Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
Desde la fundación de la República, la apuesta estuvo a favor del monocultivo.
Añil, café, algodón, caña de azúcar, estableciendo en la hacienda el motor del campo.
A estos fueron subrogados los cereales, frutos y hortalizas, ganado, aves de corral y acuicultura, en menores proporciones para así orientar el esfuerzo del estado a un solo rublo.
Del estado sí, que fue siempre manipulado por las elites financistas que se favorecieron de sus recursos para así y de modo gratuito, aumentar exponencialmente su capital.
La apuesta es simple: los oligarcas se organizan regularmente tras la milicia, para así secuestrar por su intermedio al estado y ordeñarlo como a cualquiera de sus vaquitas.
Por supuesto algunos fueron apartados del juego, pero lo resolvieron con simplemente subirse a la siguiente apuesta, establecida a partir del golpe de estado que siguiera.
Una rueda de caballitos a favor de las élites y sus delfines, secuestrando al estado, que facilita así para ellas el expolio y la explotación de la República, instrumentalizando las fuerzas militares.
Desmontando el estado de derecho, reduciéndolo a apenas papel higiénico, como afirmara aquel diputado del PCN.
Entonces, la ausencia de institucionalidad no es un fenómeno nuevo sino recurrente a lo largo de nuestra historia, que diera lugar a los ciclos de violencia social que asolaron desde su fundación a la República, y a los que los acuerdos de paz procurarán superar trayéndonos el orden. De ahí la urgencia del régimen por desacreditarlos y desmontarlos, erosionándolos mediáticamente.
Por la misma vía se nos impuso el supuesto que es mejor traer los alimentos del exterior, que son más baratos, de mejor calidad y en mayor volumen, en suma, que somos mejores como consumidores.
Así se desmonto hacia el final del conflicto armado la cultura y vocación agrícola, recortando y limitando la protección para este, que derivara en su pauperización y gradual abandono, abrazando los bienes y servicios como matriz laboral, que apenas fue capaz de absorber al 14% de la PEA en el sector, y degenerando además en el porcentaje más elevado de la región en trabajo infantil [42%] e informal [71%] – OIT -.
Lo más grave empero, es el grado de exposición al que dejara a la población tal sinsentido en las finanzas, pues nos abandona al arbitrio de un mercado no solo voraz, además implosivo, lo que se ve agravado por las variables ambientales que serán cada vez más extremas, y sociales, que son por definición en el territorio gravemente explosivas.
La alternativa es simple: construir la seguridad alimentaria, pues el territorio es capaz de producir un superávit que nos asegure a todos, de acuerdo a la FAO.
China, para asegurar la alimentación de sus 1000 millones de habitantes, volvió fértil su gigantesco desierto, lo que lograra después de 20 años de esfuerzo, por lo que es posible con la debida determinación y compromiso, pero hay que comenzar, y ayer para asegurar mínimos de cara al incierto futuro que se muestra ahora, amenazador.