Samuel Amaya
@SamuelAmaya98
“El padre Octavio Ortiz y Silvia Arriola tenían muchas cosas en común; ambos tenían una sensibilidad profunda respecto a los pobres. El padre Octavio porque había nacido del pueblo campesino y la hermana Silvia porque siempre estaba atenta y siempre se dejaba impactar por la nobleza y las actitudes nobles de los pobres que encontraba en las comunidades donde le tocó trabajo pastoral”, destacó el padre Rogelio Ponseele, quien presidió la Santa misa en honor a Ortiz y Arriola quienes fueron asesinados durante el inicio de la guerra civil en El Salvador.
El homicidio del sacerdote Octavio Ortiz Luna, de 35 años, ocurrió el 20 de enero de 1979, mientras celebraban un encuentro espiritual en la casa de retiros “El Despertar”, ubicada en San Antonio Abad. Luna estaba acompañado por cuatro estudiantes y catequistas laicos: Ángel Morales, Jorge Alberto Gómez, Roberto Alberto Orellana, entres las edades de 22 a 28 años, y David Caballero, de 14 años, cuando fueron atacados por grupos militares.
Silvia Arriola fue martirizada a los 29 años, asesinada por el ejército, el día 17 de enero de 1981. La hermana Silvia Arriola fue martirizada en Cutumay Camones Santa Ana, cuando formaba a las Comunidades Eclesiales de Base bajo los signos de un evangelio humano y liberador.
Ponseele sostuvo que fácilmente se puede sacar un solo perfil para ambos, ya que ambos enfrentaron la época de los años 60s y 70s, años de mucha confrontación social, la cual llevó al pueblo a una guerra civil que se prorrogó por más de 10 años, “eran tiempos sumamente difíciles porque ante la lucha del pueblo por ir saliendo de tanta miseria y pobreza, el régimen había desatado una represión sangrienta”.
Monseñor Romero decía que Ortiz nunca dejó de ser un campesino, porque conservó su sencillez de campesino, pues sabía que la grandeza del hombre no es la apariencia sino la verdad. Romero decía que las muertes de sacerdotes y de cristianos en vez de apagar el ardor de la fe entusiasman más a las comunidades.
Ambos se forjaron como agentes de pastoral; el padre Octavio en la Zacamil en las Comunidades Eclesiales de Base y en Mejicanos, San Francisco. Mientras que Silvia en la Zacamil, San Roque, Cuscatancingo y la Tutunichapa. “Un trabajo arduo porque las comunidades una vez formadas demandan presencia, acompañamiento, formación permanente y celebración. Trabajar con las Comunidades Eclesiales de Base no es fácil, es un trabajo arduo, y allí tanto Silvia como Octavio se fueron formando como verdaderos agentes de pastoral”.
“Ambos tenían grandes cualidades; del padre Octavio podemos mencionar el humor que él siempre mantenía en días buenos y malos, siempre mantenía ese buen humor, producto de su profunda fe en Dios, confiaba en Dios y por eso pensaba que no se podía tener miedo porque Dios estaba y nada podía ocurrir”.
“Sobre la hermana Silvia, si queremos destacar una cualidad podemos mencionar su permanente búsqueda como manifestación de su empeño por responder lo mejor posible al llamado de Dios. Silvia decía a Romero el día de su consagración; -deseo llevar una vida de búsqueda y seguimiento de Cristo-“.
Para Ponseele, tanto Ortiz como Arriola “tuvieron una muerte como la de Jesús”, “una muerte martirial”, Octavio en El Despertar, junto a los jóvenes. Silvia fue acribillada junto a decenas de compañeros en el cerro Cutumay Camones, Santa Ana. “Es digno mencionar que junto a ella cayó el compañero Odilón Novoa, un dirigente cristiano de las Comunidades Eclesiales de Base de la Zacamil”.
“Tanto Octavio como Silvia los recuerdo con mucha gratitud porque han sido siempre buenos compañeros, siempre presentes, animados y dispuestos para sacar adelante el trabajo; los recuerdo con mucho cariño y respeto hacia estos dos mártires”, enfatizó el sacerdote Rogelio Ponseele.
Silvia y Octavio estaban del lado del pueblo y no eran fanáticos de los que gobernaban, “quienes de verdad están con el pueblo, difícilmente se fanatizan pues ven la real situación de uno, como la real situación de otro. Octavio y Silvia no eran fanáticos, sí eran críticos sin volverse nunca criticones”.
“El mayor esfuerzo de Silvia y Octavio era reunir hombres, mujeres, jóvenes, niños y niñas en comunidades para juntos enfrentar con el espíritu de Jesús, la vida y colocarse del lado del pueblo”, remarcó el padre durante su prédica.
El sacerdote recordó el tiempo en que Octavio y Silvia vivieron una época de El Salvador donde gobernaban dictadores y se oprimía al pueblo. En ese sentido, recordó una manifestación en la que ciudadanos campesinos se trasladaron desde Morazán para plantear sus demandas comunes, “nos dimos cuenta de que se había reprimido la manifestación de los campesinos y murieron unos 30 compañeros, siempre me acuerdo de este hecho, porque me invitaron a celebrar la misa en el atrio de la iglesia El Rosario; ahí celebramos la misa en torno a algunos cadáveres que se habían podido recuperar, una misa que nunca jamás en mi vida voy a olvidar”, dijo el sacerdote.
Sobre esa época y la actual, existen similitudes, planteó el sacerdote, quien se desempeñó como sacerdote en los campamentos guerrillero en la zona oriental del país durante la guerra civil, ya que siguen la injusticias, las capturas arbitrarias, muertes de inocentes, indiferencia ante el clamor de las víctimas, violaciones a los derechos humanos, corrupción falta de voluntad para hacer los cambios estructurales necesarios, ansias de poder, entre otros.
“Cuando nos despertamos en la mañana, muchas veces nos preguntamos hacia dónde vamos, hacia donde nos estamos encaminando”, planteó Ponseele, ya que con el actual Gobierno liderado por Nayib Bukele se han marcado las violaciones a los derechos humanos; con el régimen de excepción se han capturado a miles de personas inocentes que nada tienen que ver con pandillas y que incluso él mismo lo confesó hace unos días e instó al sistema judicial a dejarlos libres en vez de ordenar a sus agentes de seguridad que sean específicos en las capturas.
Primer aniversario de la beatificación de Rutilio Grande
La comunidad de la cripta de Catedral Metropolitana también recordó la beatificación de Fray Cosme Spessotto, del padre Rutilio Grande y dos laicos que le acompañaban al momento del asesinato. Ya que justamente hace un año fueron beatificados por decisión de la iglesia católica romana. El acto fue el 22 de enero en la Plaza Divino Salvador del Mundo, donde aproximadamente 6 mil personas se reunieron y celebraron.
Monseñor Romero dijo en 1979 que la beatificación es la gracia y el honor de merecer los altares y de ser propuesto como modelo de virtud a todo el universo. En ese sentido, la comunidad de la cripta presentó un retrato con los rostros de los 4 mártires celebrando el año de beatificación. Dieron gracias a Dios por permitir la beatificación de los mártires ya que con ello se reconoce su martirio y sus virtudes.
El padre Rutilio Grande fue asesinado el 12 de marzo de 1977 cuando se dirigía a celebrar la misa a El Paisnal, a la altura del Cantón los Mangos, hoy conocido como “las tres cruces”. Le acompañaban Manuel Solórzano y Nelson Lemus, en el camino fueron emboscados y su carro ametrallado brutalmente.
Mientras que, fray Cosme Spessotto fue asesinado el 14 de junio de 1980 en el templo parroquial de San Juan Nonualco, donde fue párroco por 27 años. Antes de morir, el religioso perdonó a sus verdugos.
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