Oscar A. Fernández O.
Cómo nuestro enfoque epistemológico es predominante marxista, medical debemos de entender que los procesos históricos han madurar y crear las condiciones objetivas y subjetivas para efectuar los saltos de calidad auténtica que permitan a los pueblos profundizar los cambios sociales necesarios. Apelando a dicha tesis, rx exponemos a continuación la necesidad de construir un Estado verdaderamente democrático, viagra sale que sirva de transición para fundar un mejor El Salvador, lo cual es absolutamente procedente y necesario.
El asunto del Estado es quizás una de las materias más estudiadas y debatidas en el campo intelectual del marxismo y en el terreno político y cultural de las izquierdas, toda vez que resume y concentra algunas de las problemáticas fundamentales de nuestro modelo y se encuentra en el núcleo del proyecto socialista: la cuestión del poder, del sujeto histórico, de la revolución, de las formas de conquista del poder, del rol de la fuerza política, la lucha de clases y la transformación revolucionaria de la sociedad.
En el llamado Estado moderno, éste y el mercado son instituciones complementarias. El Estado –el sistema constitucional y la organización o aparato que lo garantiza– es la principal institución que coordina las sociedades modernas, el principal instrumento a través del cual las sociedades democráticas moldean el capitalismo para poder alcanzar sus objetivos políticos. El mercado es una institución basada en la competencia que, bajo la regulación del Estado, contribuye a la coordinación de la economía. Desde fines de los 80, el neoliberalismo lanzó un asalto al Estado (y también al mercado) desde la teoría neoclásica y la teoría de la elección pública, que se convirtieron en una meta-ideología de la época.
Aunque el ataque fue feroz, la actual crisis económica y la profundización de la pobreza mundial, confirma la necesidad de reconstruir el Estado y buscar una nueva complementariedad con una nueva forma de mercado, justo y solidario.
Las condiciones críticas y las tendencias inéditas que actualmente muestra el sistema rebasan ampliamente el balance de tensiones históricamente conocidas durante toda la evolución del modo de producción capitalista desde sus orígenes.
Las implicaciones que se desprenden de la actual crisis del Capitalismo son radicalmente expresivas de la época de crisis civilizatoria que encarna el neoliberalismo. No hay que olvidar tampoco que la manera como se pretendieron sortear las crecientes contradicciones y la sobrevenida crisis del capitalismo de postguerra, especialmente, el agotamiento del Estado de Bienestar y el modelo de acumulación fordista a nivel planetario (principalmente en los países centrales pero siempre en correlación a las periferias capitalistas) fue articulada bajo la contra-revolución neoliberal. (Socarrás: 2014).
En el modelo neoliberal se ha perdido definitivamente el pacto social por las que muchas veces en su historia, ha luchado el pueblo salvadoreño, desde que la oligarquía salvadoreña fundará un Estado a su conveniencia. Las fuerzas políticas ya no buscan acuerdos para encontrar caminos que lleven a un beneficio social, ahora impera la ley del más fuerte, nos domina el mercado y los intereses financieros del capital especulativo, el hombre como lo hemos dicho, dejó de ser el homo social y se convirtió en el homo económico. El ser humano ha sido cosificado y como tal, hipotecado.
No obstante el avance en materia constitucional y democrática, que significaron los Acuerdos de Paz firmados por las partes en conflicto, estos no alcanzaron para reconstruir (o rediseñar) un nuevo contrato social pactado por el pueblo salvadoreño. Las reformas constitucionales, rápidamente perdieron efectividad y la oligarquía burguesa impuso sus intereses de nuevo, durante veinte años, hasta que fueron desplazados por el FMLN y la fuerza popular democrática a través del voto.
Para nosotros está claro que lo declarado en el texto constitucional, no es lo que se practica, para nosotros está claro que el modelo neoliberal vigente desde hace varios años, desde que gobernaba el partido ultraderechista, que proclama al mercado como el supremo hacedor y rector de todo lo que se hace y se deja de hacer, que proclama la ganancia y no la persona como el fin y objetivo del Estado, que proclama la superioridad del interés privado (propiedad privada) sobre el interés social y el interés público, ese modelo es contrario a la Constitución, viola la Constitución. Dicho en pocas palabras: el modelo neoliberal es inconstitucional. Así definía Schafik Handal, el triste panorama en que fue sumido al Estado, por los oligarcas y sus tecnócratas aprendices de políticos.
Basado en ello, es meritorio pensar que el contrato social que solo existió en apariencia, deba ser repensado con el fin de rescatar la naturaleza política y social del Estado. Este camino se ha comenzado a transitar y se profundizará con el nuevo gobierno. Podemos definir al Estado como “la comunidad de seres humanos fijada sobre un territorio determinado y que posee una organización de la que resulta para el grupo, considerado en las relaciones con sus miembros, una potestad superior de acción, de mando y de coacción” (Carré de Malberg)
Esta definición normalizada, es claro ejemplo de una perspectiva amplia de Estado, constituido por tres elementos o condiciones existenciales: la población (dato demográfico o sociedad), el territorio y el poder (Estado en sentido estricto: gobierno, aparatos y ramas de poder). Aunque una teoría meramente jurídica es insuficiente para el análisis del Estado como forma de organización social, la doctrina jurídica nos ofrece un marco para el análisis no sólo del Estado como órgano de producción normativa, sino de esa totalidad o unidad política.
El Estado de Derecho excede un simple conjunto de normas constitucionales y legales, pues involucra a todos los ciudadanos, no sólo a diputados que legislan, al orden legal o a políticos que gobiernan, hemos sostenido desde hace mucho. La existencia de un verdadero Estado de Derecho (Rechtsstaat: I. Kant) se mide en el funcionamiento de las instituciones y en la praxis política cotidiana. El Estado de Derecho teóricamente, suministra la libertad para el libre juego de pensamiento y acciones y debe permitir las modificaciones y cambios que el proceso social requiera. No existen pues las llamadas “normas pétreas” o escritas en piedra. Nada en esta vida está escrito en piedra. El Estado de Derecho excede el campo de lo jurídico para tocar el terreno de la política y la ética, pues existen derechos naturales de las personas, que son inalienables.
Es indiscutible, entonces, la relación entre derecho y política. El derecho debería de emanar de la voluntad de los pueblos no de una élite económica, así el Estado estaría realmente limitado en su acción, por los derechos que esa voluntad encarna. El logro del bien común es el objetivo genérico del derecho. Si bien la democracia es una forma jurídica específica no puede limitarse a garantizar la alternancia en el poder de las diversas expresiones políticas, sino que debe avanzar en la institucionalización de principios y valores de justicia social equitativa.