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Redistribuir, más que crecer

@arpassv

El mega-empresario Ricardo Poma plantea que la economía necesita crecer un 5% para generar beneficios al país.

Con dicha prédica, este prominente miembro de la oligarquía califica como insuficiente la proyección gubernamental del 2.5% de crecimiento y desvía la atención de un problema que pocos señalan: la falta de voluntad política de grandes empresarios para invertir en el país y el traslado de sus capitales a otros países de la región, como parte del bloqueo económico contra el Ejecutivo.

Pero en este editorial abordamos un aspecto aún más de fondo: la urgencia de redistribuir los ingresos, más que crecer a altos porcentajes. Desde luego que es importante crecer, pero esto es inútil si sólo sirve para incrementar las ganancias de las empresas mientras los trabajadores mantienen salarios bajos y el fisco no recibe mayores ingresos para invertir en la reducción de las inequidades sociales.

La cacareada “teoría del rebalse”, según la cual el crecimiento de la economía beneficia automáticamente a todos, no funciona. Por tanto, es necesario una distribución más justa de los ingresos, el crecimiento sin redistribución de la riqueza profundiza las desigualdades.

El país puede crecer al 5%, como dice el señor Poma, o mas; sin embargo, la exclusión y marginación socioeconómica serán igual o peor si no se dignifican los salarios y no se hace una reforma fiscal progresiva “donde paguen más quienes tienen más”. Este debería ser aspecto central del debate sobre la situación económica del país: la urgencia de redistribuir la riqueza, más que alto crecimiento del producto interno bruto.

Así que ante el pregón crecentista de este empresario oligárquico, secundado por FUSADES y ANEP, las organizaciones populares deben presionar con su demanda de incrementar a 300 dólares o más el salario mínimo y la propuesta de aplicar impuestos directos al patrimonio y a la gran ganancia empresarial, los bienes y servicios de lujo, grandes transferencias financieras, entre otras medidas tributarias progresivas que reviertan el sistema fiscal regresivo heredado de los gobiernos de ARENA.

Simultáneamente la academia progresista debe hacer un mayor esfuerzo por cambiar las pautas del debate público sobre las principales problemáticas del país. Así -además de hablar de redistribución de ingresos en vez de crecimiento económico- debe cuestionarse la extrema riqueza y no la extrema pobreza o hablar también de la corrupción empresarial y no sólo estatal, para citar sólo dos puntos relevantes.

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