sintácticas culminan en su interpretación hermenéutica, a menudo desdeñada. Un simple estribillo cotidiano —“somos como estamos”— plantea la dificultad interpretativa que, por traducción inglesa, desgaja el Ser del Lugar, según amplia consulta: “we are as we are / it is what it is” (entrevistas realizadas a hispanos en Coronado Mall y zonas comerciales, Albuquerque, NM, 2017). El entorno físico desaparece de la mirada, pues el sujeto lo recubre de una pátina cultural: urbana, agrícola, arquitectónica, jardines, etc. Lo regional se disipa ante el proyecto omni-presente y global de los transeúntes quienes merodean su inquietud revestida de un modelo dual, entre el hecho y el dicho. El valor de la hazaña lo glosa un relato. De la computación al consumo, hasta el simple paseo, el ser humano circula por un espacio encerrado. En su estancia artificial, ansía volcar lo particular a lo universal, ya que la diferencia vale al contribuir a lo homogéneo. El peatón camina como “peregrino inmóvil” por pasillos anónimos en su lustre (J. Lezama Lima). No vive más reiteración ni cambio que el eterno retorno de las temporadas: “it’s that time of the year again; the most wonderful time of the year”. Gira bajo melodías —de moda en letanía— entre la grasa fragante del fast-food y las tiendas en retahíla.
La sarta de estribillos en matraca la disputa la recua de canciones a la moda. El juicio crítico de su alcance ya no lo determina el simple valor est-Ético: esthetic à esth-Ethics/Ethical. Ante todo, deriva de la validez con la cual la monotonía de clichés satura el oído. Del ciclo estacional —“Jingle Bell”; “White Christmas”; “We Wish You…”, etc.— hacia el “Hit-Parade”, la redundancia impone el ritmo en tonadas de moda. Se prosiguen coplas y sonidos aliterados. Hasta el cansancio, muy “despacito” la frecuencia serial se escucha como única melodía posible: “who’s taking you home, home, home, home” en novenario (Maroon 5); “I’m in love with your body…come on, be my baby, come on” en octeto mínimo (Ed Sheeran). Este relevo musical del pájaro exhibe un estricto sustituto de lo natural. No lo afecta entre cuáles dos mares encuentre su estancia, su stanza asonante. La estancia y stanza casi siempre suceden en “inglés aunque no lo sepamos” hablar más allá del abstract (Kali Mutsa).
Una rima idéntica la impone el vestido, ahora que ya no se distingue del disfraz en uniforme transnacional. La etiqueta la dictan los lugares de trabajo, unos estrictos y otros más libres. Todos ejercen una jerarquía severa. Casi siempre, la filiación la marcan letras al pecho. El alfabeto divulga cómo el cuerpo individual lo completa la corporación social. A veces, en mensaje sencillo, la temporada guía la usanza. Así sucede estos días en los cuales el rojo estridente aflora al torso. A la cabeza, se tiñe de cuernos o sombreros que lo coronan en cresta risueña. El busto y la voluntad evocan estampas extrañas. Sin referente en el desierto, esas siluetas lejanas inmigran a encarnarse en las dependientas. “Esto soy yo” confirman el demostrativo neutro en capucha oficial de la Persona. Gozosas las asumen con la entereza de expresar lo familiar. No reconocen las figuras ajenas por razón laboral, sino las perciben en cariño entrañable a lo suyo. Como la piel, las apariencias foráneas las acicalan del atuendo diario, al tatuarlas de un grafiti semejante al propio sudor. La flora y la fauna intrusas al páramo se vuelven más tangibles que los escasos arbustos opacos. Deshojados y balbucientes, siempre me acompañan desde la distancia. En su margen de olvido anidan la soledad de lo invisible, mientras suspiran alimentar a quienes alzan en vilo, pese al ayuno del amor.
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