Salvador Ventura
La mala reputación de la prensa se da por varias razones: por la deformación de las noticias, health help difamación, diagnosis seguir una agenda partidaria en menoscabo de la integridad, la ética y el profesionalismo y por la ausencia de la conciencia de responsabilidad de los propietarios y jefes del medio de información.
El Diario de Hoy no es exacto en sus informaciones, no solo distorsiona las noticias sino que también deforma la realidad a pesar de existir un público lector y una población totalmente enterada de los hechos. La presencia de observadores y testigos confiables no parece preocuparle a los editores de este medio de publicidad y propaganda.
El estar sometido a los grandes intereses económicos y ser parte así sea en forma marginal de grupos minoritarios privilegiados, esos tradicionalmente opuestos a los cambios y transformaciones sociales, le impiden abordar con imparcialidad y profesionalismo los grandes temas de la agenda nacional.
El Diario de Hoy no sólo es superficial en el tratamiento y abordaje de acontecimientos sociales y políticos adversos a determinada corriente ideológica, sino que no reconoce ni acepta los puntos de vista de sus adversarios, pues al privar el sectarismo y la irracionalidad de sus ideas, ingresa peligrosamente a la difamación, las verdades a medias y la especulación.
En su editorial del martes 10 de marzo del año en curso hace afirmaciones temerarias, vagas y hasta difamatorias. “La municipalidad de Santa Tecla que estuvo por varios años bajo control de los comunistas”, escribe, ignorando de manera perversa el ideario y la forma de pensar del ex alcalde Óscar Ortiz y del resto de los funcionarios municipales.
Al mismo tiempo, recomienda al alcalde electo, señor Roberto D’Aubuisson, “recorrer cada dependencia, hablar con los que buscan servicios, sentarse al lado de cada empleado para conocer lo que hace”. Las auditorías son normales en cada dependencia, lo mismo saber la función desempeñada por todos y cada uno de los servidores públicos.
“Había un práctica, afirma, de solicitar donativos para obtener permisos”, una evidente calumnia y peligrosa difamación contra las actuales autoridades municipales la cual puede ser procesada por un juez competente de existir una demanda por los afectados, de acuerdo con lo establecido por el Código Penal.
Al formular abiertamente cargos de supuesta corrupción, no sólo se atenta contra la moralidad del público o los usuarios del servicio de la municipalidad, sino se viola la intimidad de los funcionarios como el ex alcalde Óscar Ortiz, quien siempre procedió con honestidad y transparencia como lo demuestran las auditorías de la Corte de Cuentas.
“La municipalidad tecleña, como todo municipio del país, trabaja con recursos públicos, con dineros que pagan los vecinos. Y esos dineros se devuelven a las comunidades en servicios, idealmente procurando que haya honradez, eficiencia y transparencia en el manejo y en el gasto”, afirma el editorialista.
Y, precisamente, usted no es auditor sino simplemente una especie de “fiscalizador” de la cosa pública, obligado a informar con datos en la mano, con documentos y datos precisos para no caer en la especulación y en la distorsión de los hechos. No procede así por su odio contra supuestos comunistas y funcionarios contrarios a su cavernaria forma de pensar.
El tiempo transcurre, ya son abrumadores los vicios, los desacatos y las injurias cometidas por este medio de propaganda y de publicidad para encarrilarlo hacia una nueva moralidad, pues los antiguos principios ya no sirven y ésta podría ser la reacción contra la ética y los principios que deben regir el trabajo de un verdadero órgano de prensa.
El director de El Diario de Hoy constantemente apela a la libertad de prensa y al derecho a “su” publicidad; pero es un contrasentido porque no aumenta su sentido de la responsabilidad, del honor y la lealtad incluso con sus mismos lectores, quienes de alguna manera se encuentran amordazados por la prédica irracional de este medio de propaganda.
La base de la responsabilidad de los periodistas es la libertad, pero cuando es utilizada de manera correcta y no siguiendo los lineamientos mercantilistas o “las recomendaciones” de un partido político o un grupo económicamente poderoso, como ha ocurrido desde largos años en este país.
El ser el periodista un “hombre de pluma” lo debe convertir en un profesional responsable, porque de aquí deviene su propia libertad y su nobleza. El atentar contra estos valores es prostituir la sagrada profesión del hombre de letras. La libertad, señor director, engendra la responsabilidad.