Alejandro A. Tagliavini*
Entre el círculo de personas que conozco personalmente, que son muchas debido a mis actividades, pocos han sido hospitalizados por el COVID-19 y ninguno ha muerto. Pero, tristemente, sí conozco a cuatro que fallecieron por cáncer en ese tiempo. Con lo que aconsejo a todos -cuando viene al caso, no en todo momento creando pánico inútilmente- de manera realista, objetiva y seria que se cuiden del cáncer.
Luego veo en los medios una impresionante ansiedad por el COVID-19 y en las calles cantidad de personas con tapabocas lo que demuestra que la opinión pública también está muy inquieta. ¿Me estaré perdiendo alguna información? Entonces, para ser imparcial busco los datos de un organismo ajeno a mi pensamiento -al que le creo muy poco- como es la OMS y encuentro que, efectivamente, por cáncer mueren siete veces más que por este virus que, hasta ahora, ha matado a 4 personas por cada 100 que mató la gripe española.
Como sigo sin respuesta, me contra argumentan que lo que importa es la proyección que, de no haberse tomado las medidas implementadas, los muertos serían incluso más que los de la gripe española: hoy, proporcionalmente, superarían los 160 millones (el 2.4 % de la población global), lo que luce exagerado considerando que hasta ahora solo murieron 1,6 millones (suponiendo que esta cifra no esté inflada).
En cambio, sí es creíble que, por las cuarentenas, confinamientos, restricciones de todo tipo y demás represiones de los gobiernos a las sociedades, la economía global cae al punto de que, solo en 2020, habrá 120 millones de personas más en situación de hambruna crítica. A lo que hay que sumarle una cantidad similar en 2021 y vaya a saber hasta cuando según se extiendan estas represiones estatales.
Desde el Programa Mundial de Alimentos de la ONU advirtieron que el 2021 será “el peor año de crisis humanitarias” desde finalizada la Segunda Guerra Mundial. Claro que el director general de la OMS, de origen guerrillero marxista, solicitó una “inyección inmediata” de 4.300 millones de dólares alegando que “no podemos aceptar un mundo en el que los pobres y marginados sean pisoteados por los ricos”. Considerando la historia de ineficacia, cuando no de corrupción de la OMS, darle ese dinero no es serio.
Pero son todos los políticos y burócratas los que exigen más dinero de los contribuyentes. Según la ONU, otro organismo ineficaz por decir lo menos, los niveles de pobreza extrema “han aumentado por primera vez en 22 años” y anunció que necesita 35.000 millones de dólares para “llevar ayuda vital”. Mientras que, en América Latina, “se está transformando en una pandemia de hambre, ya que uno de cada tres habitantes no tiene acceso a alimentos suficientes”.
Ahora, cómo la opinión pública llega a semejante pánico. En primer lugar, porque todavía muchos creen en “las autoridades”, a lo que se suma el síndrome de Estocolmo y lo que en los mercados bursátiles se denomina FOMO por sus siglas en inglés, el miedo a quedarse afuera de la opinión mayoritaria y, finalmente, y sobre todo, por la enorme cantidad de medios que difunden el pánico. Por caso, un medio digital (Infobae) tituló “La ONU alertó que cerca de 10.000 niños mueren de hambre por mes debido a la pandemia de coronavirus”, afirmación que da vergüenza ajena por lo contradictoria -lo que denota el lavado de cerebro implícito- ya que si mueren de hambre no es debido a la pandemia, obvio, sino al hambre.
*Asesor Senior en The Cedar Portfolio y miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California