Sin lugar a dudas los perdedores del proceso electoral de ayer fueron los que se dejaron manipular para no ir a votar, o quienes se quisieron pasar de listos y cayeron en las manos de la autoridad.
Y cierto es que debemos afirmar que ni el partido o partidos perdedores o los candidatos y candidatas que no tuvieron el voto para triunfar se les puede llamar perdedores.
Y es que los que participaron en el evento electoral son los ganadores, porque con ello dieron un paso más para consolidar el proceso democrático que arrancó en enero de 1992, cuando se firmó la paz, y terminó no solo con una guerra civil sino con un sistema electoral corrupto.
Desde la firma de la paz lo único grave que ha ocurrido a los procesos electorales últimos, y por ende al sistema electoral salvadoreño, han sido las modificaciones que a última hora realizan cuatro abogados que desde la Sala de lo Constitucional hacen hasta lo inimaginable.
En este proceso electoral, por ejemplo, impusieron que las Juntas Receptoras de Votos (JRV) fueran conformadas por ciudadanos ajenos a los partidos políticos, no obstante, ordenó a los partidos políticos presentar miembros a JRV pero que no estuvieran enlistados en el padrón partidario.
Luego se obligó al TSE que escogiera mediante un sorteo a los de la JRV, y que garantizaran que estos no tuvieran vinculación “material” con ningún partido político.
Nos preguntamos, si el hecho de votar por un partido político, ¿no queda demostrada una vinculación material con un partido político? “Vaya usted a saber”.
Este ejército de vigilantes de la JRV sin “vinculación partidaria”, también ellos fueron ganadores, porque además garantizaron la concreción de un proceso electoral clave, estratégico.
¿Por qué clave y estratégico? Porque cada salvadoreño que acudió a las urnas y votó lo hizo a favor de un partido que continuará profundizando los cambios en El Salvador desde 2009, o votó por un partido para que siguiera torpeando al Gobierno del Presidente Salvador Sánchez Cerén.
Pero independientemente de esto, al final ha sido la decisión del soberano, y eso es lo que debemos todos respetar, pues de esa forma se consolida la joven democracia de El Salvador, que nació justamente, el 16 enero de 1992.