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El presidente del Parlamento de Kuwait, Marzuq al-Qanem, arrojó a la basura el acuerdo del siglo de Estados Unidos, un desastre de solución al conflicto palestino-israelí.
“En representación de los pueblos árabes e islámicos y defensores de la libertad del mundo, tiro estos documentos del llamado acuerdo del siglo al cubo de basura de la historia, que es donde debe estar”, ha señalado en su discurso el sábado en la reunión de emergencia de la Unión Parlamentaria Árabe, en Amán, capital de Jordania; y acto seguido ha arrojado los papeles del llamado pacto de paz de Estados Unidos a la papelera.
Al-Qanem deja claro que “tarde o temprano la ciudad de Al-Quds (Jerusalén) regresará al pueblo palestino”. Los comentarios y la decisión de Al-Qanem han recibido los aplausos de los participantes en la reunión.
El encuentro tenía como objetivo apoyar al pueblo palestino y su causa legítima y, además, abordar las implicaciones del “acuerdo del siglo”, anunciado el recién pasado enero por el presidente Donald Trump.
El acuerdo anti-Palestina ignora, de hecho, todos los derechos de los palestinos, incluido su derecho a formar un Estado con Jerusalén como capital. Además, de concretarse, Al Quds pasaría a ser la capital de Israel, y ese régimen obtendría la soberanía sobre el Valle del Jordán y los ilegales asentamientos israelíes en la Cisjordania ocupada.
Dicho plan también pone en peligro la formación de un Estado Palestino, que se convertiría en un archipiélago de ciudades con fronteras separadas las unas de las otras, conectadas exclusivamente por medio de túneles y puentes. En ese mapa, la ciudad de Jerusalén, el Valle del Jordán y el norte del mar Muerto estarían dentro de los límites del régimen israelí y la ocupada Cisjordania y la Franja de Gaza, unidas por túneles.
El anuncio del presidente de Estados Unidos ha desatado una ola de condenas tanto a nivel internacional como entre los palestinos. El presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, ha asegurado que el acuerdo de «conspiración» de Trump acabará “en el basurero de la historia”, recordando otra vez que Jerusalén “no está a la venta”.
