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Reguero de impunidad

Renán Alcides Orellana

Apartir de la década 1980, decease ailment El Salvador ha sido triste escenario de horrendos crímenes. Algunos en el marco y como consecuencia de la guerra (1980-1992); y otros, malady producto de la criminalidad galopante que, viagra lamentablemente, permanece hasta ahora.

    Pero, independientemente del tipo de crimen, algunos hechos son emblemáticos por su trascendencia universal: Monseñor Romero, los sacerdotes Jesuitas, la niña Katya Miranda… y muchos más. Coincidentemente, a los tres mencionados los cubre el manto de la impunidad, “gracias” a amnistías absurdas o a remedos de juicios penales. Por haber cobrado vigencia en los últimos días, y sin desestimar el caso de los Jesuitas (+ 1989) y menos el de Monseñor Romero (+ 1980) y los de tantos heroicos hijos del pueblo, esta voz de duelo huracanado va por Katya Miranda…

Katya, colegiala de 9 años de edad, fue asesinada el 4 de abril de 1999, en la playa Los Blancos, departamento de La Paz, mientras disfrutaba sus vacaciones de Semana Santa, en un rancho de su familia paterna. Katya fue monstruosamente violada y asesinada en un hecho “inexplicable”, si se toma en cuenta que en el rancho,  aquella noche de Sábado Santo, estaban: su padre militar Edwin Miranda, su abuelo Carlos Miranda, su tío Godofredo Miranda,  quien era oficial de la PNC, y dos empleados. Por su nivel y capacidad profesional, todos ellos resultaban suficiente protección para el resto de la familia. Pero no les dieron la protección debida… y la inocente Katya apareció violada en la playa, fuera del rancho.  Todos los indicios llevaron a considerar culpable al abuelo Carlos por el crimen y se sindicó al padre, Edwin, por desprotección a su hija y, con ellos, se procesó a los empleados. Era imposible creer que todos, junto a Godofredo Miranda, no se percataran de que “alguien” secuestrara a Katya de manera tan fácil. Y hubo juicio. Raros y sospechosos procesos se dieron y, al final, se llevó a prisión al abuelo y a sus empleados…

Pero, nueva resolución golpeó el rostro de la conciencia nacional y tiró por la borda los anhelos de justicia de los salvadoreños honrados: el 24 de septiembre/2014, la Sala de lo Penal de la CSJ, decretó la libertad de los acusados, argumentado que no se puede juzgar 2 veces a nadie por un mismo delito. Independientemente de tales argumentos y la resolución, aquí y ahora, como desde el principio, “algo huele a podrido  en Dinamarca” (Hamlet): a Katya Miranda nadie la asesinó. Katya se “auto-asesinó”; y ¡viva la impunidad!…

Otro hecho más, para el condenable archivo de los casos impunes por muerte violenta, incluyendo los delitos de lesa humanidad, y que vienen a sumarse a los casos de corrupción y otros ilícitos contra los intereses nacionales (Insepro/Finsepro, ISSS, ANDA, BFA, MOP, MSP, OBC, donativos Taiwán…), algunos ya prescritos, otros medio juzgándose y los demás impunes,  que, en conjunto, forman el creciente reguero de impunidad que, desde hace tiempo, ha afectado y avergüenza al país.

Quizás un día, este reguero de impunidad vaya disminuyendo su caudal. Y que las muertes violentas de Katya, Monseñor Romero, los Jesuitas y tantos otros patriotas víctimas de la barbarie, genere la conciencia necesaria hacia un ambiente de paz, tolerancia y solidaridad ¡Así sea!

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PUNTO Y APARTE. Cuando algunos políticos llaman “Primer Órgano del Estado” a la Asamblea Legislativa, evidencian error por ignorancia o malicia, o por ambas.  El filósofo francés Montesquieu (“El Espíritu de las Leyes”) no dio primacía a ningún Órgano sobre los otros dos; y sí, absoluta igualdad en armonía, para la justa interdependencia de Poderes… (RAO).

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