Sin duda alguna, las tradiciones populares tal como se nos han transmitido de generación en generación y con ese culto que se guarda por medio de la religión, nos han permitido, permanentemente, conmemorar no solamente la fecha de un fallecimiento sino también de muchos, todos aquellos que ya se nos adelantaron en ese camino sin retorno al que sabemos, vamos, sin conocer día ni hora.
El respeto a los muertos es uno de los valores que de una u otra forma nuestros ancestros nos han inculcado tomando en cuenta principalmente las enseñanzas religiosas que se basan en la fe y ese amor que como es natural guardamos a nuestros seres queridos, a tal grado que cuando parten de este mundo no solamente nos impacta y nos duele, sino que también nos dejan un vacío y que en muchos casos nos postra irremediablemente.
Por ello los recuerdos se vuelven imborrables, principalmente cuando de pronto perdemos a quienes conviven con nosotros de manera vital como nuestra madre, padre, hermanos o hijos, y solamente nos consuela esa espiritualidad que la religiosidad nos da y que desde niños vamos entendiendo gracias a la tradición.
Hoy al hacer memoria de todos aquellos que nos antecedieron y que su partida nos causó un dolor profundo, deberíamos reflexionar ¿qué y cuánto hicimos por ellos? No solamente, llorar y lamentarnos porque ya no los tenemos con nosotros.
No es de volver sus tumbas artísticos mausoleos repletos de flores una vez al año, sino, orar por sus almas todos los días que nos queden de vida y amar a quienes aún están con nosotros y practicar aquel sincero adagio que nos plantea el servir a la mamá, papá, hijos, familia, amigos y demás personas cercanas, hoy… en vida, hermano, en vida.
El papa Francisco para este día de los muertos nos regaló en su mensaje una reflexión propicia que debemos retomar y hacerla vida.
“El Ser humano es extraño… se pelea con los vivos y lleva flores para los muertos. Lanza a los vivos a la calle y pide un “buen lugar para los muertos”. Se aparta de los vivos y se mira desesperado cuando éstos mueren. Queda años sin conversar con un vivo y se disculpa y hace homenajes cuando éste muere. No tiene tiempo para visitar al vivo, más tiene todo el día para ir al velorio del muerto . Critica, habla mal, ofende al vivo, más lo santifica cuando este muere. No le hace caso, no abraza, no se importa con los vivos, más se autoflagela cuando estos mueren…
– A los ojos ciegos del hombre, el valor del ser humano está en su muerte y no en su vida.
– Sería bueno que repensáramos esto, en cuanto estamos vivos!”.