@joakinSalazar
La obra de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, diagnosis Rutilio Grande y los mártires de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), fue reconocida durante la misa celebrada en la cripta de Monseñor Romero, donde destacaron la importancia de aceptar que “la muerte es un paso hacia la eternidad pero para aquellos que han amado al prójimo brindando generosidad, amor y respeto”. El día de los fieles difuntos es una fecha en la que se conmemora la memoria de aquellos que dejaron una huella en la vida de otro. El Arzobispo Mártir Monseñor Romero marcó la vida de muchos salvadoreños al ofrendar su vida por la defensa de los derechos humanos y denunciar las injusticias que se cometían contra los sectores más pobres.
Romero, durante su vida, reconoció en el día de los fieles difuntos, que lo que queda es la alegría de haber sido leal a la ley del Señor, de haber amado al prójimo, de haberse dado por el prójimo en generosidad, amor y servicio para poder recibir el reino de Dios.
El Padre Juan Hernández Pico, docente de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), fue el encargado de recordar a grandes personajes, por lo que hizo un llamado para que al honrar la memoria de quienes ya no están entre los vivos, dignifiquen la obra que realizaron en vida.
“A Monseñor Romero, Rutilio Grande, nuestros mártires de la UCA, a todos nuestros familiares, que ya están resucitados, no están aquí, están sus restos mortales porque eso nos ayuda a venerar su recuerdo y tratar de ser mejores en nuestra vida y pasar cambios profundos que nos lleve al seguimiento de Jesús de Nazareth”, expresó el padre Hernández Pico.
Asimismo, recalcó que recordar a los mártires es para no olvidar la historia que ha marcado a El Salvador durante los últimos años, que aún para quienes no les conocieron, están siendo de ejemplo para luchar por la justicia y la verdad.
También se conmemoró a los mártires de la Federación Nacional Sindical de Trabajadores Salvadoreños (FENASTRAS), que en un atentado con explosivos dejó el saldo diez muertos y casi una treintena de heridos, el 31 de octubre de 1989 en San Salvador.
La misa, realizada este domingo en la cripta de Catedral, fue dedicada al continente africano con el objeto de suplicar por aquellas personas que se han infectado con la enfermedad del Ébola, que ya suman casi cinco mil personas fallecidas y miles de personas que aún lo padece.