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Prohibido olvidar y tergiversar: el pueblo asesinado el 28 de febrero de 1977

Víctor Manuel Valle Monterrosa

Han pasado 47 años desde aquel 28 de febrero de 1977 cuando el gobierno del coronel Molina, en sus últimos hechos de mal gobierno, perpetró una masacre más en la Plaza Libertad y alrededores.

La muchedumbre protestaba por el mega fraude electoral que se había llevado a cabo ese año para imponer como presidente a otro militar, el conocido represor coronel Carlos Humberto Romero que había sido ministro de Defensa de Molina y maestro de ceremonia de la masacre estudiantil del 30 de julio de 1975. Ambos, Molina y Romero murieron ancianos e impunes.

Para imponer el fraude el gobierno de Molina y sus aparatos armados decidieron, el 28 de febrero de 1977, masacrar a los manifestantes. Y las llamas de la rebelión se atizaron. Las guerrillas surgidas desde 1970, principalmente las FPL todavía de Cayetano Carpio y el ERP ya de Joaquín Villalobos, engrosaron sus filas con jóvenes desencantados y reafirmaron que “la paz de los ricos” tenía que ser sustituida por la “guerra de los pobres” y mejor si era “popular y prolongada”. La confrontación así avivada duró largos años hasta 1992.

Lecciones de la historia: no hay que ocultarla ni tergiversarla; hay que aprender de ella y, con realismo, no hay que olvidarla.

Gloria a los caídos el 28 de febrero de 1977. Su sacrificio sembró semillas de esperanzas para los de abajo.

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