Caralvá
Fundador
Suplemento Tres mil
El 23 de mayo de 2015 en la Plaza de las Américas, patient se reunió una multitud de múltiples nacionalidades para celebrar la memoria y beatificación de Oscar Arnulfo Romero, fue un acto sin precedente en nuestra historia nacional. Era un microcosmos humano dentro de un macrocosmos mediático: drones, teléfonos celulares, equipos de televisión satelital, pantallas gigantes LED, radios, redes privadas de seguridad, seguridad aérea y secreta, áreas restringidas dentro y fuera del evento principal, etc. En general la multitud era la misma de todos los tiempos, era aquella que recibió al Jesús histórico en tiempos de pascua, celebra la caída del muro de Berlín, el triunfo electoral o comparte el rescate de una docena de mineros atrapados en las entrañas de la tierra.
Ese pueblo recordaba otro que se pronunció de la misma manera hace cuarenta o cincuenta años durante las décadas de los años setentas y ochentas, la diferencia fundamental era el objetivo de la convocatoria y su resultado; en el siglo pasado aquellas multitudes se pronunciaban por la democracia, la lucha contra la violencia institucional, la violación de los derechos humanos, el atropello a las elecciones, etc. ahora la convocatoria era muy distinta, pero con un signo de celebración que recordaba aquellas gestas populares; evidentemente las generaciones anteriores tenían otra visión del momento histórico con su combatividad o disposición por un ideal etc., ahora en el Siglo XXI las nuevas generaciones se reúnen por sus principios cristianos amparados en la figura de Monseñor Romero. Entre las multitudes de otros tiempos y la actual existían dos mundos a la vista: unos hacia la democracia y otros hacia el “Reino de Dios entre nosotros”.
En aquél mar de personas existían: cantos, vítores, frases eufóricas, aplausos, oraciones con visible piedad y espiritualidad en medio de las calles, incluso algunas personas lloraban sin ningún ocultamiento en medio de sus grupos peregrinos, parecía un limbo de tiempos en plena coexistencia de relatos bíblicos y el Siglo XXI; en nuestra sociedad materialista múltiples expresiones cristianas primitivas se realizaban sin que nadie sintiese vergüenza, se compartían los alimentos y la solidaridad entre desconocidos, nadie tenía que preocuparse por pan, agua, un amparo ante el sol bajo una sombrilla ajena, me parecía recorrer las lecturas de Nuevo Testamento en aquella escena donde una prostituta lava los pies de Jesús y llora (Luc. 7 38-44), así como el otro evento estridente donde la multitud gritó: “asesino”, “asesino” con voces acusadoras a un personaje asociado al magnicidio, muy parecido a la mujer que comienza a gritar a Jesús (Mt. 15, 22), lo cual recuerda que el llanto y los gritos también son escuchados hasta el cielo… quizás es la máxima expresión del pueblo: llanto y gritos para llegar a Dios.
La escena: “llorar y gritar”, compartir las pequeñas cosas –ahora con otro signo-, nos hace reflexionar sobre nuestro pueblo que ha llorado la perdida de sus hijos y a gritos se hizo escuchar en la historia… una nueva espiritualidad surge en el presente Siglo XXI, al igual que una sociedad democrática, pero la beatificación nos hizo recordar todo en un instante.