Marlon Chicas – El Tecleño Memorioso
La misión de un padre no es tarea fácil, siempre y cuando se realice responsablemente, asumiendo con entereza tal delegación; como apostolado de vida que, supera las adversidades presentes y futuras, descubriendo que esta no se limita al hecho de engendrar a un nuevo ser o proveerlo de bienes materiales, es brindar tiempo de calidad, convirtiéndose en amigo, confidente y mentor de sus hijos, guiando sus pasos por la senda del bien, contribuyendo con ello a su normal desarrollo.
No puede obviarse que, desde siempre tenemos un padre que nos cuida desde la eternidad en la persona de Dios Padre, el que día a día nos abastece de lo necesario para la vida. De igual forma nos delega un papá terrenal, así como a otros que no siéndolo (abuelos, tíos, hermanos, etc.), nos orientaron en esos momentos difíciles, con sus consejos y enseñanzas; generando con ello las bases de lo que hoy somos.
Nadie puede negar que de ellos aprendimos sus habilidades para las artes, el deporte o conocimientos, la pasión por el trabajo honesto, al que nunca le hicimos mala cara, ¿Quién no recuerda las temporadas de cortas de café con su padre, a fin de descubrir el valor del trabajo y lo que es ganarse la vida?
Cómo olvidar el cariño de este cuando nos enfermábamos; cargándonos entre sus brazos, prodigándonos palabras de consuelo, acompañando nuestra recuperación, velando nuestros infantiles sueños. Sin olvidar las tardes de juego revelándonos mundos mágicos, inculcándonos valores para la vida, instruyéndonos a luchar por nuestros ideales, a fin de forjarnos un futuro mejor, amando a Dios y a nuestros semejantes, infundiéndonos que en este mundo todos somos iguales.
Los años pasan presurosos, pero siempre agradeceremos la noble labor de papá, aunque ya no esté entre nosotros, seguros de que, desde el cielo nos cuida siempre con una sonrisa, animándonos a alcanzar nuestras metas, teniendo perenemente en mente que lo que más cuesta es lo que más se disfruta.
Esta historia aquí descrita es la de muchos que al igual que el suscrito, día con día extraña la presencia física de su progenitor a pesar del tiempo transcurrido, con la fe de que algún día habremos de reencontrarnos en la eternidad. Con esta crónica manifiesto mi reconocimiento a las valientes mujeres que ejercen día con día el rol de padre y madre, esforzándose sin fatiga por el bienestar de sus hijos.
Sirva esta reflexión a los hombres que por alguna razón justificada o no se olvidaron de su misión de padres, a fin de rectificar el camino por el bienestar de sus hijos, antes que sea demasiado tarde.
¡Felicidades, papás!