Por Pedro García Hernández
Damasco/PL
La reconciliación, un programa concebido como parte de la lucha contra el terrorismo, y los avances obtenidos en ese sentido significan sin dudas otro traspié para los enemigos de Siria.
Tras la evidente derrota de la exacerbación de diferencias religiosas y étnicas, de tímidos y discretos reclamos sociales sin sólida sustentación, los patrocinadores del terrorismo en esta nación del Levante incrementaron la satanización del Gobierno sirio y promovieron una línea de acción de atentados indiscriminados.
El objetivo estaba claro: impedir a toda costa cualquier negociación en pro de la paz y la reconciliación, manipularla y convertirla en una tragedia mediática más allá de una dramática guerra impuesta que ha costado más de 300 mil vidas, las heridas incapacitadoras de más de 500 mil y una suma de desplazados internos y hacia el exterior de más de nueve millones.
Con paciencia, tenacidad y constancia, las autoridades sirias con la cooperación del Centro de Coordinación para el cese del fuego en la base rusa de Hemymin, entre otros, avanzaron en la ardua, difícil y compleja tarea de la reconciliación.
En algo más de un año, entre septiembre del 2015 y octubre del 2016, el número de poblados y comunidades acogidas a ese programa llega a 817, con la continuación de negociaciones entre las partes en casi todas las provincias del país, salvo algunas regiones de Raqqa y Deir Ezzor, asediadas por los terroristas.
Esa ingente labor- ignorada en los grandes medios de comunicación occidentales- ha permitido perfeccionar sobre la base de la experiencia adquirida, métodos de control más efectivos, aspectos legales y sociales precisos y la atención sin diferencias a heridos, lesionados y personas desvalidas.
Pocas organizaciones no gubernamentales, la Cruz Roja Internacional o la Media Luna Roja Arabe Siria, entre otras, dejaron de lado las suspicacias y mantienen una colaboración activa en ese sentido, muy por el contrario a otras como Médicos sin Fronteras o Amnistía Internacional y de algunas instituciones de Naciones Unidas reticentes a un respaldo más objetivo y real.
No obstante, los resultados más sensatos están a la vista y sirven de ejemplo en ese sentido, zonas y comunidades de las provincias de Latakia, Hama, Homs, Quneitra y Damasco y en menor medidas otras en las de Sweida, Alepo y Hasaka.
Los más claros testimonios tienen particular actualidad en la provincia de Damasco, con proyectos negociadores aplicándose o aplicados ya en la práctica en Daraya, Qudsaya, Hameh y Moadamiye y hasta en algunas áreas de la Gutta Oriental, tradicional bastión de los grupos extremistas armados.
A pesar de las continuas violaciones de cualquier tregua pactada y del cese de hostilidades, incluso desde el lunes último en Alepo, la reconciliación avanza y a todas luces parece indetenible, lo cual representa un nuevo traspiés para los promotores del terror y el desmembramiento de Siria.
Para el Gobierno del presidente Bashar al Assad, todo esto implica un notable esfuerzo en recursos y rehabilitaciones para algo más de seis millones de desplazados internos alojados en albergues e instalaciones temporales en comunidades ubicadas en Homs, Latakia, Tartus o en Jededez Artous y Heryaleh, en la provincia de Damasco, entre otras.
Ignorar esta dura y objetiva realidad, el bloqueo comercial contra Siria o las pérdidas económicas del país, ascendentes a más de 200 mil millones de dólares en cinco años de guerra, es diabólico y tenebroso y no justifica humanamente, el continuo y sistemático apoyo de Estados Unidos, sus aliados occidentales y regionales como Arabia Saudí o Qatar a los recalcitrantes grupos terroristas.
Esta vez, un nuevo traspiés los obliga a cambiar de estrategias por enésima ocasión y a pesar del tono amenazante y provocador que incentiva a generalizar el ruido de las armas.