Kristie E. Knutson
Gran Maestro de la Gran Logia de Habla Inglesa
Hace varios años, pharmacy cuando empecé a manejar los principios relacionados con la prosperidad, healing el concepto de la abundancia espiritual me atrajo con vehemencia. Aunque debo confesar que al mismo tiempo me sentía inmersa en una lucha interna con la idea de pedir riqueza material y económica.
El Dr. H. Spencer Lewis afirmó en muchas ocasiones que la prosperidad material no tiene nada de malo y que además no es fácil tratar de meditar y establecer un entonamiento cósmico profundo cuando se tiene hambre, click frio o existe inseguridad sobre el futuro. Según el Dr. Lewis, un ambiente de tranquilidad es más provechoso cuando se realiza la tarea mística propia.
Pero, al referirnos a la riqueza material, ¿cuál es límite? Después de todo, no cabe duda de que yo no paso hambre, ni vivo bajo el frío de la intemperie. Mis necesidades básicas están cubiertas.
Para ser franca, no parece que pedir algo más equivaldría a ser una auténtica ambiciosa. En la época en que ponderaba estas ideas, escuché el relato de una extraña experiencia relacionada con la cercanía de la muerte, que me proporcionó una sorpresiva comprensión de la naturaleza interior del dilema referente a la prosperidad.
No importa cuáles sean nuestros retos personales, pues cuando intentamos vencerlos, lo que en realidad buscamos es la prosperidad –tratar de enriquecernos con el éxito, con la felicidad y la satisfacción–. En el camino hacia la creación de esa prosperidad, descubrimos cómo funcionan las cosas a través de la experiencia. Aprendemos a comprender y a utilizar las leyes naturales y los principios del Universo –esos mismos maravillosos principios que se estudian en las enseñanzas Rosacruces.
Ahora me gustaría hablar brevemente de la forma en que podemos sentar las bases de la abundancia material y espiritual en nuestras vidas.
El primer paso consiste en saber que la Mente Cósmica o Divina es la fuente infinita e inalterable de toda la abundancia. Al permitirle al que llamamos nuestro maestro interno que nos guíe y nos dé inspiración establecemos una relación cálida entre nosotros y la Fuente Infinita. Es necesario que comprendamos que ni la mencionada relación ni la abundancia que está a nuestra disposición, tiene límites.
El segundo paso, que es el más potente, y que con frecuencia muchos no intentamos, es pedirle directa y sencillamente a la Mente Divina exactamente lo que queremos o necesitamos. Al pedir abrimos nuestros corazones y nuestras manos para recibir. Es indudable que todos los estudiantes en el Camino del Misticismo hemos escuchado el axioma: “Ninguna petición sincera queda sin respuesta”. Es cierto que visualizar lo que queremos es una de as partes más importantes del procedimiento integral, pero éste se torna más eficaz una vez que dirigimos nuestra petición inicial a la Mente Divina directa y sinceramente.
El tercer paso en el proceso de alcanzar la prosperidad es darnos cuenta de que hemos recibido respuesta a nuestra petición y abrir nuestros brazos para aceptar con gusto la abundancia que el Cósmico nos proporcione. En ese momento es importante agradecerle a la Mente Divina, Dios, la respuesta que dio a nuestras peticiones y permitirnos sentir cuán maravilloso es que hayan sido satisfechas en esa forma.
Finalmente, es importante estar conscientes de que cualquier petición de esta naturaleza establece una especie de pacto entre nosotros y la Mente Divina: que nos proporcione gran abundancia de todo o que necesitamos para vivir una vida plena de éxito y felicidad. A cambio de ello, hemos de dedicarnos a compensar y compartir con quienes nos rodean.
A la par del éxito en alcanzar la prosperidad va lo que los Rosacruces conocemos como Ley de Amra, que consiste en destinar un porcentaje de los ingresos obtenidos a obras de caridad o a prestar servicio voluntario a la sociedad, o a reciprocarle al bien general en alguna forma con una parte de los dones que se han recibido.
Todo lo antes mencionado es un procedimiento sorprendentemente sencillo y potente, y cada vez que lo utilizamos –sin importar lo que se haya pedido—recibimos un beneficio y también le prestamos un servicio a la Humanidad.