Telesur
El reconocimiento la víspera de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental por parte del Gobierno de Estados Unidos, ha causado diversas reacciones, según la capital donde fue recibida la noticia. Desde Moscú, el vicecanciller ruso Mijaíl Bogdánov declaró que el reconocimiento hecho a Rabat “se trata de una violación del derecho internacional” y con ella Estados Unidos habría tomado “una decisión unilateral que excede los límites del derecho internacional y la resolución del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) votada por los propios estadounidenses”. No obstante, Bogdánov saludó la normalización de las relaciones entre los países árabes e Israel, concomitante con el reconocimiento, pero indicó que “no se deben sacrificar los intereses del pueblo palestino” y que no se olvide de que el problema de Palestina “todavía no está solucionado”.
El ministro de Relaciones Exteriores de Marruecos, Naser Burita, declaró, por su parte, que Rabat rechaza que normalizara sus relaciones con Israel a cambio de que Estados Unidos reconociera la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental.
El canciller negó que “el reconocimiento estadounidense de la soberanía [de Marruecos] sobre el Sáhara [Occidental] fuera a cambio de normalizar las relaciones con Israel” e insistió que “Marruecos tiene la misma postura que los demás: los países parten del apego a la solución del conflicto palestino-israelí en base al principio de dos Estados en las fronteras de 1967 con la capital en Jerusalén Este”.
Entretanto, uno de los principales implicados en el asunto saharaui, España (potencia ocupante oficial, según la ONU), a través del presidente de Gobierno, Pedro Sánchez cree que no hay vínculo entre la cancelación de la cumbre bilateral con Marruecos sobre la cuestión saharaui y los anuncios de Washington.
España, de acuerdo a Sánchez, no se siente presionada por la cancelación y, como horas antes hizo la canciller hispana González-Laya, llamó a respetar las resoluciones de las Naciones Unidas y la legalidad internacional sobre la cuestión del Sáhara Occidental.
Por su parte, la Unión Europea saludó la normalización de las relaciones entre Israel y Marruecos, a través de las declaraciones del jefe de la diplomacia europea, el excanciller español, Josep Borrell, quien como Pedro Sánchez pasó de largo con lo del Sáhara Occidental al apenas acotar que “apoya los esfuerzos del secretario general de la ONU en el marco de las resoluciones correspondientes del Consejo de Seguridad de la organización”.
Desde Teherán, el asesor especial para asuntos internacionales del presidente del parlamento local, Huseín Amir Abdolahian, declaró que la normalización de las relaciones entre Israel y Marruecos representa “una traición hacia Palestina” y no se pronunció sobre la situación en la cual queda la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).
Venezuela, por intermedio de su canciller, Jorge Arreaza, ratificó su apoyo al pueblo saharaui en su lucha por la definitiva independencia y demandó el cumplimiento de lo aprobado en la ONU hace casi 30 años. El Sáhara Occidental es un territorio en el noreste de África, que fue colonia de España, quien, presionada por Marruecos y Mauritania, firmó en 1975 un acuerdo —carente de validez internacional— para que el norte del Sáhara Occidental pasara a ser jurisdicción de Rabat, y el sur a Nuakchot.
Un año después, el Frente Polisario proclamó la creación de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), reconocida por más de 80 países, pese a la insistencia de Marruecos en la autonomía de los territorios ocupados.
Naciones Unidas no reconoce a la RASD ni la anexión impulsada por Marruecos en 1979, y exige celebrar un referéndum de autodeterminación, para lo cual instituyó en 1991 una misión para el Sáhara Occidental, prorrogable cada año y facultada para supervisar el alto el fuego en la región.