Dr. Víctor M. Valle
Entre el 14 y el 18 de julio últimos, viagra check se llevó a cabo en la Universidad de El Salvador el Congreso Centroamericano de Historia, en su versión número 12. Como es usual, se dieron cita académicos de la región para identificar formas de cooperación y definir líneas de investigaciones que permitan desentrañar críticamente la historia de “nuestra América delgada”. Llamó la atención que los grandes medios (es decir los diarios de mayor circulación y las antiguos canales de televisión) no se refirieron a este evento. Solo el diario CO LATINO, según me percaté, cubrió la noticia del Congreso.
Al Congreso vino un joven historiador costarricense, de nombre Mario Salazar, a quien unos amigos comunes le refirieron mi nombre como posible fuente de contactos para que conversara, como pariente y como investigador de historia, sobre su abuelo, el intelectual izquierdista salvadoreño Mario Salazar Valiente, quien estuvo casado, en primeras nupcias, con una señora costarricense –Eugenia- sobrina de los dirigentes comunistas Manuel y Eduardo Mora Valverde. Doña Eugenia es la abuela paterna del joven historiador. Mario salió de El Salvador y se radicó en Costa Rica, en 1952, como resultado de la llamada “represión de Osorio”, cuando el gobierno dejó a un lado su máscara reformista y se dedicó a reprimir el movimiento sindical y a los intelectuales opositores.
Conocí y traté de cerca a Mario Salazar Valiente en el decenio de los años 1960. A lo jóvenes universitarios de entonces nos llevaba algunos años, los suficientes para que lo viéramos como un maduro intelectual de izquierda que nos daba charlas sobre historia y filosofía. Había nacido en 1927.
Por una circunstancia muy ajena al quehacer político, conocí a la madre de Mario, la poeta Lydia Valiente. Cuando yo era niño, en 1952, doña Lydia vivió en mi casa de Santa Tecla, pues mi padre le alquiló un cuarto. Nunca supe qué la llevó a vivir entre nosotros, pero recuerdo nítidamente su personalidad.
Más de diez años después, fui encargado de una oficina en la Universidad de El Salvador donde trabajó conmigo José Domingo Mira, otro personaje de la izquierda, quien estuvo casado con doña Lydia Valiente.
En 1961 la izquierda apoyó a Mario Salazar Valiente para que fuera Decano de la Facultad de Ciencias Económicas, de la Universidad de El Salvador, en sustitución de Jorge Sol Castellanos, quien había renunciado del cargo que tenía desde 1959 y que debía terminar en 1963. Mario concluyó el período de Jorge Sol. En sus actividades intelectuales y políticas, Mario incluía su participación en los intentos de organizar e inscribir legalmente el Partido Revolucionario Abril y Mayo. Lo vi actuar a favor de la candidatura de Fabio Castillo Figueroa, para Rector de la Universidad, en 1963, y para apoyar la candidatura de Fabio a la presidencia en las elecciones de 1967. Tuvo sus dudas y fue crítico cuando la Unión Soviética invadió Checoeslovaquia en 1968 y sobre la real génesis de la guerra El Salvador-Honduras de 1969.
La última vez que lo vi y conversé con Mario fue en 1980, cuando participamos en una reunión clandestina en México, convocada por Rafael Menjivar, en nombre de las FPL, para ponerle concreción en metas e indicadores al Programa del Gobierno Democrático Revolucionario, que era la bandera de lucha de la izquierda salvadoreña en la antesala de la guerra civil. En esas reuniones de trabajo estuvimos, entre otros, Rafael Menjìvar, Manuel Sevilla, Mario Salazar Valiente, Jorge Sol Castellanos, todos fallecidos, y otros que por estar vivos prefiero no mencionar. Mario en esos tiempos estaba casado con la escritora salvadoreña Mercedes Durand a quien le tocó enterrarlo.
Según supe, Mario murió repentinamente el 31 de diciembre de 1992, cuando recién había regresado a El Salvador, después de la firma de los Acuerdos de Paz. Había sido docente e investigador en universidades mexicanas. En 1988, Siglo XXI de España le publicó el libro “Saltar al Reino de la Libertad”, en el cual Mario se refiere a los movimientos revolucionarios anticapitalistas y la confrontación entre el socialismo ideal de Marx, Engels y Lenin, y el socialismo real que comenzó en la Unión Soviética en 1917.
De mis tiempos de estudiante recuerdo su erudición y claridad para comunicar sus ideas y análisis. Era temperamental, apasionado y terminante en sus juicios, pero sabía cuándo ser flexible y condescendiente.
A Mario Salazar, el historiador nieto de mi amigo Mario, le ayudé a contactar personas que pudieran hablar de la vida y obra de su abuelo. Tuve éxito y conseguí entrevistas con el diputado Mario Valiente, primo de Mario Salazar Valiente, con Manlio Argueta, compañero de carceleadas y exilios de Mario, y con Alma Benítez, esposa de Tirso Canales. Por medio de ella pudimos ubicar la tumba donde está enterrado el apreciado Mario.
Creo que Mario, el nieto, cumplió su objetivo como historiador y como descendiente de Mario Salazar Valiente. Supo de sus orígenes salvadoreños. El diputado Valiente narró con detalle la amplia genealogía de los Valiente y de un osado Valiente que se asentó en Metapán el siglo XVIII y que venía de Extremadura a través de México. Manlio Argueta narró peripecias en una cárcel de Nicaragua, cuando Mario daba a los exiliados charlas de historia y marxismo, lo cual le valió tres días de castigo en aislamiento.
Por medio de esta inesperada contribución, recorrí de nuevo la historia que me ha tocado vivir en mis más de siete decenios de vida. Desfilaron en los pasillos de mi memoria, con paso inmaterial, los espectros de muchas personas: Raúl Castellanos Figueroa, Fabio Castillo Figueroa, Gabriel Gallegos Valdez, Roberto Armijo, Ítalo López, José Domingo Mira, Jorge Sol Castellanos, Mario Flores Macal, David Luna, Cayetano Carpio, Jorge Arias Gómez, Daniel Castaneda, Schafik Handal, Virgilio Guerra, Guillermo Ungo, Héctor Oquelí, Rosita Braña, Carmencita de Vides, Chepito Vides, Camilo Minero, Mario Moreira, Enrique Escobar Barrera, Héctor Silva Arguello, Alfredo Castro Quezada, Roberto Carías Delgado, Miguel Mármol, Roberto Castellanos Calvo, Rafael Aguiñada, Oscar Martínez Carranza y tantos y tantos que he conocido en mis actividades políticas y académicas. Y al ver ese desfile imponente de seres que transitaban en mis recuerdos, a ratos pensé que había regresado Mario Salazar Valiente.