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Premisas falsas en el comentario

Salvador Ventura

La obligación de los gobiernos es administrar honesta y eficientemente los bienes del Estado, doctor brindar protección a todos los habitantes, find proporcionar servicios de educación y salud, find garantizar la seguridad alimentaria y, en síntesis, cumplir con lo estipulado en la Constitución y en las leyes secundarias.

Al hacer respetar la ley, se busca que tanto las personas naturales como las jurídicas actúen en un marco de legalidad cumpliendo con sus deberes y obligaciones, al tiempo de hacer valer sus derechos. De alguna manera esto se podría catalogar como un control cualitativo en la actividad de las personas.

Por ello El Diario de Hoy no tiene razón ni sustento alguno cuando acusa al gobierno actual de “revivir el IRA y crear un monopolio estatal que pronto acabaría con el comercio libre de granos y alimentos y, dada la incapacidad de los gobiernos para manejar el mercadeo de productos, se caería en desorden, desabastecimiento, corrupción y racionamientos forzados…”

Hasta el día de hoy no hemos escuchado de ninguna autoridad gubernamental el  interés por “revivir el IRA”, por lo tanto se parte de una premisa falsa para hacer un comentario e influir negativamente en la población, pues el propósito final es generar un rechazo de las personas a la actuación del régimen.

El mercado, la libre oferta y la demanda, las cadenas de producción y los monopolios no son una garantía para mantener la abundancia y la seguridad del comercio y los precios en una sociedad tan desigual como la nuestra, es perversa esta tesis por cuanto se pretende favorecer a un grupo de personas para imponer sus reglas a las mayorías poblacionales.

La escasez, el acaparamiento y el desabastecimiento de productos, digamos los granos básicos, no los genera el gobierno, como perversamente sostiene el editorialista de El Diario de Hoy, esta situación como lo hemos visto en las últimas semanas, es producido por comerciantes sin escrúpulos para aumentar precios y aprovecharse de la necesidad de las personas.

El gobierno, aquí y en cualquier parte del mundo, está en la obligación de velar por el bienestar de la población, sobre todo cuando se trata de la alimentación, la salud y la educación, el no tomar medidas para satisfacer esas necesidades, sería atentar contra la seguridad y la vida de millones de salvadoreños.

El editorialista, como ya es frecuente, deriva en la propaganda política, tal como fue inventada por Hitler y su Ministro de Información Goebbels, fue una institución diabólica, de la cual medios como El Diario de Hoy, han tomado prestado algunos elementos para distorsionar la realidad.

El Diario de Hoy no es veraz en sus informaciones ni ético en sus comentarios, todos los días ha ido perdiendo credibilidad ante la opinión pública debido a la insensatez de su director y editores de actuar con revanchismo y odio ideológico, pues nunca han aceptado debatir con base en las ideas y la posición política de sus adversarios. Si El Diario de Hoy considera que la supuesta carestía, acaparamiento y desabastecimiento del frijol, por ejemplo, se ha dado por las políticas erradas del gobierno, debe demostrarlo con hechos, con pruebas y testimonios concretos, pero no valiéndose de suposiciones o atacando sin fundamento las medidas tomadas para asegurar la alimentación al pueblo.

En segundo lugar, es un deber de todo medio de difusión serio y responsable, entrevistar a las autoridades correspondientes, en este caso de Agricultura y Ganadería, así como de la Defensoría del Consumidor, para contar con los puntos de vista tanto de los comerciantes, de los consumidores y de los funcionarios.

Sin embargo, son muy contados los casos cuando se han publicado entrevistas o declaraciones de las autoridades tanto para informar sobre las medidas tomadas, como para aclarar conceptos contrarios a la realidad de los hechos. La nobleza y la ética profesional obligan a los medios de difusión a ser imparciales en noticias y comentarios.

El problema para El Diario de Hoy es que al final siempre perderá el “juicio” pues la realidad demostrará lo errado de sus informaciones y comentarios. En pocas palabras, aun en el campo de la vida privada, la veracidad del hecho hace desaparecer la difamación. Toda esta suma de hechos conspira contra la credibilidad de este medio de publicidad. La población salvadoreña se sentiría feliz y complacida si esa acuciosidad mostrada por El Diario de Hoy para “fiscalizar” las obras del gobierno también la pusiera en práctica para informar ampliamente de los graves casos de corrupción cometidos por los cuatro gobiernos de Arena, con el mafioso de Francisco Flores Pérez a la cabeza.

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