México / PL
Luis Manuel Arce Isaac
Juan Guaidó, presidente »encargado» de Venezuela, se atrevió a hacer advertencias a dos gobernantes reales, Tabaré Vázquez, de Uruguay, elegido por el pueblo oriental, y Andrés Manuel López Obrador, que arrasó en los comicios mexicanos de 2018.
Sería interesante conocer los detalles de cómo le encargaron la presidencia a ese Juan, sin consulta popular, sin elecciones, sin una reunión, o una asamblea, o una comisión validada del parlamento del que empezó a ser líder por decantación, un 5 de enero de 2019 cuando nació a la vida mediática como por arte de magia.
La prensa derechista ha sido su incubadora dentro y fuera de Venezuela, pero la probeta donde lo crearon está en los laboratorios de la Secretaría de Estado. La OEA de Luis Almagro, y el Grupo de Lima, les suministran el pienso de crecimiento.
En las páginas de los diarios del conservadurismo, en las pantallas de las televisoras antibolivarianas, Guaidó es el hombre del presente, la estrella del futuro a la cual no se le requiere pasado porque ni siquiera se ha tenido tiempo de creársele y ya es tarde para hacerlo.
Lo que cuenta es lo que Guaidó diga, no por iniciativa propia, que es lo de menos, sino lo que le dicten. Por ejemplo, el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, dijo el viernes que ‘no es momento para el diálogo, es momento para la acción’ en la crisis en Venezuela.
Pocas horas después Guaidó salió con su carta a Vázquez y López Obrador a quienes dijo que no aceptaría negociaciones a no ser destinadas a que cese la usurpación de Nicolás Maduro.
Pence había insistido en que ‘ha llegado el momento de acabar con la dictadura Maduro de una vez por todas’, y seguidamente que ‘Estados Unidos está orgulloso de ser el primer país en reconocer el único presidente legítimo de Venezuela, Juan Guaidó’.
Es decir, para Pence ya dejó de ser ‘encargado’ -un término bastante comprometedor para la Casa Blanca pues fue Donald Trump quien lo acuñó- sino ‘legítimo’.
Por supuesto, que lo importante no es perder tiempo en explicar por qué y en razón de qué legalidad es legítimo, sino de contraponer el término al de usurpador endilgado a Maduro, quien salió electo presidente en las mismas urnas en las que la oposición ganó la Asamblea Nacional y no la declararon ilegal.
En ese contexto hay un problema: la firmeza de Maduro, del pueblo chavista que lo apoya y de las fuerzas armadas bolivarianas fieles al Libertador que lo secundan. ¿Cómo van a resolver ese asunto?
Bueno, pues Pence fue más allá de las insinuaciones al amenazar sin cortapisas: ‘Maduro hará bien si no pone a prueba la determinación de Estados Unidos’. Y más adelante: ‘el viaje de Maduro debe terminar y debe terminar ya’. Parece un ultimátum.
Pence rechaza con esas afirmaciones categóricas la propuesta de México y Uruguay, a la que se ha unido el papa Francisco, que parte de planteamientos en Naciones Unidas, la cual se contrapone al grupo de diálogo que propugna España para sacar del gobierno a Maduro.
Guaidó, a escasas dos semanas de su nacimiento político el 23 de enero, fue exultante e irreverente al arengar a Tabaré Vázquez y López Obrador a ‘ponerse del lado correcto de la historia’.
Su guion, sin embargo, es muy pobre, como su léxico, y sigue el mismo camino de la violencia que sus antecesores con las guarimbas, y ya carga sobre sus espaldas 40 muertos en los pocos días que han transcurrido desde que fue ‘encargado’ por la Casa Blanca a asumir la presidencia ‘legítima’ de Venezuela.