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Reinterpretando nuestra historia

Luis Arnoldo Colato Hernández

Educador

La historia de las naciones reúne los hechos que son identitarios de ellas, por lo que su valoración y celebración se eleva a rango de culto, por las implicaciones que tiene.

Así, en la Alemania de los años 20, los nazis crearon el mito ario con el propósito de imprimir en los alemanes la idea de superioridad racial que facilitó la política del Reich, que entre otros redujo por ejemplo a los eslavos a sub humanos y a los semitas a ratas.

Tal narrativa supuso un destino manifiesto para Alemania.

Simple.

Por supuesto no solo los alemanes asumieron tales afirmaciones, en realidad la idea de la superioridad blanca era muy extendida entre las sociedades europeas, también en EU y Canadá.

Como sea, todos conocemos lo que tal aberración implico: la guerra más mortífera de la historia, con un coste de entre 55 y 60 millones de asesinatos.

Reescribir o reinterpretar la historia, incluso por buenas razones, siempre tiene un coste terrible.

Ahora en nuestro país escuchamos del ejecutivo expresiones que procuran una reinterpretación de nuestra historia: “…la firma de los acuerdos de paz no sirvió para nada…”, “…la desconocemos pues no sirve a los salvadoreños…”.

Tales afirmaciones niegan que la tal firma, acabó con el enfrentamiento armado entre el estado salvadoreño y el END, con un coste según ONUSAL de 70,000 víctimas directas, a las que debemos sumar aquellas que fueran desaparecidas por la inteligencia militar, alrededor de 35,000 más, y que se encuentran reflejadas en el infame “Libro Amarillo”, elaborado por el ejército salvadoreño, que señalo por nombre a los supuestos enemigos del estado.

De acuerdo a ONUSAL, como al CICR, hasta el 40% de los señalados en aquel libro fueron secuestrados, torturados, desmembrados, desaparecidos y asesinados, por agentes del estado salvadoreño, también señalado en el Informe de la Comisión de la Verdad.

Dicho de otro modo, lo endilgado por el actual gobierno es interesada y perversa histórica y políticamente, pues el hecho es que aquella firma que ahora denosta, acabo con el enfrentamiento armado que entonces ya llevaba 12 años.

Debemos añadir lo que no dice el ejecutivo, y que es el que las condiciones de injusticia, desigualdad, exclusión y marginación que provocara aquel conflicto, subsisten y fueron profundizadas por los sucesivos gobiernos de derecha, así como por el actual, agravando la exclusión del soberano.

Entonces tal discurso no solo es falso, persigue además una reinterpretación de los hechos, una que niega las causales del conflicto, como estos se han agravado, y como son también causales de la actual realidad que padecemos.

Es decir, el gobierno salvadoreño en su papel de administrador de la cosa pública, es responsable de la actual situación, en razón de no desmontar las causales de la exclusión y la marginación del soberano.

Admitamos además que no hemos realizado una lectura objetiva de nuestra historia, pero que tampoco lo propuesto por el ejecutivo es menos que infame.

Negar nuestra historia no será nunca el medio de superarla, sino revisándola con objetividad mirando al futuro.

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