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Reforma Fiscal, Navidad y elecciones

José M. Tojeira

Estamos llegando simultáneamente a lo más intenso de la campaña política y a la Navidad. Todos los días encontramos noticias de los candidatos a la presidencia, discusiones, debates, críticas y promesas. Los desplegados comerciales abundan también, dado el consumismo existente y profusamente impulsado por el comercio para la Navidad. Cuando celebramos al que “siendo rico se hizo pobre por salvarnos” (San Pablo) rara vez se nos ocurre que podríamos celebrar la Navidad de un modo distinto al derroche dominante. ¿Y la Reforma Fiscal? Esa brilla por su ausencia. Sin embargo es una realidad necesaria si se quiere cumplir con tanta promesa que se está haciendo. Llama la atención que se ha hablado más de reducir impuestos que de subirlos a quienes pueden y deben pagarlos. Como si un país pobre, con poca carga fiscal y poca inversión en desarrollo pudiera solucionar solo a base de promesas electorales los graves problemas que le aquejan.

Y en realidad la Reforma Fiscal es necesaria, tanto para celebrar adecuadamente el espíritu navideño como para poder cumplir una buena parte de las promesas que con tanta facilidad se hacen. En efecto, el espíritu navideño es espíritu de solidaridad. En la narrativa cristiana el Hijo de Dios se hace persona humana y carga con la vulnerabilidad de la existencia y con el sufrimiento de los pobres. Nace sin encontrar posada y tiene que ser reclinado sobre hierba seca. Pronto sigue la suerte de los migrantes que huyen de la violencia. La huida a Egipto, como habitualmente se le llama a ese viaje de infancia con su familia, tenía que cruzar zonas inhóspitas, así como lugares donde los robos y asaltos eran frecuentes. Con culturas y lenguas diferentes en el trayecto, peligros y desiertos, el camino no podía considerarse fácil. Las incomprensiones y ataques posteriores a Jesús, que culminaron en la muerte de cruz, se debieron a su testimonio de la verdad sobre un Dios que es amor y una humanidad que debe ser respetada en su dignidad y vivir fraternalmente. Si de alguna manera puede definirse la Navidad es como un acontecimiento de salvación solidario con lo humano y con la humanidad. Una Reforma Fiscal progresiva, que logre que los ricos sean menos ricos para que los pobres dejen de ser pobres, estaría más a tono con la Navidad que el consumo y la reventazón de pólvora.

Para cumplir con las promesas electorales también se necesitará una Reforma Fiscal. Los políticos multiplican sus promesas y hablan con facilidad de educación para todos y por supuesto prometen mejorarla. Pero un estudio muy bien hecho en el seno del programa El Salvador Educado calculaba que poner la educación en El Salvador al nivel del primer mundo significaría una inversión de doce mil millones de dólares extra (sobre el presupuesto actual) durante diez años. Si ahora tenemos un presupuesto de un poco más de novecientos millones de dólares para educación, poner la educación al nivel del primer mundo significaría tener durante los diez años próximos un presupuesto de un poco más de dos mil millones de dólares. ¿Se puede lograr eso sin una Reforma Fiscal? Miren el presupuesto del año próximo 2019 y vean lo que se señala para educación. Las promesas son bellas, pero la realidad parece que camina en otra dirección. La PAES de este año, como todas las habidas hasta ahora desde 1998, si algo describen no es solo las dificultades de la educación, sino una profundísima inequidad e injusticia educativa. De las 1,280 instituciones que se sometieron a la PAES, en el diez por ciento de superior calificación promedio había 85 colegios privados y solamente 40 públicos. Los públicos son muchos más que los privados, pero les falta la inversión necesaria. ¿Podremos cumplir las promesas de una mejor educación sin una Reforma Fiscal progresiva? En salud, vivienda digna, ecología, los números continúan multiplicándose. ¿Bastan las promesas para solucionar los problemas?. Si algo hay de irresponsable en este proceso electoral es no hablar de Reforma Fiscal progresiva. ¿Queremos celebrar irresponsablemente la Navidad y seguir haciendo promesas electorales falsas? Derrochemos dinero, no hablemos del Dios que siendo rico se hizo pobre para salvarnos y, por supuesto, ni se nos ocurra mencionar la Reforma Fiscal.

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