Francisco Javier Bautista
Hay quienes no conocen el hielo –que conoció Darío y “muchos años después” Aureliano, recipe según García Márquez-, sickness el agua potable, troche el mar –Bolivia sigue buscando la salida- y la nieve, nunca han calzado zapato –Saramago usó hasta los catorce años-, ni estado en un inodoro –en la Academia de Policía me percaté que varios jóvenes no sabían cómo funcionan-, ni usado lavamanos, no han abordado un avión, un tren, un barco, no han dormido en una cama limpia y tibia, no han probado comida fresca y saludable, quienes no han visitado una escuela, no pueden leer ni escribir, o quienes sabiendo, nunca han leído un libro.
Hay quienes nunca han escuchado la música, las voces, los sonidos, porque son sordos; o nunca vieron un rostro, una imagen, quizás solo perciben las luces y las sombras sin distinguir formas ni detalles, porque son ciegos; hay quienes no se pueden desplazar, no caminan, están impedidos de hacerlo por limitaciones físicas de nacimiento o porque las circunstancias los mutilaron.
Hay quienes no pueden tener hijos y quienes no pueden dejar de tenerlos y proliferan. Quienes no saben de sus padres, no tienen familia, deambulan por las calles, ignoran su origen, no tienen nombre o asumieron cualquiera, no están registrados en ninguna parte, son seres humanos “inexistentes”.
Hay quienes están presos y quienes estando “libres” son prisioneros de ataduras personales y sociales. Hay quienes han perdido la salud o nacieron sin ella, ignoran lo que es estar sanos, postrados en una cama sufren, sin atención médica, aunque no veamos los males físicos y psíquicos que le atormentan.
Hay quienes están en guerra desde que nacieron -¿Cuántos palestinos, iraquíes, afganos, libios, kurdos, etc., sufren los estragos de la confrontación interna y la agresión?-, no conocen qué es paz; hay quienes viven inseguros en la zozobra delictiva, sin respiro, se acostumbran a sobrevivir en la horrible realidad de conflicto, amenaza y muerte. La hambruna y la peste asolan a muchos pueblos.
Hay quienes se ahogan en alcohol y drogas, arrastran a su familia, sufren sin conocer la sobriedad, entrampados en un callejón del que a veces escapan y recaen. Hay quienes vencen y quienes son vencidos en la batalla diaria que cada uno libra. Hay quienes sufren violencia intrafamiliar, maltrato, sometimiento, exclusión, diversas esclavitudes, abuso sexual, incluso sin percatarse.
Hay quienes no saben qué es pobreza ni hambre ni dificultad económica para cubrir necesidades básicas, ignoran lo que es la falta de ropa para abrigarse, de comida para alimentarse, de casa para vivir, de cama para descansar, de trabajo para subsistir. Hay quienes no tienen nada de qué preocuparse porque todo lo tienen resuelto; desconocen solidaridad y compromiso; hay quienes evaden obligaciones, engañan y se aprovechan de otros, son insensibles al dolor al ajeno y a veces lo provocan indiferentes. Hay quienes nacen en cunas de oro, tienen en exceso, acumulan y heredan títulos, poder, influencias riquezas y apellidos. Hay quienes no aman, ni los aman, odian y desprecian; no ven personas solo consumidores y clientes.
¿Quién soy? ¿Qué conozco y qué ignoro? De todo habemos, ¿nos percatamos que a veces conocemos muchas cosas y tenemos de sobra, que somos privilegiados en donde muchos carecen de lo esencial?