Marlon Chicas,
Escritor
Ante semejante titular surge la pregunta: ¿quién será esta persona tras dicho nombre, un escritor prolijo, un acaudalado millonario, un político prominente o un talento de televisión? Nada de lo anterior, Juan Pablo Pérez era simplemente “el Chele de los Panes”. De los panes que en nuestra niñez y juventud eran conocidos como “mata niños” por la fama (repercusiones estomacales) que algunos atribuían a su dudosa elaboración, y a su insegura ingesta.
“El Chele de los panes” era usuluteco radicado en El Puerto de La Libertad. En San Salvador, aprendió el oficio de la venta de panes por medio de un ciudadano costarricense que residía en las proximidades del antiguo Hospital San Rafael en Santa Tecla. El Chele durante muchísimos años comercializó sus bocadillos entre los estudiantes del Instituto Nacional Damián Villacorta.
Era característico por su figura de baja estatura, delgado, diente de oro que brillaba al sonreír, pelo cano, con sus inseparables anteojos oscuros debido a un problema ocular y su infaltable gorra. Esto constituía su atuendo de trabajo.
El Chele siempre portaba su caja de madera repleta de panes con jamón y mortadela. A los laterales de este objeto sobresalían los frascos con salsa de tomate, mayonesa, sal y chile picante. El lugar físico en que se ubicaba al Chele en las horas de recreo era el portón poniente frente al Museo Tecleño.
Otras de las habilidades del buen Juan Pablo era su solidaridad con el necesitado, muchos que en esa época no contábamos con recursos para comprar, solíamos pedirle “fiado” el pancito de nuestros deseos. El Chele nunca negó a nadie el alimento; sin embargo, lo que era brillante en él, era su capacidad de memoria para no olvidar los rostros a la hora de cobrar cuando más de alguno se quería pasar de listo.
La última aparición en público del Chele, debido a su enfermedad, fue en un programa de cocina junto al también recordado Chef Francisco Cubías ex alumno del Damián Villacorta, en la que compartió con los televidentes sus secretos a la hora de preparar sus populares manjares, con ese tono tímido y humilde que tanto lo caracterizaba
Lastimosamente el Chele falleció, luego de batallar con su enfermedad. Le sobreviven sus hijos, quienes dignamente siguen con “los panes del Chele”, en el Parque Cafetalón de Santa Tecla. Vaya para su memoria este tributo de aprecio y gratitud: “¡Chele fiame un pan, mañana te lo pago!”