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Reinventando la sociología crítica y la revolución social (y 5)

Sociología y otros Demonios (1,140)

René Martínez Pineda (Sociólogo, UES y ULS)

En ese proceso de reacomodación del texto y contexto se muestra, desde el inicio, el problema hegemónico fundacional para el nuevo grupo gobernante: las lealtades políticas son relativamente fuertes y expeditas sólo cuando se trata de grupos socioeconómicos similares debido a que los intereses son casi comunes y, en ese sentido, la situación se complica entre más heterogéneas son las alianzas. Un buen punto de apoyo para minimizar la falta de fluidez de las lealtades es que el grupo gobernante -trascendiendo cargos- esté cohesionado en torno a construir una nueva historia, darle solidez a la democracia y hacer del Estado un sujeto social.

Precisamente, los temas democracia y Estado -al interior de la reinvención de la revolución social- son referencia explícita de la sociología crítica en tanto aborda desde otro ángulo la participación política del ciudadano más allá del voto y las identidades socioculturales inherentes a la condición de ciudadano con poder de decisión. En ese sentido, reinventar la sociología crítica a partir de la reinvención de la revolución social -o viceversa- implica proponer nuevos actos democráticos que serán de amplio espectro -incluso hasta paradójicos- porque serán la combinatoria del avance del capitalismo con la creación de las condiciones que lo niegan, lo que Lenin llamó en su momento: “revolución democrática burguesa” como premisa de la revolución socialista, tesis desconocida u olvidada por muchos partidos de izquierda de la región latinoamericana.

Lo anterior insinúa que -en momentos de transición como el que vive el país y la sociología crítica que trata de seguirle el paso- los instrumentos políticos, sociales y culturales que se usaron para construir la hegemonía neoliberal, pueden ser usados también como armas contrahegemónicas en la guerra de posiciones, al menos eso nos indican las inéditas rebeliones electorales del continente. Ahora bien, la revolución democrática burguesa más allá de sus límites tendrá sentido práctico y duradero si el poder cultural antecede al poder político, si se redefine el sentido de la ciudadanía y si se modifican las estatalidades en función de hacer de lo público algo mejor que lo privado, situación que, teóricamente, bien podría abordarse como democracia intra-ciudadana que diferencia condiciones, pero sólo para hacer de ellas una forma concreta e inmediata de inclusión social, no importa si ésta es una discriminación temporal en favor de los discriminados permanentes.

En el fondo, la reinvención de la sociología crítica y de la revolución social que la nutre es una forma de reconocer y de conmemorar la enorme -y hasta antagónica- diversidad de ciudadanías, imaginarios y estilos democráticos, pero sin perderle el rastro al pasado (en uno de cuyos anaqueles está la concepción de poder popular y socialismo) en tanto sociología de la nostalgia en la que la ausencia es presencia.

En definitiva, reinventar la sociología crítica -crítica de sí misma- demanda abordar múltiples hechos sociológicos (revolución social, movimientos sociales, imaginario, democracia electoral, Estado, ciudadanía, identidad), incluido el nuevo-viejo oficio del sociólogo en tiempos de transición. Desde la experiencia salvadoreña estamos ante la posibilidad de construir nuevas formas y contenidos de la revolución social que impliquen readecuaciones y combinatorias entre: lo violento y lo pacífico; las reformas y las transformaciones radicales; la dictadura civil y la gobernabilidad desde el territorio, y todo ello implica, entre otras cosas elementales, que las cuestiones teóricas y políticas nunca se deben dar por cerradas y que, a partir de las condiciones heredadas, será necesario resolver, primero, los problemas, para luego proceder a resolver las causas de los mismos, siendo la principal de ellas la desigualdad social. En síntesis, puedo afirmar que la heterogeneidad le dará cuerpo a la homogeneidad; la diversidad será la premisa de la unidad; la identidad no será identificación; y el protagonismo social de gobernar de jure -nuevo grupo gobernante- no será idéntico a lo protagónico de facto (el poder popular en nueva versión), y la discriminación positiva será la pieza elemental de la revolución social reinventada, a veces, con acciones que pueden parecer injustas, tal como instaurar un régimen de excepción.

Metafóricamente puedo decir que la reinvención de la sociología crítica y de la revolución social no es más que recuperar el derecho a soñar; el derecho a tener esperanzas en un país que ha venido viviendo sin esperanzas; el derecho a tener ilusiones en una sociedad desilusionada; el derecho a ser terriblemente diferentes siendo iguales en lo público; el derecho a recuperar la memoria de las historias frustradas; el derecho a reinventarnos nosotros mismos para que no nos inventen desde afuera o desde los pasillos de la corrupción e impunidad que, incluso, tocó las puertas de la sociología al hacerla un escrito burdamente panfletario o un patético manual colonialista para soportar el sometimiento sin alzar la voz ni usar las manos para cambiar la historia.

 

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