Guadalajara / AFP
Yemeli Ortega
Sin ánimo de festejo, la primera gran caravana migrante que salió de Honduras rumbo a Estados Unidos cumple este martes un mes de un camino escabroso y minado de amenazas del presidente Donald Trump, aunque determinada a alcanzar el sueño americano.
Entre fatiga, hartazgo y dolencias físicas, los más de 5.000 migrantes -en su mayoría hondureños- que persisten desde el 13 de octubre en la marcha que salió de San Pedro Sula, amanecieron en la mexicana Guadalajara tras haber recorrido más de 2.000 km, mayoritariamente a pie y con autostop en algunos tramos.
Los migrantes no reiniciaron su trayecto hacia el norte a pie, como en los días previos, sino que el gobierno de Jalisco, el estado al que pertenece Guadalajara, puso a su disposición decenas de buses.
El acuerdo fue llevar a los migrantes hasta «el límite entre Jalisco y Nayarit, y otros transportes nos recogerían ahí para trasladarnos segura y dignamente a Sinaloa», un estado del noroeste sobre la costa del Pacífico, indica un comunicado de los líderes de la caravana.
Sin embargo, la AFP constató que los autobuses hicieron descender a los migrantes en la garita El Arenal, un punto muy alejado de Nayarit rodeado de desérticas montañas. Esto desató la furia e indignación de los centroamericanos.
«Esta es una clara decisión por el gobierno del estado de Jalisco de sacarnos de Guadalajara sin cumplir con su palabra», indica el comunicado.
Bajo un inclemente sol, los miles de migrantes, entre ellos numerosos niños y algunos ancianos, se iban acumulando alrededor de la garita. «¡Nos engañaron!», gritaban algunos, indignados.
Pero el enojo y la desorientación no les inmovilizaron, y empezaron a pedir aventón a tráileres de carga o camiones de remolques, esperando llegar hasta Sinaloa.
– «Un crimen mentirnos» –
«Es un crimen mentirnos así porque saben que no conocemos el lugar. Venimos con mujeres y niños que ahora están sufriendo aquí tirados. El niño tiene sed y no hay ni de dónde sacar agua», lamentó José Rubio, un hondureño de 23 años que viaja con su esposa y tres pequeños hijos.
Con este sin sabor la caravana cumple un mes de haber arrancado.
«No celebramos absolutamente nada. ¿Cómo vamos a festejar que estamos sin casa, sin trabajo, cansados, enfermos, sin seguridad para nuestro futuro?», dijo a la AFP Wilson Ramírez, un hondureño de 60 años mientras hacía una larguísima fila en espiral para salir del auditorio que sirvió de albergue en Guadalajara.
En su trayecto por México, la caravana llegó a sumar 7.000 integrantes según la ONU, pero muchos han claudicado en el camino. Sin embargo, los 5.049 migrantes que lograron llegar a Guadalajara -según cifras de autoridades locales- están determinados a llegar a Estados Unidos a pesar de los obstáculos.
A esta gran caravana le siguen a la distancia otras dos, con unos 2.000 migrantes cada una, mientras más reducidos se adelantaron a la frontera con Estados Unidos.
El domingo pasado llegó un grupo de unos 75 transexuales y algunos homosexuales a Tijuana, y este martes arribaron nueve autobuses con 350 migrantes, todos integrantes de la primera gran caravana, constató la AFP.
En tanto que el gobierno de Estados Unidos ha cerrado parcialmente con barricadas y alambres de púas las garitas de San Ysidro y Otay Mesa, del estado de California.
– Los obstáculos de Trump –
El 9 de noviembre, Trump decretó el fin de los pedidos de asilo para quienes ingresen ilegalmente Estados Unidos, una medida que busca disuadir a los migrantes centroamericanos que avanzan por México hacia la frontera sur estadounidense escapando de la pobreza y la violencia de sus países.
Con esa medida, la administración Trump busca que el gobierno mexicano se haga cargo de los migrantes, al estipular que el decreto perderá vigencia si antes se llega a un acuerdo que «permita a Estados Unidos expulsar extranjeros a México».
Según el gobierno estadounidense, las patrullas fronterizas registraron más de 400.000 ingresos ilegales en 2018. Y en los últimos cinco años, el número de solicitantes de asilo ha aumentado un 2.000%, desbordando el sistema, que tiene más de 700.000 casos acumulados para procesar.
Trump acusa a los migrantes de protagonizar una «invasión» y para contenerlos dispuso el envío de miles de soldados a la frontera sur.
El 5 de noviembre, unos 4.800 soldados fueron desplegados, informó el Pentágono, que dijo que «pronto» espera tener más de 7.000 soldados en servicio activo en la zona.
Unos 2.100 reservistas de la Guardia Nacional llevan ya varios meses en la frontera.
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