Por Mauricio Funes
Los resultados electorales son a todas luces desastrosos para la oposición, sobre todo para el FMLN.
Acá no hay donde perderse.
A pesar de las denuncias de fraude, tanto por la organización y desarrollo de las elecciones como por el escrutinio final, los datos divulgados por el Tribunal Supremo Electoral en cadena nacional están firmes y seguirán firmes hasta la entrega de las credenciales al Presidente, al Vicepresidente y a los Diputados y Diputadas.
Difícilmente los Magistrados del TSE van a aceptar los recursos de nulidad de las elecciones legislativas y del escrutinio final, presentados por la oposición. Bukele ganó un segundo mandato con más del 85 % de la votación; Nuevas Ideas logró mantener la mayoría calificada con 54 Diputados (se gana con 40) y aunque aún faltan dos semanas para las elecciones municipales, a juzgar por las tendencias registradas en esta primera votación, lo más seguro es que Nuevas Ideas se haga del control de la mayoría de los municipios del país, sino de todos.
La oposición en cambio fue literalmente anulada, o más bien, pulverizada para parafrasear a Bukele.
De la oposición, solo ARENA y Vamos tendrán Diputados en la próxima legislatura.
Dos el primero y uno el segundo.
El FMLN y Nuestro Tiempo quedaron sin representación parlamentaria al no alcanzar los cocientes que se requerían para meter Diputados por Departamentos.
El partido Nuestro Tiempo será cancelado jurídicamente por no haber alcanzado un mínimo de 50 mil votos en las Legislativas o al menos un escaño en la Asamblea.
Igual ocurrirá con Cambio Democrático.
Las dirigencias de todos los partidos de oposición insisten que las reglas del juego fueron cambiadas a última hora y que los procedimientos legales fueron adulterados para favorecer a Nuevas Ideas y afectar a la oposición.
Es probable que tengan algo de razón, pero esto no es suficiente para dar cuenta del pésimo desempeño que tuvieron en estas elecciones y menos para explicar, en el caso del FMLN, la debacle electoral que viene enfrentando desde las elecciones legislativas del 2018 y la crisis de representación y conducción política agravada con los exiguos resultados electorales obtenidos.
Analicemos partido por partido:
- ARENA fue relevado del rol de partido orgánico de la Oligarquía y sustituido por Nuevas Ideas.
Después de haber ganado 4 elecciones Presidenciales y tener un piso de más de un millón 200 mil votos a su favor, ahora debe conformarse con 190 mil votos y dos Diputaciones en una Asamblea de 60 Diputados.
La mejor evidencia que perdió la representación política de la Oligarquía es que ningún grupo empresarial le financió y apoyó en estas elecciones.
ARENA se ha convertido en solo unos años en un partido sin incidencia política, ineficaz para los intereses de los grupos Oligárquicos y los Estados Unidos, con una mínima representación parlamentaria.
Este era el destino previsible para ARENA luego que Bukele se convirtió en la mejor opción para Estados Unidos a fin de asegurar sus intereses en la región.
Lo mismo hizo la derecha oligárquica.
Buscó una opción partidaria que garantizara mejor la defensa de sus intereses y la continuidad de un esquema de acumulación basado en la concentración de la riqueza y en la implementación del neoliberalismo.
A pesar de que el discurso público de Bukele lo hacía ver como un Presidente progresista y de izquierda, en la práctica nunca amenazó los privilegios de los grupos de poder económico en el país.
Lejos de eso, los garantizó y fortaleció.
ARENA al perder la Presidencia en el 2009 y el control de las decisiones legislativas, acabó siendo reemplazado como opción de poder.
Lo más seguro es que con el tiempo desaparezca como partido político legal o quede reducido a una mínima expresión, tal como ocurrió con el PCN después del golpe militar de 1979.
- El FMLN no está muy lejos de la crisis que enfrenta ARENA.
El origen de esta crisis es diferente porque esta pérdida de incidencia y eficacia política y de respaldo y confianza de la población no tiene nada que ver con un relevo del instrumento partidario.
Sin embargo, no por ello la crisis que padece es menos grave, en la medida que su debacle electoral viene desde antes que la de ARENA cuando en el 2018 pierde una cantidad importante de Diputados y Diputadas y queda reducida a una bancada de 23 legisladores.
Con la elección presidencial del 2019, en la que pierde más de un millón de votos con respecto a los obtenidos en el 2014, esta debacle se profundiza.
Desde el gobierno de Sánchez Cerén, en el FMLN se agravaron las diferencias y contradicciones entre una línea de conducción controlada por José Luis Merino y que promovió una alianza con Bukele que le permitiría llegar a la Presidencia y otra tendencia, conocida como revolucionaria socialista, dirigida por Medardo González, que no apoyaba esta alianza y que no estaba de acuerdo ni participaba en el manejo “turbio” de las diferentes empresas que conforman el Grupo Alba.
Este grupo empresarial vinculado a algunos dirigentes del FMLN, sobre todo del antiguo Partido Comunista, enfrenta una investigación por lavado de dinero en Estados Unidos por el uso de la banca de ese país y de paraísos fiscales para lavar no menos de 3 mil millones de dólares, según un reporte de la agencia latinoamericana INFOBAE.
Merino con fondos del Grupo Alba provenientes del lavado apoyó las diferentes candidaturas de Bukele desde el 2012, incluyendo la presidencial del 2019 cuando corrió por el partido GANA una vez fue expulsado de las filas del FMLN en el 2018.
Expulsión a la que Merino y otros dirigentes de su tendencia se opusieron abiertamente.
Ahora, en las elecciones de Febrero, el candidato presidencial del FMLN, Manuel “el chino” Flores, no alcanzó más de 204 mil votos, cantidad mucho menor a los 390 mil que obtuvo cinco años atrás Hugo Martínez.
Estos resultados le colocan en una distanciada segunda posición frente a Bukele.
Por eso no deja de ser ridículo que el Chino Flores diga que se siente “moralmente victorioso” porque fue el candidato de la oposición más votado y porque el FMLN se convirtió en segunda fuerza política en esta elección presidencial.
Es cierto que obtuvo más votos que el candidato de ARENA que quedó en tercera posición, pero no es menos cierto que la diferencia con respecto a Bukele es abismal: Más o menos unos 2 millones 500 mil votos de diferencia.
Lo suficiente como para no andar “cacareando” una fingida victoria electoral.
La reacción de la dirigencia efemelenista a estos resultados ha sido deplorable.
Han señalado que el esfuerzo partidario hecho en esta contienda impidió que desapareciera como fuerza política, cuando nadie dijo que eso ocurriría.
Algunos que anticipábamos una holgada victoria de Bukele, con o sin fraude, hablamos de que el FMLN sería aniquilado como fuerza de oposición pero nunca dijimos que perdería su personería jurídica y por tanto su existencia legal.
Advertimos sí un aniquilamiento como una fuerza de oposición de izquierda con capacidad de incidir con eficacia en la vida política del país.
Se es oposición no porque se maneje un discurso diferente al del oficialismo.
Se es oposición cuando se cuenta con capacidad suficiente para revertir o al menos para resistir aquellas políticas públicas del gobierno que afectan a la población y cuando se es además una alternativa de poder por la que el pueblo puede votar para contar con representación en el Estado.
El FMLN en estos momentos no es ni lo uno ni lo otro.
No solo volvió a perder las elecciones Presidenciales en forma estrepitosa, sino que no cuenta con Diputados en la Asamblea Legislativa.
Ahora ya no solo no tiene algunos Diputados como en la legislatura que está por terminar (2021/2024), sino que no tiene ningún legislador que le represente.
En mi opinión, una fuerza de izquierda así no sirve para nada. No tiene capacidad de movilización de las masas, no tiene ninguna representación en el Estado, no cuenta con espacios políticos para expresar y concretar su rebeldía y resistencia, tampoco la población cree más en que el FMLN es un instrumento partidario eficaz para combatir al régimen de turno.
Dos caminos son los recomendables a mi entender.
Uno, que renuncie la actual Dirigencia controlada por Merino y abra paso a un nuevo liderazgo proveniente del movimiento social.
O bien, que se construya una nueva fuerza política de izquierda basada en los principios fundacionales que le dieron vida al FMLN histórico y que se vincule al movimiento social en la lucha de calle, en las protestas populares y en la organización ciudadana para defender sus derechos.
No hay otro camino.
- Los partidos de centro derecha de reciente creación, como Vamos y Nuestro Tiempo, difícilmente van a desarrollar una capacidad de organización y movilización que les asegure un mejor desempeño en las elecciones del 2027 y las del 2029 como para llegar a convertirse en opción de poder.
No solo por la escasa experiencia política con la que cuentan, sino porque ninguno de sus integrantes o candidatos tienen liderazgo nacional.
Por su origen y por sus posiciones ideológicas y políticas podrían ser considerados como partidos de centro derecha y representantes de una derecha moderada con poca incidencia en el país ante la presencia hegemónica de los oligarcas y del grupo político y empresarial representado por la familia Bukele.
Su única posibilidad de sobrevivencia es que se vinculen al movimiento social y se sumen a una alianza o frente amplio de resistencia y rebeldía popular como el planteado por las organizaciones del BRP.