Luis Armando González1
Realismo y subjetivismo (y sus pares asociados: objetivismo e idealismo) son dos categorías inevitables en cualquier discusión sobre filosofía de la ciencia, epistemología o teoría del conocimiento. Se verá más adelante, de manera somera, de qué se trata con esos conceptos. Por ahora, cabe destacar que esas nociones, y otras no circulan solo en ambientes filosóficos, científicos o literarios, sino que son usadas en otros ámbitos, como por ejemplo el mediático. Así, en una reciente conversación en una radio salvadoreña, sostenida por un locutor y sus invitados, el primero hizo la siguiente afirmación2: “los realistas son pesimistas; yo soy un optimista que construye su propia realidad”. Sus colegas en la cabina celebraron su razonamiento; y no es improbable que personas de la audiencia lo recibieran como algo profundo y digno de ser asumido como un lema propio.
Se hacen presentes en el razonamiento de marras, la palabra “realista” junto con las palabras “pesimista” y “optimista”. Y aunque como tal, no esta la palabra “subjetivismo”, sí lo esta de manera implícita en la formulación “soy un optimista que construye su propia realidad”. ¿Qué se puede decir del razonamiento en cuestión?, ¿qué se puede decir del uso que se hace las palabras-fuerza que lo sostienen?
Del primero se puede decir que es confuso, pero también que es falaz. Y de las segundas, que al parecer, quien las usó no sabía de qué estaba hablando. Ante todo, lo que hay que hacer es aclarar que la palabra “realismo” hace referencia a un posicionamiento cognoscitivo (epistemológico) ante lo que es objeto (o preocupación) del conocimiento: la realidad. Para un realista, la realidad tiene una legalidad y consistencia propia (física, química, biológica y biopsicosocial) que no depende de los deseos, voluntad, expectativas o ilusiones de las personas.
Por su parte, “pesimismo” es una actitud personal (expectativa, posicionamiento) ante la vida, el entorno o las demás personas. Es una actitud que se centra en (o que espera) lo negativo en el entorno, en la vida o en los seres humanos. Lo opuesto del pesimismo es el optimismo: una actitud es “optimista” cuando se destaca lo positivo, lo bueno, lo estimulante, dejando en segundo lugar (o anulando) lo negativo o lo desagradable.
O sea, mientras que el realismo es una categoría cognoscitiva (epistemológica), el pesimismo y el optimismo son categorías actitudinales, cercanas a lo ético-moral, pues marcan las pautas de comportamientos personales, en nuestras relaciones con quienes nos rodean, aunque uno y otro pueden encontrar puntos de apoyo en la realidad.
¿Puede una persona realista ser pesimista? Por supuesto que sí3, pero no necesariamente. Puede ser también optimista, y abundan los realistas optimistas en el ámbito científico y filosófico4. Con todo, las razones para ser realista son distintas a las razones para ser un pesimista o para ser un optimista: las primeras son de índole cognoscitiva y las segundas de índole actitudinal. Tampoco hay una conexión irremediable entre ser pesimista (u optimista) y ser realista. Hay pesimistas (u optimistas) que se comportan como si la realidad no existiera, con lo cual cometen disparates que muchas veces afectan gravemente su vida y la de los demás.
De hecho, el realismo es el mejor correctivo para los absurdos que pueden derivarse de pesimismos y optimismos desenfocados, desbocados o fuera de contexto. Eso es el realismo: un correctivo para quienes desvarían con un pesimismo o un optimismo exacerbados. Por tanto, la afirmación “los realistas son pesimistas”, hecha por uno de los locutores salvadoreños –pero que seguramente no solo es suscrita por él- carece de fundamento.
Los realistas pueden ser pesimistas o pueden ser optimistas, pero su realismo les sirve de correctivo para moderar los excesos del pesimismo o del optimismo. Asimismo se puede ser pesimista u optimista sin ser realista, es decir, teniendo otro posicionamiento epistemológico, que es precisamente el opuesto al realismo: el subjetivismo (y sus variantes idealistas).
A diferencia del realismo, el subjetivismo –como postura epistemológica- afirma que lo existente es una creación (o un reflejo o una manifestación) de algo no material (no real), sino inmaterial (no físico, químico o biológico): las ideas en Platón, la Idea Absoluta en Hegel, el mundo de voluntad y la representación de Schopenhauer o la subjetividad de los individuos en el constructivismo ingenuo. De gran peso e influencia ha sido la visión hegeliana, centrada en una macro subjetividad de la cual emana –se despliega en el tiempo y de manera dialéctica- todo lo existente, incluidas las formas de conciencia y de conocimiento en las que ellas se piensa y se conoce a sí misma: arte, religión y filosofía.
Los subjetivismos (idealistas) modernos son herederos del hegelianismo y, en su versión vulgar, del idealismo de los jóvenes y de los viejos hegelianos, acerbamente criticados por Karl Marx por creer que la realidad se movía por ideas y que si se cambiaban éstas aquélla iba a cambiar por arte de magia. Este subjetivismo idealista sigue en boga, ciertamente, por lo cual la crítica de Marx (y también Engels) al idealismo de procedencia hegeliana –plasmada en la ideología alemana, la sagrada familia y los grandes hombres del exilio- sigue siendo actual.
1Docente Investigador de la Universidad Nacional de El Salvador, Escuela de Ciencias Sociales. Miembro del Grupo de Trabajo CIESAS Golfo, del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).
2De la cual, inmediatamente, el autor de estas líneas tomó nota, por ser algo que concierne a su especialidad profesional.
3Un ejemplo de realista pesimista es Steven Pinker. Y, asimismo, Pinker en su libro “La tabla rasa” hace referencia a la presencia de ese pesimismo (“visión trágica”) en algunos de los padres fundadores, en Hobbes y Hume. Cfr., S. Pinker, La tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana. Bardelona, Paidós, 2018, pp. 442-454.
4Como ejemplos de realistas optimistas se pueden mencionar a Aristóteles, Karl Popper, Bertrand Russel y Alan Sokal.