Dr. Víctor M. Valle
El primero de mayo recién pasado caminé, stuff en la marcha de los trabajadores de San Salvador, sildenafil desde El Salvador del Mundo hasta el Hospital Rosales y de regreso, para escuchar los discursos de los dirigentes. Al ver decenas de miles de trabajadores, vibrantes y combativos, en medio de mantas, carteles y grupos musicales con las eternas consignas a favor de la justicia para todos los trabajadores, me revitalicé, me emocioné mucho y, sobre todo, recordé cómo eran los primeros de mayo en El Salvador hace cuatro o cinco décadas.
Comparar las marchas del primero de mayo del pasado con la que recientemente se llevó a cabo, permite darse cuenta cómo ha cambiado y progresado El Salvador políticamente. Los cambios deben consolidarse y avanzar, también, en lo económico y social.
Desde 1889, el primero de mayo es el día internacional de la solidaridad de la clase trabajadora o, dicho resumidamente, el Día del Trabajo. Actualmente, es sabido, solo Estados Unidos y Canadá y a lo mejor algún otro país, no celebran el día del trabajo el primero de mayo y prefieren hacerlo el primer lunes de septiembre. Y eso tiene sus razones.
El Congreso Obrero Socialista, celebrado en Francia en 1889, decidió que el primero de mayo sería el día especial de los trabajadores del mundo en homenaje a los Mártires de Chicago, como fueron conocidos unos sindicalistas de Estados Unidos ejecutados en la horca por su participación en las luchas por conquistar jornadas de ocho horas de trabajo y por organizar una huelga, en demanda por dicha reivindicación, que comenzó el primero de mayo de 1886.
Cinco ciudadanos, tres periodistas y dos obreros, fueron condenados a morir en la horca. Fueron ejecutados el 11 de noviembre de 1887. De los cinco condenados a muerte, uno se suicido antes de la ejecución. Al final, cuatro fueron los ejecutados. Coincidentemente, José Martí cubrió este evento histórico como corresponsal, en Chicago, del diario La Nación, de Argentina y en su reportaje describió los momentos finales de estos cuatro mártires de la causa de los trabajadores así: “Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable… “
Después de este martirio, los patronos de Estados Unidos fueron aceptando paulatinamente la jornada de ocho horas. Y la historia se ha repetido a lo largo de los tiempos: las conquistas de los derechos de los trabajadores han sido regadas con sangre de mártires.
Por eso se celebra el primero de mayo y se seguirá celebrando, porque siempre el mundo y su historia serán movidos por la energía transformadora de los trabajadores.
Sobre todo eso pensé cuando marché el recién pasado primero de mayo. Recordé y comparé. En mis días juveniles, las marchas, aunque no muy grandes, eran combativas, desafiantes y riesgosas. Siempre había el temor de que fueran reprimidas o que al final se dieran algunas capturas de dirigentes políticos o sindicales, pues las marchas eran organizadas por las organizaciones de izquierda.
Recuerdo la de 1968, cuando marchamos desde la Facultad de Medicina, sita entre la 25 Avenida y la Calle Arce de San Salvador, hasta la histórica Plaza Libertad. En el desfile marchó la delegación del Sindicato de Trabajadores Universitarios Salvadoreños (STUS), fundado e inscrito oficialmente en 1966, durante el gobierno del Coronel Julio Rivera que abrió un poco las puertas hacia la democratización. Ya en 1964 había propiciado la representación proporcional en la Asamblea. El STUS era miembro de la Federación Unitaria Sindical Salvadoreña (FUSS) cuyos dirigentes notables eran Salvador Cayetano Carpio y Dimas de Jesús Alas, fundadores, en abril de 1970, de las Fuerzas Populares de Liberación.
En tiempo de la FUSS se vivía la antesala de lo que vino después: el despliegue de fuerzas guerrilleras que se organizaron en una insurgencia que resultó políticamente triunfante.
La delegación del STUS en esa marcha de 1968 estaba integrada, entre otros, por Tirso Canales, Alfredo Castro Quezada, Domingo Mira, Víctor Valle y Miguel Sáenz Varela. Hay una fotografía tomada por Raúl Castellanos Figueroa, dirigente del Partido Comunista, desde la segunda planta de un edificio ubicado media cuadra antes del Portal La Dalia, el sitio histórico situado enfrente de la Plaza Libertad. Se lee al frente una consigna: “STUS exige código de trabajo avanzado”. Raúl, quien casi siempre andaba clandestino protegiéndose para no ser capturado por el simple hecho de ser izquierdista, logró que un amigo le permitiera tomar, sin ser visto, la fotografía de nosotros que “habíamos ganado la calle”.
El Salvador, en el año 1968 de ese desfile, estaba gobernado por el general Fidel Sánchez Hernández, que tenía como director de la Guardia Nacional al general José Alberto Medrano, militar muy represivo vinculado a la CIA del gobierno de los Estados Unidos. El país estaba en la antesala de hechos señeros: la primera huelga de ANDES-21 de Junio, de 1968, cruelmente reprimida por el gobierno, inclusive con el asesinato de dirigentes como Saúl Santiago Contreras y Oscar Martínez Carranza; la guerra contra Honduras de julio de 1969 y el surgimiento de los primeros grupos guerrilleros en 1970.
El primero de mayo de 2014 fue distinto. Decenas de miles de trabajadores desfilaron varios kilómetros sin miedo a represión alguna, con absoluta libertad de expresión y con un renovado y crecido espíritu combativo para defender derechos y ampliar libertades. Y lo más importante fue que, al final, se tuvo la presencia del Presidente y Vice-presidentes electos que tomarán posesión el primero de junio próximo.
Es impresionante ver cómo dos luchadores sociales, devenidos combatientes del pueblo en legítima defensa por la perenne represión de la dictadura, son ahora Presidente y Vice-presidente de la República que celebran el primero de mayo junto a los trabajadores. Salvador Sánchez Cerèn y Oscar Ortiz, comandantes guerrilleros, protagonistas de negociaciones estratégicas y con 20 años de experiencia en conducción política (entre los dos hay experiencia acumulada como ministro, diputado, alcalde y vicepresidente de la República) se aprestan a presidir, desde el próximo primero de junio, un gobierno surgido de las entrañas del pueblo y con raíces en una larga historia de luchas populares.
¡Cómo han cambiado los tiempos! Una guerra civil y una insurgencia con apoyo popular fueron necesarias. Tenemos libertades políticas. Ahora hay confianza que tendremos una unidad trabajadores-gobierno para construir un mejor país. Esa es la esperanza y la lucha.
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