@arpassv
El Ministerio de Educación (MINED) anunció la semana pasada que comenzará a impartir la asignatura Moral, Urbanidad y Cívica, a partir del tercer trimestre de este año, en todas las aulas del sistema educativo nacional.
Esto, en cumplimiento a una reforma al artículo 47 de la Ley General de Educación aprobada el año pasado que tiene como objetivo “proporcionar elementos conceptuales y de juicio para que los niños, jóvenes y adultos desarrollen la capacidad de análisis y discusión necesaria para tomar decisiones personales y colectivas que contribuyan al mejoramiento de su desempeño en la sociedad”.
La nueva asignatura incluye las siguientes temáticas: derechos, deberes y vida pública; pensamiento crítico y juicio moral; ciudadanía política y mundial; memoria y pasado reciente; identidad y diversidad; convivencia, cultura de paz y derechos humanos; y ecología y ética del consumo.
El ministro Carlos Canjura informó que ya están elaborados los programas desde primer grado de primaria hasta segundo año de bachillerato y que está preparándose en dicha asignatura unos 300 profesores, quienes -a su vez- capacitarán a otros 38 mil docentes del sistema público de educación.
El anuncio -realizado en el marco de la conmemoración del 25 aniversario de los Acuerdos de Paz y del lanzamiento del “Foro Permanente de Cultura de Paz” y de la “Cátedra Acuerdos de Paz”- es, aunque tardío, muy relevante. La implementación de la asignatura Moral, Urbanidad y Cívica debería ser el inicio de una profunda e integral reforma educativa, principalmente curricular.
La izquierda gobernante debería saber que para hacer transformaciones culturales y crear nuevos imaginarios colectivos -basados en la cultura de paz, los valores democráticos y el Buen Vivir pregonado desde el discurso presidencial- debe cambiar el modelo educativo, la política cultural y las estrategias de comunicación.
Para desmontar la hegemonía cultural-ideológica egoísta, violenta, machista y consumista construida históricamente por las élites conservadoras, es necesaria la creación y difusión de nuevos valores, narrativas y sentidos. Y para esto, el trinomio educación-comunicación-cultura debe ser prioridad de políticas públicas con enfoque emancipador y clave contrahegemónica.
Ojalá que así lo entiendan quienes actualmente tienen en sus manos las posibilidades y la responsabilidad de evitar retrocesos políticos que resulten catastróficos para el país.