Pbro. Mateo A. Quijada
Mi corazón centroamericano se resiente al no escribir en nombre de la noble nación centroamericana, pero ya la suerte de Nicaragua está echada y ya casi la de Honduras; estados dichosos que no tienen eminencia de vital peligro dada su fecundo y numeroso tamaño territorial como la suerte de vivos e inteligentes gobiernos que los dirigen. No así nuestro súper poblado y chisporroteante pueblo salvadoreño. El ingreso desmedido de nuestros 190,000 héroes al rígido territorio nacional producirá una efervescencia tóxica totalmente innecesaria. Estoy seguro que el acontecimiento histórico narrado por Virginia Prewett llegando a los oídos realistas del Sr. Trump, congreso USA y particularmente al generoso pueblo USA, produciría un inmediato y alegre sí al TPS para los 190,000 héroes que fecundan con el sudor de sus nobles frentes el suelo fecundo de los U.S.A. (de El Diario de Hoy: Centuria pg. 104):
Virginia Prewett escribe “El 05 de marzo de 1980 comenzó en El Salvador un proceso sin precedentes en la historia del nuevo mundo.- Una inconstitucional junta cívico-militar, apoyada por Estados Unidos, nacionalizó en forma confiscatoria al sector más desarrollado y más productivo de la economía libre de aquel país, enviando soldados en uniforme de combate para tomar unas 376 grandes fincas y agroindustrias.
Los destacamentos militares iban acompañados por agrónomos del Gobierno, quienes durante tres días fueron secretamente instruidos sobre el plan de confiscación, enviando desde Washington por instrucciones de la administración Carter.-
Los diplomáticos de Washington presionaron a la junta salvadoreña a iniciar confiscaciones de propiedades agrícolas cuando la junta institucional había titubeado por varios meses en hacerlo.- La “Reforma Agraria” figuraba en los planes cuando un grupo de militares derrocó al presidente Carlos H. Romero el 15 de octubre de 1980, creando para gobernar a un grupo de cinco personas inclusive izquierdistas.-
Durante dos días, el 2 y 5 de marzo, camiones, jeeps y transportes con tropa, circularon por carreteras y caminos vecinales de El Salvador, hasta que la mayor parte de propiedades agrícolas, que formaban la base económica de aquel país fue ocupada. Todo fue confiscado: Las cosechas en el campo y almacenadas en bodegas. La semilla, los tractores y otros equipos necesarios para la agricultura moderna.
Los camiones, jeeps, aviones agrícolas, gasolinas y herramientas. Todo el equipo de cultivo, recolección y procesamiento, beneficios de café, ingenios de azúcar. Todas las escuelas y casas de los empleados de las fincas. Las casas de los propietarios y contenidos.
Los diplomáticos norteamericanos y sus recaderos habían instado al ineficaz presidente general Carlos Romero a renunciar. Ellos mismos aprobaron su derrocamiento. Los norteamericanos enviaron su plan de “Reforma Agraria” a los sorprendidos agrónomos del gobierno salvadoreño, quienes fueron mantenidos incomunicados en un hotel de la capital para tres días de indoctrinación. Por lo menos dos de ellos se lavaron las manos del asunto escapando del hotel y del país con la excusa de ir a casa para traer ropa limpia. Este golpe militar auspiciado por los Estados Unidos con el sector privado fue perpetrado dejándose entender que los gastos operativos de la nueva reforma agraria (que al quitar la propiedad a sus dueños, también puso fin a su hábil manejo) serían cubiertos con dinero de los contribuyentes norteamericanos. (Algunas fincas dijeron las autoridades, serían operadas como cooperativas estatales, otras serían divididas en pequeñas parcelas).-
Para entonces, la exportación de las principales cosechas salvadoreñas (café, azúcar y algodón) ya estaban en manos del Estado. Un poco después que los soldados fueron enviados a confiscar las propiedades mayores de 500 hectáreas, los altos dirigentes de la banca salvadoreña y de las instituciones de ahorro y préstamo, fueron llamados a una reunión especial con las autoridades. Mientras la reunión se llevaba a cabo, destacamentos de soldados uniformados para combate, algunos transportándose en tanquetas, fueron enviados a apoderarse de los bancos en nombre del Estado. Todo era eso: el estado hasta aquí lo narrado por Virginia Prewett.
Los efectos los conocemos: Sorpresa suspensiva de los aturdidos beneficiarios, indecisión ejecutiva, incapacidad organizativa, incapacidad productiva, desconocimiento de la empresa agrícola industrial, inclinación obvia a la actitud: “Trabajo para el gasto familiar”. Limitación imaginativa para la creatividad empresarial de la Agroindustria, invisibilidad para crear trabajos al necesitado, impotencia nacional para generar Vigor impetuoso de la vida, todo eso produce: Miradas entrañables hacia el gran pueblo de los Estados Unidos (=Europa trasladada a América) un pueblo innovador o inventor de un humanismo nuevo, las sonrisas contagiosas de quienes iban formando el décimo quinto departamento en el dinámico y frígido norte, desesperación por falta de trabajo, consecuentemente desparpajo de la gente en busca de salidas y las filas incontenibles de humanos en dirección al norte aun con letales peligros en los caminos. La gente emigra no para haraganear, sino para encontrar un trabajo digno y capaz de mantener una familia frecuentemente numerosa. – Dios dé prosperidad a la nación a fin de que facilite la vida al necesitado.
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