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Prensa de partido

Luis Armando González

La prensa de partido ha existido desde hace mucho tiempo. Se trata de una prensa identificada abiertamente con una institución partidaria –con la ideología, illness decease   propuestas y estrategias de un partido político—, illness a la cual se promociona permanentemente, there   con el fin de fortalecerla, generarle adeptos y librar una “lucha ideológica” en contra de sus rivales políticos. No se trata, asimismo, de una mera afinidad ideológica –de lo cual no está exenta la prensa no partidaria—, sino de una identificación plena, que se explica por la vinculación orgánica de la prensa de partido a una formación política determinada.

En la actualidad, la expresión “prensa de partido” no se limita sólo a los periódicos impresos o a revistas también impresas –como sucedió en prácticamente la primera mitad del siglo XX— sino que incluye medios audiovisuales tradicionales (radio y televisión), así como publicaciones y sitios en Internet.  Pero la intención es la misma: la prensa de partido de ahora, al igual que la del pasado, está expresamente al servicio de un partido político, y quiere ser reconocida por su identificación con el mismo. No le avergüenza su vínculo partidario, en lo absoluto, sino que lo proclama abiertamente.

Se podrá o no estar de acuerdo, con la mencionada identificación, pero no con la legitimidad de la prensa de partido.  Su contribución al debate ideológico es clave, al igual que lo es su papel como referente de lo que ofrece determinado partido a sus militantes, simpatizantes y ciudadanos en general. Su vínculo partidario no le resta importancia política o ideológica a esta prensa, sino todo lo contrario. Su función en la forja de la identidad partidaria es sociológicamente inestimable, como bien lo pone de manifiesto la historia de las grandes formaciones políticas europeas (comunistas, socialistas, social demócratas, demócrata cristianas) y sus importantes periódicos.    

A diferencia de la de partido, la prensa no partidaria –aunque con afinidades políticas claras hacia la derecha, la izquierda o el centro derecha o el centro izquierda— no busca ser reconocida por su afinidad ideológico-política. Intenta posicionarse ante el público a partir de elaboraciones (noticiosas, de opinión) que abarquen en lo posible la diversidad de tendencias políticas, culturales y sociales. La prensa no partidaria, en otras palabras, trata de ser una prensa “profesional”, reservando su identificación política e ideológica a su sección editorial. En la medida que se acerca más a ese ideal, gana credibilidad, prestigio y respeto ante los diferentes sectores sociales. 

En la medida que se aleja, lo pierde. Y cuanto más se aleja, su descrédito social es mayor.

¿Cuándo sucede eso? Cuando una prensa que se declara y se precia de su no partidismo –y se jacta de su profesionalismo— se convierte en vocera de un determinado partido político, pero pretende encubrir su actuación política ideológica con un manto de neutralidad, objetividad y profesionalismo.  

Todo su quehacer –informativo, de opinión, editorial— se pone al servicio de un partido, pero eso –hipócritamente—no se reconoce, sino todo lo contrario: se insiste en que se habla con la verdad para todos los ciudadanos.  No es raro que cuando la prensa obra de esta manera termine por manipular aviesamente la realidad y, en definitiva, por mentir descaradamente.  

O sea, no hay peor daño al periodismo que la hipocresía política, porque cuando se sale de control da lugar a su perversión mediante la mentira y el engaño disfrazados de “objetividad” y “neutralidad”. 

En nuestro país, El Diario de Hoy ha terminado irremediablemente en esa condición, con el subsiguiente descrédito social.  La Prensa Gráfica ha sido errática en sus esfuerzos de ser una prensa no partidaria, pese a sus afinidades, legítimas, con la derecha del país. En coyunturas políticas importantes La Prensa Gráfica suele perder el norte del profesionalismo, con lo cual ha diezmado el prestigio logrado en otros momentos.

El papel de este periódico en la presente coyuntura, por lo menos hasta hace un par de semanas, lo puso en la ruta del desprestigio social al casi convertirse, en la práctica, en una prensa del partido ARENA. 

Y esto para decirlo de manera poco drástica, pues para algunos sectores críticos de la sociedad –con justa razón— el “casi convertirse” no es tal, pues su ejercicio informativo, de opinión y editorial ha estado plegado a la derecha partidaria desde hace bastante tiempo.  

Por las razones que sean, en la última semana el periódico ha dado un incipiente giro (tardío, por cierto) hacia la mínima prudencia y el mínimo profesionalismo. 

Desde El Diario de Hoy no se ha hecho esperar los reclamos fuera de tono, como si quedarse solo en la abyección periodística no les cayera en gracia a sus dueños, editores y columnistas. Ningún periódico puede exigir a otro seguir sus mismas prácticas sucias y poco profesionales. En el caso de La Prensa Gráfica, sus lectores –aunque no comulguemos con sus afinidades de derecha— sí tenemos derecho a exigirle que cumpla con su lema de ofrecernos “noticias de verdad”, sin exclusiones y sin tergiversaciones.

Quizás –siendo pesimistas— la distancia y diferencias entre La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy no sean tantas, o no existan, o si existen son mínimas y fáciles de superar. Y es que se parecen mucho en tantas ocasiones, que no es inevitable no concluir que son lo mismo. 

Pero, en otras, el primero de los periódicos ha dado indicios de no ser igual al segundo. Son esos indicios los que permiten pensar que tal vez sea posible, en algún momento, La Prensa Gráfica se convierta en algo distinto a El Diario de Hoy. Es, en definitiva, su credibilidad periodística la que está en juego. Ni más ni menos.  

 

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