Mario Castrillo
Escritor
El poemario Puro Guanaco, store de Salvador Juárez (1946) ha sido llevado al teatro por Ricardo Mendoza Alberto (1957) como resultado del 10º Diplomado Superior de Teatro que impulsa la Secretaría de Arte y Cultura de la Universidad de El Salvador. En este montaje actúan Doris Alejandra Hernández, María Cristina Durán y José Ulises Amaya, estudiantes universitarios.
“Hoy me dijeron que la puesía nuestra es pura mierda,
que no hay tales puetas en este país rascuache
que más parece un arrimado a la humanidá que otra cosa.
y me lo dijeron así como para llevarme de encuentro.
Hasta le rechinaban los dientes
al fulano que entonces hablaba con sus ojos, diciéndome:
“Vaya, vos, defendete, decí algo, apostá tu alma
y verás si no te vas derechito al infierno.
Decí si no es cierto que a ustedes les hace falta
la suerte que a otros les abundó en Italia,”
dice Salvador Juárez en el libro de poemas Puro Guanaco, merecedor del Primer Premio Universitario Latinoamericano de Poesía, Panamá 1977. Puro Guanaco es un poema conversacional partiendo de la expresión y la tradición oral, fundiendo diversos códigos lingüísticos de un poeta inserto en la realidad del país. En la poesía Juárez incorpora neologismos y giros del lenguaje propios de la salvadoreñidad con el empleo de localismos, buscando la universalidad, buscando así mismo hacer pensar al lector sobre nuestra identidad, sobre nuestro presente conflictivo y nuestro posible futuro.
Mendoza Alberto, en su interpretación teatral de la obra de Juárez, incorpora elementos del teatro clásico, como lo es la poesía coral surgida en la Antigua Grecia, en la cual destacan conjuntos de voces dentro de un discurrir poético. Ricardo Mendoza incorpora en esta obra poemas de Claudia Lars (1899-1974), Pablo Neruda (1904-1973) y José Emilio Pacheco (1939-2014) entre otros, y los del mismo Chamba Juárez, por supuesto.
El teatro da cabida a múltiples manifestaciones artísticas: la música, la luminotecnia, el arte escenográfico, el vestuario y sobre todo, el discurso y los gestos –la mímica-, así lo entiende Ricardo Mendoza. En esta interpretación de la obra poética de Juárez, la acción se desarrolla en un ambiente escenográfico parco: hojas de periódicos arrugadas y dispersas por el suelo y un caos de sillas de madera en el fondo. Elementos simbólicos: Las hojas de periódicos arrugadas simbolizan la “basura” que contienen gran parte de los rotativos salvadoreños de la denominada “prensa seria”. Como ejemplo basta hojear el Suplemento D7 del Diario de Hoy del día domingo 29 de mayo: de las 24 páginas que contiene el suplemento, solamente un 8% se refiere a arte salvadoreño con un comentario de Rosemarié Mixco sobre el artista Javier Ramírez, de pseudónimo Nadie, referente a la participación de Nadie en el proyecto Hocus Pocus, de MARTE Contemporáneo; el resto, el 92% del Suplemento D7 se refiere a comentarios sin contenido ni profundidad de lo que sucede en Hollywood –modas, chambres de artistas, y referencias al peor cine de Hollywood-. La sillas “patas arriba “insertas en el ámbito universitario, a mi juicio, hacen referencia al divorcio existente entre la educación y el arte, evidente en el Sistema Educativo de El Salvador, el cual, a mi entender, hay que cambiar de raíz. Con estos elementos interactúan los actores en la presentación de Mendoza Alberto.
El teatro posee orígenes antiquísimos. Debemos remontarnos al ser humano prehistórico cuando imitaba animales y realizaba danzas propiciatorias para la lluvia y la caza. El Chamán de la prehistoria fue uno de los primos actores.
El Teatro Clásico se instaura en Grecia. El término Teatro proviene del griego Theatron, que significa Medio de contemplación. De acuerdo con Aristóteles (384-322 antes de nuestra era) en su libro La Poética, el teatro emplea los recursos de la palabra, el ritmo, el verso, el canto y la música, en otras palabras, la representación, con el fin de extraer un placer connatural al ser humano ligado al gusto por aprender. Por ello, Ricardo Mendoza afirma: “El teatro debe cumplir su misión de crear dudas, que el mensaje no vaya “cocinado”, que lo invite a la reflexión permanente, al conflicto colectivo sobre los posibles significantes de la obra”.