Prensa Latina
El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, recorrió hoy varios lugares de interés histórico y cultural de esta norteña ciudad rusa, tras lo cual firmó sendos libros de visitantes.
Díaz-Canel visitó el Cementerio Memorial de Piskarevskoe, 28 kilómetros fuera de esta ciudad, donde depositó una ofrenda floral, una ceremonia seguida por una marcha de la guardia de honor, en medio de una pertinaz lluvia.
El estadista cubano indicó en sus reseñas en un libro de visitantes del referido monumento que fueron dos años y medio, 300 días de asedio y decenas de miles de muertos en la epopeya vivida por el pueblo de Leningrado.
Además, destacó en su escrito el papel que jugó la ciudad héroe de Leningrado en la Gran Guerra Patria, como ejemplo de resistencia y defensa de la tierra querida.
Junto a los luchadores del bloqueo de Leningrado estuvo el joven cubano Aldo Vivo Laurent, señala el jefe de Estado en sus impresiones, plasmadas en el libro de visitantes del mencionado centro histórico.
Al respecto, el mandatario cubano estimó que los tiempos que corren son convulsos y de incertidumbre ante ‘la escalada agresiva del imperialismo yanqui’.
Inspirados en la historia de resistencia de Leningrado, el pueblo ruso y cubano deben defender su soberanía e independencia, destaca el estadista de la isla.
Díaz-Canel también visitó el histórico crucero Aurora, donde las autoridades de ese buque-museo explicaron detalles sobre las tradiciones de los marineros rusos antes y después de la Revolución de Octubre, en la cual el citado crucero jugó su papel.
En el recorrido por el referido buque, el presidente cubano presenció al menos dos materiales interactivos, en los cuales se expusieron pasajes históricos y heroicos de la mencionada nave.
Además, el presidente cubano recibió como obsequio un libro sobre la historia del Aurora, un ejemplar que, según contó el responsable del museo, solo se otorgó hasta ahora a los mandatarios ruso, Vladimir Putin, y chino, Xi Jimping.
La jornada de este domingo también incluyó un recorrido por varios salones del museo de artes Hermitage, donde pudo presenciar, entre otras obras exclusivas de ese centro, el funcionamiento del Reloj Pavo Real, construido en 1777, aunque este es casi imposible verlo funcionar.
Al término de su estancia en el centro, el jefe de Estado escribió en el libro de visitantes que había razones para desear un regreso al Hermitage.