Isaac Bigio
Analista internacional
Los tres principales partidos británicos se identifican con estos colores: amarillo (liberales demócratas), azul (conservadores) y rojo (laboristas). A veces cuando ‘estas aparecen juntas en ciertos gráficos nos recuerdan a las banderas de Colombia, Venezuela y Ecuador quienes son las únicas repúblicas del mundo en compartir la misma tricolor.
Sin embargo, en el caso británico el azul va a convertirse en el color dominante durante el siguiente quinquenio, pues se estima que cuando nos acerquemos al 2025 los conservadores habrán estado quince años ininterrumpidos en el poder; mientras que los rojos han sufrido su peor derrota electoral en las últimas cuatro décadas y los amarillos han fracasado incluso en mejorar su bancada o llegar a ser nuevamente la tercera fuerza en la cámara de los comunes.
Triunfo de Johnson
Boris Johnson acaba de lograr la mayor victoria electoral conservadora en el último tercio de siglo. Solo Margaret Thatcher (1987) consiguió más parlamentarios para su partido que el actual primer ministro.
Según los resultados oficiales de los 650 miembros de la cámara de los comunes, los conservadores consiguen 365, es decir, un 56.5 % de esta con lo cual van a poder aprobar siempre todos sus proyectos y gobernar durante un quinquenio. En cambio, los laboristas se reducen a 203 y los liberal-demócratas a 11, lo que implica que los primeros pierden más de un cuarto de su bancada y los segundos casi la mitad de esta.
Los portavoces de los partidos liberal demócrata y unionista democrático (DUP) no fueron reelectos. Ambos fueron castigados por haber ayudado a los conservadores a gobernar. El primero sigue pagando las consecuencias de haberse desgastado al haber co-gobernar con los tories en 2010-2015 aplicando una serie de ajustes. El segundo ha sido castigado por haber sido el único que pudo mantener a Theresa May y Johnson en el poder en 2017-2019, aunque luego Johnson les sacrificó al aprobar un plan de Brexit que creaba un control aduanero entre Irlanda del Norte y el resto del Reino Unido.
Los separatistas celtas han logrado importantes avances. El Partido Nacional de Escocia (SNP) consiguió 48 de las 59 bancas que tiene su país en el parlamento, lo que implica que por tercera vez consecutiva ellos dominan la amplia mayoría de la representación escocesa en Westminster y siguen siendo la tercera fuerza en la cámara de los comunes. El Partido de Gales retuvo 4 de las 40 bancas que tiene Gales en Westminster deviniendo en la tercera fuerza parlamentaria en su país. Por primera vez los unionistas solo sacaron 8 de las 18 bancas por Irlanda del Norte, mientras que en ese país los nacionalistas moderados del Partido Social Demócrata y Laboral consiguieron 2 bancas, y los radicales del Sinn Féin desbancaron a Nigel Dodds de su curul en Belfast Norte obteniendo 7 plazas (las cuales nunca ocupan pues dicen que hacerlo es avalar la ocupación británica de su territorio).
A nivel de los votos de todo el Reino Unido los conservadores sacaron un 43.6 %, los laboristas 32.2 %, los liberales demócratas 11.5%, los verdes 2.7% y el partido del Brexit un 2 %. Esto implica que frente a las anteriores elecciones generales del 2017 los azules subieron 1.4 % más, los rojos cayeron 7.8 puntos y los amarillos, si bien sacaron 4.1 puntos tuvieron una bancada reducida.
Los verdes retuvieron su único asiento en Brighton y Farage volvió a fracasar en querer poner a gente de su partido en la cámara de los comunes. Como siempre ha pasado él ha sido bueno para impulsar movimientos que ganen en las elecciones europeas pero inmediatamente se desinfla en toda elección general. Ahora que Reino Unido se va de la UE, Johnson ha terminado eliminando a Farage y garantizando que los tories siempre van a tener el monopolio de la derecha en el parlamento. El consuelo de Farage es que él se suicidó como una abeja pinchando a los amarillos y a los rojos para ayudar a los azules, y todo ello a cambio de nada.
LAS DERROTAS DE CORBYN Y SWINSON
Estos resultados son devastadores para el liberalismo democrático que no logró que fueran reelectos ninguno de los parlamentarios que este movimiento reclutó de las bancadas laboristas o conservadora, así como tampoco ninguno de los disidentes conservadores pro-europeos que compitieron por preservar sus asientos. Ninguno de los once parlamentarios que llegaron a formar el “Grupo Independiente Cambio UK”, así como las tres grandes figuras tories disidentes que fueron apadrinadas por el exprimer ministro conservador John Major pudieron retener sus bancas. Esto implica que los amarillos han vuelto a quedar en el cuarto lugar en la cámara de los comunes donde ocuparán nuevamente menos del 2 % de su composición.
Este es un viernes 13 también para la izquierda laborista. Corbyn aspiraba a que él fuese el primer gobernante socialista del siglo XXI en Reino Unido. Pese a lo atractivo que aparecían sus propuestas sociales de eliminar la pobreza, dar matrículas universitarias gratuitas, subir los salarios y pensiones, bajar las horas de trabajo y los precios de los servicios, entre otras cosas, ellos no pudieron lograr que estas elecciones no fueran una suerte de nuevo referéndum sobre el Brexit.
Mientras el slogan de Johnson era realizar ya el Brexit, el de los liberales demócratas y los nacionalistas de Escocia y Gales era impedir la salida de la UE, el laborismo fue el único que quiso centrarse en otros temas y adoptó una salida que buscaba complacer a los que estaban a favor y en contra de la UE proponiendo una nueva renegociación y referéndum.
Cuando los laboristas perdieron el liderazgo popular que lo tenían en todas las encuestas antes de las euro-elecciones de mayo por no tener una posición clara y tajante sobre el Brexit, y luego quedaron terceros en dichos comicios, escribí que era claro que mientras ese asunto no se zanje sería difícil querer ganar una elección general sobre un programa social radical.
Si el laborismo hubiese presionado a que se diera un referéndum confirmatorio en torno al plan de May o al de Johnson, entonces se hubiese despejado el panorama. Los tories bien pudieron haber perdido éste y Corbyn pudo aparecer como el líder de todo el movimiento que rechazaba ello. Por no haber hecho tal cosa Johnson logró transformar a estos comicios en un nuevo plebiscito sobre el Brexit en el cual él podría ganar sin siquiera sacar el 50 %. Es más, la suma de votos del partido del Brexit, del conservador y del unionista democrático bordea un 46 %, cifra con la cual se hubiesen invertido los resultados del referéndum 2016. Si en un nuevo plebiscito se hubiese dado el derecho al voto a todos aquellos que estuvieron habilitados para participar en el referéndum sobre la independencia escocesa del 2014 (es decir, a los millones de ciudadanos europeos y a los que tienen 16 y 17 años), el plan conservador del Brexit pudo haber sido significativamente derrotado.
Ahora en el laborismo van a querer sacar cabeza quienes acusen a los “marxistas” de haber querido radicalizar al laborismo tornándose inelegible y llamando a que un nuevo “moderado” del sector al que pertenecen los alcaldes de Londres o Manchester pudiese asumir la dirección partidaria. Esto va a ser resistido por los cientos de miles de activistas izquierdistas y sindicales quienes van a querer reemplazar a Corbyn por otra figura del ala socialista.
Jo Swinson se ha convertido en la lideresa electa de un partido nacional británico que menos ha durado en su cargo. A poco más de cuatro meses de haber llegado a comandar a su partido ha debido renunciar a éste tras perder su propio asiento parlamentario. Su derrota va a marcar a los amarillos por un largo tiempo transformándolos en un partido cuya ambición mayor se reduzca esencialmente solo a elecciones locales, pero no a generales.
DESAFÍOS DE JOHNSON
Con la gran mayoría parlamentaria que ha logrado Johnson, él ahora va a poder sacar al Reino Unido de la UE en enero y estará en mejores condiciones de negociar un tratado de libre comercio con esta y con EE.UU. según sus requerimientos.
Johnson prometió tres cosas en las internas conservadoras: 1) realizar el Brexit el 31 de octubre; 2) derrotar a Corbyn; 3) unir al país. Lo primero puede que lo de tres meses después de esa fecha y lo segundo ya lo ha logrado. Lo más difícil va a ser la tercera promesa pues el Brexit que él plantea va a seguir enajenando gente dentro de Escocia e Irlanda del Norte, países que ampliamente votaron a favor de la UE y donde crecen fuertes tendencias en pro de convocar a un nuevo referéndum para separarse de Inglaterra.
A pesar de su gran apoyo parlamentario Johnson debe manejar la situación con mucho tacto. Por un lado hay el problema que sus acciones pueden provocar tendencias centrífugas y la división del Reino Unido. También debe evitar convertirse en un nuevo Emmanuel Macron quien provoque una ola de marchas y huelgas, como las que se vienen dando al otro lado del canal de la mancha.
Estas elecciones van a transformar radicalmente al Reino Unido, país que tras medio siglo en el bloque europeo ahora va a buscar renegociar relaciones bilaterales comerciales con otras economías y va a impulsar un modelo monetaristas pero con ciertas concesiones sociales.
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