Por Kelly Velásquez
Czestochowa/AFP
Miles de católicos acogieron este jueves a Francisco en el santuario de Czestochowa, en lo que ha sido el primer baño de multitudes del papa argentino en Polonia, donde sufrió una caída pública sin consecuencias.
«El papa está bien. Regresó en helicóptero porque el tiempo mejoró», aseguró a la AFP el estadounidense Greg Burke, nuevo portavoz del Vaticano.
El pontífice había cambiado su programa en la mañana para trasladarse en automóvil y no en helicóptero de Cracovia a Czestochowa, a unos 100 kilómetros de distancia, y se temía que el regreso en helicóptero hubiera sido decidido por su aparatosa caída, transmitida en directa por televisión.
Antes de la solemne ceremonia para conmemorar el 1050 aniversario del «bautizo de Polonia», a la que asistieron numerosos obispos de todo el mundo así como las autoridades nacionales, el papa, de 79 años, se cayó mientras se dirigía al altar, lo que generó inmediatamente preocupación.
Francisco cayó de un escalón no muy alto mientras caminaba hacia el altar y tuvo que ser levantado por un grupo de religiosos que lo asistían, tras lo cual prosiguió la celebración sin problemas.
No es la primera vez que Francisco se cae, ya que en varias oportunidades se ha tropezado públicamente y en una ocasión se enojó por los empujones de los fieles que le provocaron la pérdida de equilibrio.
Francisco llegó a bordo del papamóvil a la explanada del popular santuario de Jasna Gora, el lugar donde desde el siglo XIV se venera el icono de la «Virgen Negra», llamada así por el color de su piel y donde una muchedumbre silenciosa lo esperaba.
Antes de celebrar la misa el papa se recogió en silencio en la capilla ante el icono, que según la tradición fue realizado por San Lucas, que lo pintó con el verdadero color de su piel.
Igual que sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI, Francisco donó una rosa de oro, el regalo tradicional que los pontífices ofrecen a los santuarios marianos.
«No ceder a la tentación de aislarse e imponerse»
Ya en el altar, con el santuario a sus espaldas, el papa argentino presidió una misa solemne en honor de Polonia, entre los países más católicos del mundo.
«Dios prefiere instalarse en lo pequeño, al contrario del hombre, que tiende a querer algo cada vez más grande. Ser atraídos por el poder, por la grandeza, por la visibilidad es algo trágicamente humano», dijo Francisco ante la multitud, que según algunos medios locales superaba los 200.000 personas, la mayoría polacos.
En presencia del presidente Andrzej Duda, la primera ministra Beata Szydlo y el líder del partido conservador Derecho y Justicia(PiS), Jaroslaw Kaczynski, todos católicos practicantes, el papa pidió no ceder «jamás a la tentación de aislarse e imponerse».
Una alusión a las tensiones por las divisiones políticas entre los conservadores en el poder y los que son considerados herederos del régimen comunista.
Un imponente dispositivo de seguridad, incluido el despliegue de ocho helicópteros, acompañó el regreso del papa a Cracovia, todo un desafío por lo que han sido movilizados 20.000 efectivos ante la psicosis de atentados que ronda en el viejo continente.
El papa inició su segunda jornada en Polonia, la tierra de Juan Pablo II, con una visita privada al anciano cardenal polaco Franciszek Macharski, de 89 años, hospitalizado en Cracovia, y acto seguido con las monjas de las Hermanas de Presentación en un monasterio de la ciudad.
Francisco llegó el miércoles a Polonia para una visita de cinco días, donde una multitud festiva de jóvenes católicos de todo el mundo lo espera este jueves en el enorme parque de Blonia, en el centro de la ciudad, para presidir la Jornada Mundial de la Juventud, conocida como el «Woodstock» de los católicos, creado por Juan Pablo II en 1986.
Pese a la seguridad y fiel a su estilo menos pomposo, el papa viajará en un tranvía moderno y ecológico, conocido como el «Krakowiak», con los colores del Vaticano blanco y amarillo, para llegar al parque.
La víspera, el pontífice argentino pronunció un discurso fuerte y político para pedir al gobierno polaco que acoja a los refugiados, un tema espinoso que incomoda hasta al episcopado.
A bordo del avión, el papa se refirió al asesinato el martes en Francia de un sacerdote e insistió en el concepto de que el mundo está en guerra, «una tercera guerra mundial a pedazos», que, aclaró, no se trata de una «guerra de religiones».