Por: Licenciada Norma Guevara de Ramirios
Quienes votaron en 2019 por GANA y en 2021 por Nuevas Ideas, tienen derecho a saberse engañados.
Eso sí, reconocerlo debe ser costoso. En algunos casos que conozco, las personas se sienten avergonzadas, porque lo que creyeron resultó ser distinto a lo que ocurre.
Sigo pensando que en campaña fue algo ausente, pero en la toma de posesión del presidente, el 1 de junio de 2019, si hubo una promesa que se ha cumplido, la promesa de que “habría medicina amarga”.
Reconocer el engaño, darse cuenta que el país está mal, y que viene peor la perspectiva de los años futuros si se continúa con la misma política de los últimos cuatro años y medio, requeriría definirse por un cambio; salirse de la esfera de la manipulación que ejerce el gobierno de turno.
Propagandizan un país próspero y a fuerza de represión callan y arrinconan a la gente pobre. Reconocer esa realidad requiere valentía y empieza a mostrarse señales en ese sentido.
La imagen de vendedoras desafiando a los agentes del CAM en San Salvador, en los momentos en que se les arrebata la mercadería, quizá adquirida con dinero prestado a los agiotistas, es desgarradora. Informa de lo que se vive, demuestra fuerza, indignación de mujeres jóvenes, que afirman que vienen vendiendo en esos lugares por más de 15 años, que no son vendedores temporales para afear el centro histórico, como afirma el alcalde de la capital.
Ese segmento poblacional, que abarca a decenas de miles de personas, y por extensión a sus familias, creyó en el presidente; creyó que, dándole alcaldes y diputados con su voto, estarían mejor, pero hoy están endeudadas, sin actividad que realizar para ganarse la vida.
Con qué fuerza gritan que los mismos agentes que les quitan la mercadería les dicen: “sigan votando por Bukele”.
En episodios pasados, de desalojo de cientos de vendedores y vendedoras, simplemente retiraron su mercadería, o la dejaron perder y el silencio expresaba el temor de que se les aplique el régimen de excepción, que les capturen, los lleven a la cárcel. Ahora, a pesar de seguir teniendo la misma amenaza, se atreven a gritar, a denunciar y protestar.
La conducta que surge de esos agravios recibidos por un segmento numeroso y sacrificado de nuestro pueblo es indignación y decepción.
¿Podrá esa indignación y decepción convertirse en votos? ¿Otra vez votos por los candidatos oficialistas? O se correrán al abstencionismo.
Las calles despejadas del centro histórico permiten ver la vieja arquitectura, es hermosa; los contingentes de personas caminando para buscar en las orillas una parada de buses permite ver la humanidad de este país.
¿Quién les habla a ellos, quien construye con ellos la imagen de un futuro diferente, con alternativas para todos? Eso se necesita, o ¿solo hay permisos para talar y construir centros comerciales?
Se necesita un alcalde y concejales que enciendan las luces de navidad en el monumento a El Salvador del Mundo, pero que se sienten con la gente a pensar en soluciones viables, realistas a problemas urgentes de la vida cotidiana, de la seguridad del pueblo, construida desde abajo, para enarbolar pocas, pero eficaces propuestas de gobierno local.
Lo dicho aquí sobre la capital es valedero para los cascos urbanos de las cabeceras departamentales y centros poblados. Soluciones populares, más que solo centros comerciales que a las salidas de los pueblos aparecen de modo abundante, quizá sobre el cálculo que deja la acción de los gobiernos locales del oficialismo con sus desalojos de venta informal y respaldados por un ejecutivo y una ley que promete seguridad, pero quita la seguridad de poder llevar el sustento a casa.
He visto a Simón Paz dialogando con comunidades, con mujeres, con vecindades en las que se construyen huertos caseros, con jóvenes, en reuniones con medianos empresarios que solo han visto a los delegados de la alcaldía para imponer multas.
De ese dialogo debe salir algo que sea una propuesta, lo más alejada del engaño, que no huela a nueva decepción y que esté construida con participación, para este sector tan castigado como es el sector del comercio informal.
Orden sí es necesario, pero sin negar el derecho de la gente a buscar el sustento.
Pregunté en una ciudad del occidente del país por qué se cierra tan temprano el comercio y me dijeron, es que hay inspectores que vienen de otro municipio y le imponen tasas altas con solo tener una tira de churritos. Eso debe terminar.
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