Montevideo/AFP
La Copa América, sick la Copa Oro, amistosos internacionales, elecciones de sede para Copas del Mundo: casi todos los exdirigentes de la Conmebol y la Concacaf están presos o a punto de ser extraditados por corrupción, en medio de una trama de irregularidades en la FIFA que el lunes dejó fuera de juego a los poderosos Joseph Blatter y Michel Platini.
“El nivel de la corrupción del que se les acusa es desmesurado”. Más clara no pudo ser la Fiscal general de Estados Unidos, Loretta Lynch, al destapar en mayo las múltiples actividades criminales de las cúpulas de ambas organizaciones deportivas, formalizando cargos contra 27 altos dirigentes del fútbol latinoamericano y ocho ejecutivos de marketing deportivo.
Estados Unidos los acusa de crear y poner en marcha un multimillonario esquema de corrupción que incluye, entre otros delitos, pagos de sobornos por millones de dólares para vender derechos de televisación y comercialización de torneos y amistosos internacionales, utilizando el sistema financiero de ese país.
“Durante décadas los acusados utilizaron su poder como líderes de las federaciones de fútbol alrededor del mundo para forjar una red de corrupción y de avaricia que transgrede la integridad de este bello deporte”, advirtió el director del FBI, James Comey.
El escándalo de corrupción estalló el 27 de mayo en Zúrich, y su onda expansiva alcanzó al propio presidente de la FIFA, Joseph Blatter, quien fue suspendido por ocho años tras renunciar al cargo el 2 de junio, cuatro días después de ser reelegido para un quinto mandato.
La misma sanción recibió este lunes el otro poderoso dirigente del fútbol, Michel Platini, presidente de la UEFA.
La ‘cacería’ de mayo
Dos días antes de un Congreso de la FIFA a finales de mayo, las autoridades suizas a petición de la Justicia estadounidense detuvieron en un lujoso hotel de Zúrich al uruguayo Eugenio Figueredo, expresidente de la Conmebol y en ese entonces vicepresidente de la FIFA; al caimanés Jeffrey Webb, presidente de la Concacaf; al brasileño José María Marin, presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol; a los presidentes de las Federaciones venezolana y costarricense, Rafael Esquivel y Eduardo Li; el expresidente de la Federación nicaragüense Julio Rocha y el británico Costas Takkas, asesor de Webb en Concacaf.
Asimismo, ese día se libraron órdenes de captura internacional con fines de extradición a Estados Unidos contra los expresidentes de la Conmebol y la Concacaf, el paraguayo Nicolás Leoz y el trinitense Jack Warner, antiguos miembros del comité ejecutivo de la FIFA.
La misma medida judicial fue expedida contra cinco dueños de empresas de marketing deportivo: los argentinos Alejandro Burzaco (director ejecutivo de Torneos y Competencias), Hugo y Mariano Jinkis (titulares de Full Play), el argentino-brasileño José Margulies, conocido como José Lázaro (director ejecutivo de Valente Corp. y Somerton Ltd.) y el estadounidense Aaron Davidson (presidente de Traffic Sports USA).
La ola de arrestos sacudió los cimientos de la FIFA: Blatter terminó entonces metido en el ojo del huracán viéndose forzado contra su voluntad a renunciar, mientras que Estados Unidos a través de su implacable Fiscal general advertía que “todos los culpables que siguen ocultos con la esperanza de evadir nuestra investigación no se salvarán”.
La caída de los ‘ocultos’
El Departamento de Justicia estadounidense ofreció a los arrestados rebajas en las penas a cambio de información, la delación de nuevos nombres en el esquema de corrupción y la devolución total de las fortunas que escondían en bancos y paraísos fiscales.
Algunos aceptaron los términos, fueron extraditados a Estados Unidos y puestos en arresto domiciliario después de desembolsar sumas superiores a los 7 millones de dólares para pagar las fianzas. Otros siguen presos en cárceles suizas a la espera de nuevas figuras jurídicas para recuperar la libertad.
En medio de ese esquema, Lynch y sus alfiles comenzaron a armar un nuevo proceso judicial que explotó el 3 de diciembre, de nuevo en Zúrich, e irónicamente cuando la FIFA había convocado a su comité ejecutivo para centrarse en las reformas planeadas para devolverle la credibilidad al organismo rector del fútbol.
En esa redada cayeron los presidentes de la Conmebol y la Concacaf, el paraguayo Juan Ángel Napout y el hondureño Alfredo Hawit, además de ser vicepresidentes de la FIFA.
Además de Napout y Hawit, catorce altos dirigentes y exdirigentes del fútbol de las Américas fueron imputados, entre ellos los brasileños Ricardo Texeira, el ex ‘todopoderoso’ presidente de la Confederación Brasileña (CBF) y exvice de la FIFA y la Conmebol; el titular de la CBF Marco Polo del Nero y exmiembro del comité ejecutivo de la FIFA, el presidente de la Federación Ecuatoriana Luis Chiriboga, y los argentinos Eduardo Deluca y José Luis Meiszner, exsecretarios de la Conmebol.
Semanas antes de que se destapara esta nueva olla, los presidentes de la Federaciones colombiana y chilena, Luis Bedoya y Sergio Jadue, el primero miembro del comité ejecutivo de la FIFA y el segundo vicepresidente de la Conmebol, renunciaron sorpresivamente a sus cargos y viajaron a Estados Unidos para negociar con la Justicia de ese país a cambio de condenas benévolas.
Ambos directivos fueron imputados en la orden judicial de diciembre y gozan actualmente de la libertad bajo fianza.
El escándalo de corrupción en el fútbol, llamado ‘FIFAgate’, parece no terminar, y Lynch prometió que su misión será “limpiar” el rey de los deportes. En pocas palabras quiso decir que “la pelota no se mancha”.