Iosu Perales
Las elecciones no las ganó Nayib Bukele, las perdieron el FMLN y ARENA. ¿Qué quiero decir? Lo que digo es que muchísima gente no votó el programa de Nuevas Ideas, en todo momento desconocido -plagios aparte-, sino que lo hizo contra dos partidos que en la percepción de la gente representan el régimen surgido con los Acuerdos de Paz que no ha sabido dar respuesta eficaz a las expectativas sociales. Es importante este matiz porque a la hora de valorar las fortalezas y debilidades del gobierno Bukele, cuenta mucho.
Si un candidato es votado por sus propuestas de gobierno es una cosa, pero si es beneficiado por el llamado voto negativo, esto es por el castigo a los otros, entonces su fortaleza decrece y su debilidad aumenta. Si aceptamos que este puede ser el escenario la primera consecuencia es que el FMLN no debe centrarse en respuestas reactivas, sino que debe tomar la iniciativa en el campo de propuestas de país que pongan en evidencia al Gobierno. Hay al menos cuatro temas prioritarios: la delincuencia, la reforma fiscal, la migración y la corrupción. Son cuatro asuntos que desde la izquierda se deberían incluir en la agenda política del país con propuestas de pacto de Estado, colocando a Bukele ante la obligación de definir y tomar posiciones. Un segundo bloque estaría formado por el medio ambiente, la creación de empleo, la igualdad de género, el desarrollo rural, la familia y otros.
Pero que Bukele ganara las elecciones del mismo modo que hubiera podido hacerlo otro candidato anti-régimen, no quiere decir que no tenga mérito. Obtuvo un 54 % de los votos mientras que nosotros nos quedamos con un 14 % y eso que tuvimos un buen candidato. Ocurre que el telón de fondo de esta película no era de candidatos. Lo que se dirimió en las urnas fue otra cosa. Ahora bien, si Bukele lo hace muy bien puede acumular méritos que de momento no los tiene. Pero su futuro como presidente dependerá asimismo de cómo hará la oposición el FMLN. Si por ejemplo la izquierda fija su posición en un no sistemático a iniciativas y decisiones del Gobierno, ello pudiera ser interpretado por mucha gente como un obstruccionismo, como un boicot. Esa imagen no nos interesa. Un 54 % no deja de ser mucho apoyo.
En mi opinión se trata de conducir con inteligencia un proceso crítico a partir de propuestas bien argumentadas que debemos hacer. Delincuencia, reforma fiscal, migración y corrupción, no tendrán nunca solución desde un partido político; hacen falta pactos de Estado que comprometan a muchas fuerzas políticas y sociales. Es lo que deberíamos hacer cuando antes. Son temas que deberíamos incluir con fuerza en la agenda del país, presentando con solemnidad propuestas concretas. Es entonces cuando podemos recuperar confianza y prestigio, mientras que Bukele tendrá que definirse más de lo que a priori pretende.
Tras dos legislaturas completas en el Gobierno, tenemos un conocimiento y una experiencia acumulada. Es lo que debemos hacer valer. Para ello debemos salirnos de la trampa de una dialéctica de insultos, reproches y acusaciones que son el campo abonado en el que Bukele se mueve como pez en el agua apoyándose en la opacidad de las redes sociales. Compañeras y compañeros tomemos en cuenta los grandes problemas del país, y dediquemos poco tiempo al cuerpo a cuerpo en el terreno de los 280 caracteres.
Pero los necesarios pactos de Estado y la crítica responsable y argumentada no anulan la vehemencia necesaria ante otros asuntos. Miren, en el caso de El Salvador una familia ostenta el Gobierno. Uno de sus miembros ganó las elecciones y una vez logrado, el investido presidente conforma un gabinete del que forman parte sus hermanos, otros familiares y amigos. A esto se llama privatizar el gobierno. Esto sí es un asunto grueso que hay que llevar al debate del país.
El neoliberalismo siempre ha soñado con gobiernos que se comporten como grandes empresas, como ámbito técnico y político surgido de las urnas pero apropiado por una elite que toma decisiones con la menor o ninguna participación ciudadana. Como las empresas, los gobiernos neoliberales fijan sus objetivos en resultados sin detenerse a evaluar los costes en vidas humanas, en los destrozos medioambientales, y en la desigualdad creciente. Las empresas-Estado son necesariamente jerárquicas y privatizan la democracia. Esto esta pasando en El Salvador y la oposición tiene que investigarlo y hacer pública la realidad.
Nuestra oposición debe ser rigurosa, constructiva y a la vez fuerte en asuntos que tienen que ver con impedir la marcha del país hacia un protectorado neoliberal. Bukele parte con la ventaja –su fortaleza- de un 54 % a un 14 %. Pero en su fortaleza puede estar su debilidad si evidenciamos su incapacidad para hacer propuestas económicas, sociales, culturales, políticas, que lleven el progreso y más democracia a El Salvador. En su fortaleza puede estar su debilidad si desenmascaramos una privatización del gobierno que traiciona sus promesas electorales.