Iván Escobar
Colaborador
La tarde del sábado 13 de octubre de 2018 la agenda de medios de comunicación estaba saturada, ya que faltaban pocas horas para el anuncio, desde El Vaticano, de la canonización del primer santo centroamericano, Monseñor Oscar Arnulfo Romero, asesinado en El Salvador, el 24 de marzo de 1980 por sectores radicales.
Esta noticia coincidía con la realización del conversatorio, en la sala principal del ex-local de la Casa de la Cultura del Centro, ubicado entre la 1ra. Calle Poniente y Calle Arce, de uno de los fotógrafos salvadoreños de mayor trayectoria: Luis Guillermo Solano, mejor conocido como Piocha.
Solano nació en el Barrio San Miguelito, de San Salvador, el 28 de enero de 1938 y falleció a la edad de 80 años, el 28 de noviembre de 2018. Sus padres fueron María Julia Cea y Jesús Solano, quien fuera director de la Sinfónica durante la administración de Maximiliano Hernández Martínez.
Solano a sus 80 años era toda una leyenda del centro histórico de San Salvador, amante de la fotografía y la foto composición artesanal, el comercio y difusión de imágenes religiosas, entre ellas, la imagen de Mons. Oscar Arnulfo Romero.
Además, vendía en las fiestas patronales, y poblados de todo el país, ya que al pronunciar su nombre o el calificativo de “Piocha”, siempre había alguien que lo recordara con cariño.
Ese día la Casa de la Cultura se llenó de jóvenes estudiantes de comunicaciones, fotógrafos y aficionados a la imagen, así como artistas, y público en general.
Piocha llegó de blanco, con su melena despeinada y una de sus célebres frases: ¡Cómo estamos papaítos!, tratando de ocultar los nervios que tenía.
“Piocha” había esperado por muchos años compartir su trayectoria, con sus colegas y en especial con las nuevas generaciones.
Sobreviviente del incendió de la Catedral Metropolitana, el cual fotografió cuando rondaba la adolescencia; fue testigo directo de la guerra civil y del terremoto de 1986. Las fotos del terremoto lo consagraron profesionalmente, al captar en tiempo real imágenes inéditas del siniestro que dejó una estela de destrucción y muerte en la capital.
“Fueron más de 250 fotos las que hice en esta ocasión”, relató durante el conversatorio y también de otros acontecimientos que vivió como socorrista de la Cruz Verde Salvadoreña.
Después de ese evento, al filo de las 7 de la noche, Piocha caminó sobre la calle Arce, lleno de felicidad y del brazo de su hija, Guadalupe.
“Quiero que hagamos un conversatorio donde pueda enseñarles a estos bichos cómo se trabajaba con la cámara”, dijo al terminar la charla, y señalar su vieja cámara de cajón, de carretes de película, abertura fija y una sola velocidad. La respuesta que recibió fue “Sí, por supuesto”.
En noviembre Piocha nos dejaba
Fue en noviembre que Piocha se iba de este mundo, agradecido con el apoyo que le dieran Santiago Arnulfo Pérez, Cristian Hernández, nuestro recordado Jorge Ramírez, Flor de María Orantes, Ana Marcela Escobar, que se sumaron, junto a Guadalupe Solano, y los amigos del colectivo fotográfico El Centro Hace Clic, cumplir el sueño de Piocha, de compartir y además presentar sus equipos que en su vida le acompañaron para captar infinidad de imágenes.
A menos de un mes la noticia de que Piocha había muerto, se propagó. Se conoció que en su último viaje a San Miguel, por el “Carnaval de la perla de oriente”, su salud se complicó y tuvo que ser ingresado de emergencia en el Hospital Nacional Rosales.
Su partida fue rápida, solo su hija Lupe estuvo con él, en sus últimos momentos, y algunos socorristas de Cruz Verde, pero los demás familiares y amigos ya no pudieron despedirse del amigo, del fotógrafo que siempre compartía en cada ocasión sus historias.
Su partida fue dolorosa, pero quienes lo conocieron y entendieron su andar, saben que fue feliz y compartió al máximo con los suyos, y multiplicó miles de amistades en todo el territorio, incluso Guatemala y México. Y tenía para dar más.
A tres años de su fallecimiento, la familia y amigos, lo siguen recordando y extrañando, por ello junto a la Asociación de Arte y Cultura para el Desarrollo Social (As-Arte), el acompañamiento de los rescatistas veteranos de la Cruz Verde Salvadoreña, lo Caminantes Guadalupanos Salvadoreño, así como fotógrafos que participan en las caminatas de El Centro Hace Clic, y otros allegados compartieron muchas anécdotas en torno a “Piocha”, el pasado domingo 28 de noviembre en horas de la tarde.
Música, poesía y sobre todo la voz de la amistad se compartió en medio de una tamaleada, y recuerdos sobre la vida y legado de Piocha.
“Es un personaje que dejó historia, agradezco la presencia de amigos, mi padre fue un personaje en este lugar, y los seguimos recordando”, expresó Guadalupe Solano, la hija del legendario fotógrafo y socorrista.
“Seguramente hoy Piocha está feliz porque estamos aquí reunidos, recordándole y compartiendo”, añadió Yamar Durán, presidenta de As-Arte; Elliot Gómez, veterano socorrista, destacó la importancia de rescatar su memoria, y sobre todo “compartir sus historias”. “Él fue reconocido fuera y dentro del país, en Esquipulas es recordado, porque fue uno de los fundadores de los caminantes Guadalupanos”, resaltó Sofía Padilla.
Así la tarde del domingo cerró con el recuerdo y la memoria viva de Piocha, al igual que la noche de octubre del 2018, cuando Piocha salió feliz por haber compartido y porque su santo Mons. Romero le había bendecido.