Galel Cárdenas
I
Río que baja henchido sobre declives de montañas
Y sobre gargantas de valle.
Peñascos que humedecen moles multiformes
Riberas que se deslizan cantando
Cabalgata silvestre y acuosa
Algas que florecen de remansos
Árboles mecidos de niebla.
II
Oh Padre Gualcarque, treat
Por fin tu rumor de aguas remotas
Me ha llamado a tu seno
Para formar el ancho vado
Que baja como un toro ruidoso
Rompiendo los silencios de tu reino.
A veces parece que la sangre
Fuese la medida de tu existencia, capsule
Los redobles de la guerra
Por fin han tomado mi cuerpo
Como un trofeo de batalla campal.
Padres míos, capsule antiguos sonajeros,
Tigres tlacoanes de Lempira,
Que perviven como guerreros rebeldes
En las riberas de tu profundo navegar
De aguas irredentas.
Oh padres formadores del cielo y de la tierra
Huracanes cazadores del cielo,
Padres Vucubes,
Ya están aquí los blancos gemelos de la muerte
Hablando con anuncio de barbas rojas
Y con lenguas de exterminadores de pueblos primigenios.
Han encendido la ponzoña sobre mi pueblo
Han corcoveado con la sangre bífida
De la víbora que guardan bajo sus papilas.
Padre Gualcarque: recíbeme en tu seno
Ahora que formo parte de tu séquito glorioso,
Porque he de confesarte que son los mismos azules yanquis
Quienes asolan con muerte las tierras de nuestros dioses antiguos
Que formaron el cielo y la tierra y la dispusieron
A nuestra medida en los cuatro ángulos del mundo.
Todo lo creado fue respiración y pensamiento
Del creador y del formador que dijeron hágase la claridad
Y el amanecer que estaba oculto bajo los plumajes verdes y azules
Del quetzal que alimenta la densa floresta de pinos
Que resguardan el corazón de la tierra, sus ríos y montañas.
III
Oh padre Gualcarque:
Mi luz es tu frente, mi boca tu vertiente,
Yo soy el pueblo convertido en agua
Que refulge con pájaros en la ribera audaz
De tus remolinos y tumultos expansivos.
Mis brazos cubren toda la extensión florecida
Que transita al océano de color azul turquesa
Con su pecho de musgo y alas azules
Que recuerdan a Quetzalcóatl
Del ave y la serpiente emplumada
O sea del aire y la tierra vegetal innómine
De los pájaros y del maíz erguido
Como un dios victorioso.
Padre mío, te llevo hacia el pináculo del amor
Solamente los viles pueden reír en esta hora
De encrucijada y muerte.
Nunca me ausenté de ti, allí estuve arrullándote
Mi río inmortal y siempre enarbolado de aguas
Y fuerza tremebunda sin freno.
Para mí eres además estrella y cielo,
Horizonte en la galaxia de todos los ríos
Que habitan la tierra que es madre impoluta
Rotunda e indestructible.
Ahora que he vuelto a ti
Quiero ser tu bella consentida
La flor de tu plumería,
La flor de tu copal, la concha de tortuga
Que bebe el tiempo,
La jícara del atol de maíz que florece
Con el humo del fuego sagrado
Tu caracol quiero ser en los remansos
Que descansan en la orilla de la continuidad.
IV
Amado río, padre y madre
De esta tierra infinita
De los pobladores del antiguo Hueytlato
Ahora soy el río que baja henchido
Sobre declives de montañas
Y sobre gargantas de valle.
Soy los peñascos que humedecen tus moles multiformes
Soy las riberas que se deslizan cantando
Soy la cabalgata silvestre y acuosa
Soy las algas que florecen de remansos
Soy, en fin, los árboles mecidos de niebla.
Padre Gualcarque, creador y formador,
Dios de la claridad de la tierra,
Ya nada está en calma, nada en suspenso,
Ni nada está inmóvil, ni vacío,
En la extensión profunda de tu desembocadura.
Padre Gualcarque,
Presente.