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¿Quién nos nombra, quién cuenta de nuestra vida?

 

Por Wilfredo Arriola

 

En el libro Tenemos que hablar de Kevin (Anagrama, 2011) hay una conversación interesante a propósito del miedo a la soledad y el sentido a la vida. Este surge cuando en una reunión de copas están hablando entre amigos acerca de sus padres, conversación que se tornó larga y compleja por las valoraciones que cada uno aportaba de lo vivido con ellos, de esta forma Eva, interviene — ¿No somos un poco mayores para seguir hablando de nuestros padres? Mientras luego remata: —¿Y quién hablará de mí cuando yo sea vieja?

 

La vida es muchas veces incomprendida, aún más cuando nos hay alicentes por los cuales luchar. A razón de la pequeña escena anterior Eva decide luego quedar embarazada. Tener un sentido, una respuesta de que alguién en el futuro desempolve su nombre. El legado que hizo con alguién en especial. Aunque tampoco eso será parametro de relevancia, que se le mencione será un criterio moral si es para bien o para mal, porque no todos disponemos del mismo juicio de valor con lo que hacen en nuestra vida, jugándonosla en que eso sucederá, hay quienes en el silencio saben descansar muchos nombres y que callarles les sabe más a placer que ventilarlos por las causas que fuera. Mencionar a alguién es trarlo al mundo, a la vida, y que por medio de nuestra voz, surja en la imaginación de quienes nos escuchan, ya sabaremos nosotros como lo podemos proyectar, sí como una persona de bien o el artifice de muchass horas de desconsuelo. No todos nos sabemos llevar bien con nuestras memorias y en ese sentido callar se vuelve ley.

 

La soledad de muchas personas tiene tantas traducciones, pero me ha gustado una en especial: No estás solo, estás abandonado. Quizá resume que hay un silencio impuesto más que uno elegido, hay una decisión no compartida con quisieramos romper la barrera de la voz, pero que por el momento se manifiesta en soledad, y muchas veces no digerida, pero si vestida con la palabra ceremoniosa del estar a solas con uno mismo, sí, a solas con alguién abandonado. Ahí reside, buscar un sentido, sí bien el sentido de Eva era que alguién la nombrara, ¿qué sentido tenemos nosotros al continuar los dias? Muchos lo saben, otros a esa cita no llegan, atrasan los relojes y omiten los calendarios, y otros son mencionados desde la calidez de las voces que los aman, en otros lados, desde otros escenarios, desde el orgullo y desde la importancia del brillo en los ojos, basta conocer a alguién por las palabras de quién le ama, y también hay muchos silencios de gente que se mueven en el olvido. Han dejado de ser y para alguién su nombre ya no figura entre su voz, y si lo fuera, de un nombre se ha pasado a ser “alguién” un cualquiera, que en otro momento llegó a tener valia, y hoy es parte una historia anonima por decisión. Ser en la voz de los demás, también cuenta como logro en este breve tiempo que nos queda. ¿Quién nos nombra, quién cuenta de nuestra vida? ¿Quién lo hará?

 

 

 

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