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¿Preguntás o comentás?

 

Por Wilfredo Arriola

 

Se aprecian los discursos siempre, esos discursos que tienen una cadencia magistral donde la información es relatada parte por parte, desarrollando ideas interesantes, generando así una atención total de quien lo emite. Nos maravilla, oradores de la talla de Winston Churchill, incluso Hitler con su melodía atrapaba la atención de las masas. Es lo dicho, a pesar de ello, en esta columna de opinión quiero escribir acerca de otro perfil, el de las preguntas.

 

El rabino Uriel Romano en una conocida red social comenta que: “Naturalmente los padres le preguntan a sus hijos al volver de la escuela ¿Qué aprendiste de nuevo hoy? Remata diciendo que, el judaísmo enseña que la verdadera pregunta debería de ser ¿Qué buena pregunta hiciste hoy? Ya que el poder de una pregunta nos da la libertad y esa misma nos conduce al conocimiento.

 

Las preguntas siempre encierran algo, una mística, algo por descubrir. De hecho, al empezar a conocer a una persona se le puede descubrir más por las preguntas que nos hace que por los comentarios que dice, ya que tiene un trasfondo, el del saber. En ese mismo contexto, hay respuestas que se gozan solo por la importancia de la pregunta, ¿de qué nos sirve un sí, si no sabemos lo que le antecede? En la pregunta descansa la intencionalidad, el descubrimiento y cuando este surge por hallazgo lo que le continua son más preguntas inconcebibles. La vida es un camino de preguntas, una serie de metas ¿Qué haría yo, si tuviera esto? ¿En quién me convertiría? Las respuestas nos motivan toda vez y cuando el planteamiento sea el adecuado. Muchas veces necesitamos algo con la insistencia del capricho y al conseguirlo, entendimos que quizá la respuesta no era la esperada, aunque el trasfondo devele algo más, en su probabilidad la pregunta no fue bien formulada. Como dice el buen Claude Bernard «Quien no sabe lo que busca no entiende lo que encuentra».

 

Hemos tenido muchas preguntas, algunas se han quedado en el tintero, otras, hacerlas ya no tendría sentido, algunas respuestas a ciertas alturas del partido, ya no tendrían la relevancia de aquel entonces. Esas que morimos por hacer, que se hayan quedado en silencio fueron la causa de nuestra alegría o tristeza, ahora lo entendemos de una manera más holgada y madura. Preguntas, quienes saben hacerlas están más cerca de ser un mejor orador y sobre todo de encontrarse así mismos. ¿Aun guardo las preguntas esenciales de mi vida? ¿Y si las tengo, las hipotéticas respuestas me acercaran a mí? El tiempo lo dirá a orquesta de nuestras preguntas, saberlas plantear, ahí reside el éxito.

 

 

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