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¿Puede darse la paz en Ucrania?

Isaac Bigio
Analista internacional
Tras que más de 3 millones de ucranianos se han escapado de su país a 3 semanas de que Rusia les invadió, pareciera que se abren ciertos intentos de lograr un acuerdo de paz.
El Presidente ucraniano Volodímir Zelenski ha declarado que «Está claro que Ucrania no es un miembro de la OTAN, entendemos esto» y que «por años escuchamos acerca de la aparente puerta abierta, pero también escuchamos que no vamos a entrar allí, y esas son verdades que debemos tomar en cuenta».
Él dijo ello al dirigirse a los líderes de la recientemente creada Nueva Fuerza Expedicionaria, una iniciativa impulsada por Reino Unido para unir a 10 países nor-atlánticos. El Primer Ministro británico, Boris Johnson, que fue al golfo pérsico a buscar pactos con las petro-monarquías para hacer frente a la crisis energética, aceptó la nueva posición de Zelenski aduciendo que no era posible que Ucrania pudiese entrar pronto a la OTAN.
La gota que colmó el vaso de agua y que condujo a Vladímir Putin a ordenar lo que él llama la «operación especial militar» en Ucrania el jueves 24 de febrero, fue que en el fin de semana previo Zelenski planteó que su país quería volverse a dotar de armas nucleares y de entrar a la OTAN, algo que sostuvo en la cumbre de seguridad de Múnich en presencia de varios mandatarios occidentales, incluyendo Johnson y Kamala Harris, Vicepresidenta de EEUU.
Si es que Zelenski no hubiese sostenido tal demanda y hubiese aceptado que Ucrania no iba a ser parte de la OTAN, es probable que Putin no hubiese reconocido la independencia de las 2 «repúblicas populares» de los ucranianos ruso-hablantes de Donetsk y Luhansk el lunes 21 de febrero y, sobre todo, ordenado el ingreso de sus tropas a Ucrania 3 días después.
Guerra
En cierta manera, Zelenski, Joe Biden y Boris Johnson provocaron a Putin. Los 3 andaban mal en las encuestas y quisieron tramontar sus bajos índices de popularidad con una actitud desafiante ante el Kremlin. Biden no quiere perder ante los republicanos en las elecciones legislativas de noviembre y Johnson estaba a punto de ser removido del Gobierno debido a las acusaciones de que él mintió al Parlamento y violó sus propias normas ante la cuarentena, algo que ya se ha ido olvidando desde que estalló el conflicto.
Zelenski ha logrado convertirse en un símbolo de resistencia en su país y en una figura de talla internacional, mientras que Putin ha reforzado su autoridad interna y busca aparecer como el gran estadista capaz de hacer frente a la mayor alianza nuclear de la historia y a las peores sanciones económicas y deportivas que se hayan dado contra una potencia desde la II Guerra Mundial.
Las grandes víctimas de ese juego son 48 millones de ucranianos, quienes empiezan a conocer los horrores que sus abuelos experimentaron en la «gran guerra patria antinazi» de 1941-45. Se estima que cada segundo sale de Ucrania, un menor de edad y, además, también una mujer o un anciano. Mariúpul, la principal ciudad del Mar Azov, se encuentra en ruinas como parte del enfrentamiento entre las tropas rusas y sus aliados de la República de Donetsk (donde esta se encuentra) contra las fuerzas de Ucrania y el regimiento Azov (conformado por nazis que lucen insignias de las SS hitlerianas y buscan limpiar étnicamente de Ucrania a los ruso-hablantes).
Crece el espectro de que Járkov (la segunda ciudad ucraniana) vuelva ser destrozada (tal como pasó en la II Guerra Mundial) y que la bella capital Kiev pudiese convertirse en el Stalingrado del tercer milenio. Putin ha demostrado en Chechenia y en Siria que no tiene reparos en ir hasta la destrucción de importantes urbes y poblaciones con tal de ganar guerras.
Este es el primer conflicto en el cual Washington se viene enfrentando casi directamente contra Moscú, en un territorio que fue parte del imperio ruso y de la Unión Soviética. Si bien la OTAN se niega a mandar soldados y a despejar los cielos de Ucrania, sus fuerzas se han atrincherado en las fronteras con Rusia y su aliada Belarús, constantemente envían misiles portátiles antiaéreos y antitanques a Ucrania (a cuyas tropas han entrenado), dan amplio apoyo logístico y satelital al ejército ucraniano y han decretado la mayor guerra financiera que cualquier mayor economía haya experimentado en los últimos 77 años.
¿Guerra nuclear?
Rusia, por su parte, acusa a EEUU de haber desarrollado plantas de armas bioquímicas contra esta en Ucrania y ha puesto en alerta máxima a su arsenal nuclear. Biden y Johnson retrucan que eso puede ser un signo de que Moscú prepara enviar gases letales, tras que ya quieren mostrar índices que han utilizado armas vetadas que generan vacíos y luego masivos incendios.
Además de los ucranianos, el siguiente gran sacrificado es la humanidad en su conjunto. Aparte de estar en vilo por el posible riesgo de entrar a una guerra con armas de destrucción masivas, este conflicto y las sanciones vienen afectando al principal abastecedor de gas a Europa y uno de los mayores productores de petróleo del mundo. Por doquier los precios de los hidrocarburos y de los productos de primera necesidad vienen subiendo.
Por el momento, la guerra ha servido para reunificar a la OTAN y la UE, las cuales se encontraban en medio de una fuerte crisis interna, y para volver a hacer que EEUU aparezca como el timonel del llamado «mundo libre» que ahora incluye a toda Europa, además de Canadá, Australia, Nueva Zelandia, Japón y Corea del Sur. Sin embargo, este giro ha conducido a Washington a acercarse a Caracas y a Teherán, a cuyos Gobiernos hasta hace poco quiso aislar internacionalmente, mientras que el vacío generado en su «patio trasero» puede ir siendo llenado por izquierdistas que han ganado las 3 últimas presidenciales de la región (Perú, Honduras y Chile) y que pueden hacerlo pronto en las 2 repúblicas sudamericanas más pobladas (Colombia y Brasil).
China, mientras tanto, saca provecho de esa confrontación para buscar ser el principal socio comercial de Rusia, pero colocándose como un posible puente entre esta y Occidente.
El Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, ha alertado que este conflicto pudiese convertirse en el primero de corte nuclear, ya sea por diseño o por accidente. Esto último es lo que, pasó, precisamente, con la planta atómica ucraniana de Chernobul, que explotó hace 36 abriles. Esto también ha podido haber acontecido cuando las tropas rusas tomaron esta a inicios de esta guerra o cuando hicieron lo mismo en Zaporizhzhia, la mayor usina nuclear de su tipo en Europa. Un reciente accidente acaba de acontecer cuando India, por error, hizo caer en Pakistán un misil y ambos son vecinos atómicos con muchas rencillas históricas.
Cómo parar el conflicto
Guterres plantea que el mundo requiere de paz y por ello Rusia debe abandonar inmediatamente Ucrania. No obstante, esta no es una salida realista, pues si Putin hiciera ello sería admitir una derrota (cuando él se siente ganador) y él no va a hacer ello si es que no consigue concesiones. Ya ha dicho que su objetivo no es ocupar Ucrania y él no quiere un nuevo Afganistán cerca de Moscú.
Un eventual acuerdo pudiese basarse en la propia experiencia del Reino Unido, la potencia europea que más se vanagloria de ser el mejor aliado de Ucrania.
Esto pudiese implicar que Ucrania adquiera el mismo status neutral que lo tienen Irlanda, Suecia, Finlandia y Austria, que son miembros de la Unión Europea. De todas las 7 entidades territoriales de las islas británicas y celtas, Irlanda es la única que es república y que no quiere ser parte de la Mancomunidad Británica de Naciones. Los nacionalistas irlandeses se rebelaron contra el Reino Unido en las pascuas de 1916 en Dublín, cuando este país libraba la I Guerra Mundial y luego, cuando ellos llegaron al poder, se mantuvieron neutrales en la siguiente guerra mundial.
Ni Londres ni París admitirían que Irlanda se una a una alianza militar con Rusia o China, pues no quisieran tener misiles atómicos de dichas potencias apuntándoles a pocos kilómetros de distancia. Es por eso que las 2 potencias nucleares de Europa occidental bien podrían entender las razones por las cuales Moscú no quiere que se pueda hacer lo mismo en Ucrania desde donde pudiesen lanzarse misiles que llegaran a su xapital en 5 minutos.
Un otro tema picante en el conflicto ruso-ucraniano es la cuestión de los ucranianos ruso-hablantes. Cuando hace poco más de 30 años Kiev logró la independencia en su territorio quedaron una mayoría de sus habitantes que entiende ruso y entre 1/5 a 1/6 de su población que emplea esta lengua como su principal. Tras el levantamiento de febrero 2014 que derrocó al Gobierno constitucional y que hizo que Ucrania fuese el primer y único país de la Europa post-Hitler en tener un Vice-Primer ministro y 3 ministros abiertamente nazis, el ruso perdió su status de idioma cooficial.
Mientras a las bandas armadas hitlerianas se les permitía entrar a la administración del Estado y como unidades de las fuerzas armadas y policiales, a los comunistas (que no mucho antes habían sido la principal fuerza electoral del país) se les proscribía, al igual que a la izquierda. Paramilitares con símbolos hitlerianos han atacado a la población ruso-hablante hasta hoy. Desde que en el 2014 quemaron vivos a medio centenar de personas en el local de los sindicatos de Odesa (sudoeste de Ucrania, cerca a Moldavia y Rumanía) hasta hoy en el Donbás, esas milicias han asesinado a cientos o miles de ruso-hablantes, incluso con decapitaciones y fosas comunes.
La des-rusificación y des-comunización condujo a que 3 regiones con mayoría de ruso-hablantes en el sur de Ucrania (Crimea, Donetsk y Luhansk) realizacen referéndums en el 2014 en los cuales decidieron masivamente apoyar la independencia. Ese mismo anuo, Londres permitió que Escocia tenga su propio referéndum para definir su independencia, el cual se desarrolló de manera pacífica (y esa tolerancia fue una de las razones por las cuales ganó el unionismo).
En cambio, Kiev dejó que sus propias tropas y que las milicias nazis se lanzasen contra las nuevas repúblicas separatistas, a las cuales oficialmente tildó de «terroristas». Esto condujo a una guerra que produjo 14 mil muertos y a que Kiev volviese a controlar 2/3 del territorio de las regiones separatistas de Donetsk y Luhansk, aunque los Gobiernos locales pro-rusos retuvieron las capitales de ambas. Crimea, por su parte, votó para volver a la Federación de Rusia, en la cual estuvo hasta antes de que en 1954 en que Krushev se la entregó a Ucrania, algo que condujo a que las fuerzas armadas rusas la anexasen poco después.
Son más de 8 millones de ruso-hablantes en Ucrania (una población mayor a los 5,4 millones de escoceses) y una solución duradera al conflicto consiste en que el ruso vuelva a ser idioma cooficial (como pasa con el quechua en Bolivia, Perú o Ecuador o el francés en Canadá), que se procesen a los autores de las masacres de Odesa y otras partes de Ucrania, que se ilegalice a los grupos que usan símbolos de las SS o que consideren que los nazis entraron a liberar a Ucrania en 1941-45, que se vuelva a permitir que se legalice la izquierda y a que se acepten los resultados de los referéndums de independencia de esas 3 regiones (o que se den unos nuevos bajo supervisión internacional). Incluso, se podría llegar a una situación de administración doble (como pasa con Andorra, que es cogobernada por Madrid y París).
Es crucial al mundo que ante los horrores de este conflicto se presione a los 2 mayores arsenales de armas atómicas a un mutuo desarme y a que se logre un acuerdo internacional para eliminar todas las armas de destrucción masivas. Hoy, solamente se agrede a quienes quieren entrar a dicho club desafiando a EEUU, pero no a quienes son sus aliados.

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