Por: Rolando Alvarenga
El Salvador y el mundo en general viven, y no se sabe por cuánto tiempo más, los tristes y difíciles días sin todo lo que significa e implica la adrenalina del mundo deportivo en general.
Y es que por cultura, El Salvador, en medio del ajetreo diario, gira en torno al mundo deportivo que principalmente los fines de semana da mucho de qué hablar.
El brote mortal y universal del COVID-19 ha asestado un golpe de muerte y ha congelado toda actividad deportiva con sus respectivas consecuencias.
A la par de la inédita paralización, el “Corona” ha venido a causar millonarias pérdidas económicas para el presente y para el futuro, sin tener una idea específica de hasta dónde serán sus estragos.
El principal y más importante afectado ha sido el planeta fútbol que diariamente, ya sea en persona, por televisión o redes sociales, capta la atención de cualquier cantidad de millones de espectadores y sus lógicos millones y millones de dólares en los diferentes conceptos.
Por ello, el COVID-19 ya obligó a la cancelación de los principales torneos profesionales de fútbol, dejando interrogantes sobre cómo harán los futbolistas, entrenadores, árbitros y demás personal de este gremio para sobrevivir.
En segundo lugar, otro golpe contundente lo ha encajado el olimpismo universal que hasta antes del brote del mortal virus realizaba normalmente sus principales torneos clasificatorios en la ruta a los Juegos Olímpicos 2020, a celebrarse del 14 de julio al 9 de agosto en Tokio, Japón.
Pero, tras la sorpresiva aparición del nuevo coronavirus, todo se derrumbó como castillo de naipes a tal extremo que, a estas alturas, el COI considera sobre suspender o aplazar la máxima fiesta olímpica universal. ¡Terrible!